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Un barco surca con ritmo sosegado el río Magdalena, y desde nuestras mesas bajo un techo de palmas parece posible tocarlo con las manos. Es mediodía en el barrio Las Flores de Barranquilla, y desde la protección de la sombra es grato pensar en un poema de Fernando Pessoa, en el que alude al histórico río Tajo de su país: “El Tajo entra en el mar por Portugal. Todo el mundo lo sabe./ Pero pocos saben cuál es el río de mi aldea,/ y a dónde va y de dónde viene./ Y por eso, porque pertenece a menos gente, es más libre y más grande el río de mi aldea”.
El apacible fluir del Magdalena trae a la memoria la historia de dos hermanos portugueses: Jerónimo de Melo y Antonio Insarte de Melo. Sus destinos contribuyeron a forjar el rumbo de este país, aunque pocos colombianos conocen sus nombres. Hacia 1532, Santa Marta estaba gobernada por Rodrigo García de Lerma, miembro de una familia de comerciantes de Burgos, quien buscaba reconocer las condiciones aprovechables del territorio a su cargo, explorando las fronteras de su gobernación. Se exploró el curso del río Cesar, con dos objetivos principales: localizar los bancos de perlas situados al oriente de Santa Marta y remontar la desembocadura del Río Grande de la Magdalena.
Esta última tarea fue encomendada a Jerónimo de Melo, quien logró superar el hasta entonces insuperable reto que significaban las Bocas de Ceniza, y pudo internarse en el curso de esa prometedora corriente fluvial. Según las fuentes, el capitán portugués, para ganarle una apuesta al gobernador de Santa Marta, amenazó a su piloto con echarlo al agua si no atravesaba las Bocas de Ceniza. Esta anécdota ilustra tanto el carácter arriesgado de la empresa como la importancia que se le daba a la exploración de esta ruta. Según afirma el historiador Roger Pita, el portugués alcanzó a subir por el río unas 35 leguas, hasta el sitio conocido luego como Tenerife.
La localización de los ostrales de perlas quedó a cargo de su hermano, Antonio Insarte de Melo, quien partió al mando de una expedición con unas pocas decenas de hombres. Poco tiempo después de desembarcar, todos fueron muertos por los indígenas en las costas guajiras. Santa Marta abandonaría entonces el proyecto perlífero y se concentraría en explorar la ruta fluvial hacia el interior.
El papel de Jerónimo de Melo fue fundamental en ese propósito, pues abrió la navegación del río Magdalena, que se convertiría en el principal cauce de penetración durante las primeras avanzadas de conquista y en la apertura de la frontera, facilitando posteriormente la conexión entre el mar Caribe y el interior andino.
Así, dos hermanos portugueses, unidos por la sangre y separados por el destino, dejaron su huella en las aguas de un país que aún no era suyo. Uno abrió caminos en la corriente viva del Magdalena; el otro se hundió en el silencio de las costas guajiras. Ambos, siguen fluyendo en la memoria como los sedimentos de un fondo oculto más allá de la historia oficial.
wilderguerra@gmail.com
