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La navidad se aproxima y con ella retornan las juveniles lecturas de Dickens, antiguas canciones populares de acordeón y sublimes poemas de Henry Wadsworth Longfellow. En uno de esos poemas, llamado La flecha y la canción, Longfellow habla de una flecha que la vista humana no puede seguir en su vuelo. Luego, el poeta nos cuenta que ha exhalado una canción, pero ignora también el lugar de la tierra en donde esta cayó “Porque ¿quién tiene vista tan aguda y fuerte/ Que pueda seguir el vuelo de una canción?”
Tras las huellas de una antigua canción llegué de la mano de mis primas una mañana de diciembre al barrio El Cañaguate de Valledupar. Para entonces, siendo aún adolescente, no había leído los poemas de navidad de Joseph Brodsky y la atmósfera del lugar no estaba permeada por la prosa de Dickens sino por un melódico relato del compositor guajiro Isaac Carrillo. Este narraba la separación amorosa de una mujer que también lo amaba pero que se marchó a Venezuela en busca de una mejor fortuna, dejándole solo una nota como explicación. Carrillo decide entonces, como afirma Borges del poeta inglés Robert Browning, hacer “de su tristeza una música/un alto río que siga resonando en el tiempo”.
Era el año de 1967 cuando compuso La cañaguatera que se constituyó en un éxito hasta hoy perdurable. Uno de cuyos versos dice “No dejes que yo me muera diciendo tu nombre/ porque las cañaguateras matan a los hombres”. Hasta ese lugar fui tratando de conocer a esa singular variedad de mujeres que podían dar muerte a otros seres humanos mediante el desdén. El Cañaguate parecía un pequeño pueblito adentro de Valledupar. Tenía una atmosfera prístina y rural. Según Isaac Carrillo, a quien todos sus amigos llaman Tijito por su corta estatura, este era el sitio adecuado en donde conseguir a un acordeonero, un cajero o a un guacharaquero. La mayor parte de sus calles estaban llenas de piedras y las casas tenían una estética pintoresca como las de un mundo acabado de crear.
Años después, cuando el autor y la mujer que le inspiró esa canción se comunicaron, ya ambos habían reorganizado sus vidas. Pudieron entonces darse mutuamente las gracias. Ella las dio al compositor por la imborrable canción y él agradeció que ella le hubiese iluminado para esa creación. Isaac Carrillo es un talentoso compositor nacido en San Juan del Cesar, en junio de 1937. Además de constituirse en un forjador de canciones sus mayores atributos son los de un excelso ser humano y un extraordinario familiar que asiste a los eventos acompañado fielmente por su hermana Altagracia.
Me he preguntado esta mañana, a pocos días de la navidad, por Tijito Carrillo y por el barrio El Cañaguate. Quizás este sea uno de esos lugares de la tierra en donde cayeron la flecha y la canción del poeta Longfellow. Cuando este escritor norteamericano da la respuesta del sitio en donde ha finalizado su búsqueda, nos revela: “Mucho más tarde hallé en un roble/ la flecha, entera todavía;/ y la canción la encontré intacta/ en el corazón de un amigo”.
