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El libro del británico Eric Heinze acerca de El concepto de injusticia comienza con una cita de la República de Platón, que dicho autor traduce de la siguiente manera: “Aquellos que reprochan la injusticia lo hacen porque tienen miedo no de hacerla sino de sufrirla”. Cada vez que la memoria nos trae el nombre de Judith Pinedo, con su larga trayectoria de servicios a la ciudad de Cartagena y a la región Caribe colombiana, esta viene indisolublemente aparejada al concepto de injusticia. Esta concepción de lo injusto no tiene, como en el sentido clásico, un carácter binario entre opuestos: justicia o injusticia, sino, como lo propone Heinze apelando a los textos literarios de William Shakespeare, una relación compleja y dramática, pues de hecho lo que ha vivido esta brillante mujer es un drama punzante, prolongado e intenso.
Su nombre mismo revela un origen y un destino. Judith significa “la judía” pero a diferencia de la heroína del relato bíblico sus batallas han sido, no contra crueles generales asirios como Holofernes, sino contra la exclusión, el analfabetismo y la pobreza. De hecho, uno de sus mayores logros fue erradicar el analfabetismo en Cartagena. La primera vez que la vi noté que su delicado rostro reflejaba las migraciones incesantes de los Pinedo, sus antepasados sefarditas, con sus escalas históricas en Curazao, Riohacha y Cartagena.
Entre el año 2008 y el 2011, periodo en el que se desempeñó como alcaldesa de Cartagena, esta ciudad ocupó el quinto lugar entre los 1.081 municipios con mayores recaudos tributarios. Judith, en asocio con la Armada Nacional y varias instituciones académicas, dirigió la Expedición Padilla: un hito cultural del país que contempló actividades conmemorativas, científicas, culturales y comunicacionales que se realizarán entre mayo y noviembre de 2011 en el Caribe colombiano y en la capital de la República. La cultura, y la historia en particular, no fueron para ella unos ornamentos desarticulados de su gestión, sino herramientas indispensables para formar ciudadanos y fortalecer la democracia local.
Cuando se asume un cargo de carácter público, el gobernante atraviesa extensos campos minados. Basta a veces la simple firma de un documento para entrar en el ámbito del impredecible riesgo y la prolongada incertidumbre. En una controvertida batalla jurídica por la venta de un lote cercano a la playa en Cartagena, los jueces en primera instancia la han absuelto, y se le ha condenado posteriormente a doce años de prisión intramural. A muchos ciudadanos les impactó la severidad de la pena impuesta a ella y a otros funcionarios distritales. Su caso se encuentra hoy en apelación ante la Corte Suprema.
El país, cansado de múltiples abusos, se ha vuelto escéptico frente a la honradez. Pero esta existe, como existen los justos representados en la obra teatral escrita por Albert Camus y en el emblemático poema de Borges. Confieso al lector mi inocultable aprecio y admiración por Judith, una profesional destacada que siempre ha vivido de un salario. No tengo el propósito ni la formación para cuestionar las decisiones de los órganos de justicia. Sin embargo, como ciudadano, expreso mi libre parecer y considero que el hecho de que existan escenarios complejos desde lo jurídico y lo ético no significa que la justicia se vuelva inescrutable.
