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Una cultura del engaño

Weildler Guerra
01 de octubre de 2022 - 05:00 a. m.

Las noticias sobre abusos en los precios de alimentos y bebidas que se cobran a los turistas en las playas de Cartagena se han vuelto más frecuentes. Los hechos denunciados son también cada vez más graves. Una breve estadía en un sencillo kiosco en la playa en donde un grupo de turistas consumen una picada y una decena de cervezas ha sido facturada por varios millones de pesos. La falta de sanciones contra expendedores de alimentos y vendedores de ostras y pescados que abusan de los visitantes ha consolidado una verdadera cultura del engaño. Esta persistente situación va aparejada con la inacción oficial y lleva años consolidándose. Ante este escenario debemos preguntarnos: ¿Qué es el engaño?

El dominio del engaño en las interacciones humanas es enorme y heterogéneo. El engaño y la manipulación son aspectos claves en las negociaciones, los juegos de póquer, las ventas de bienes raíces, las operaciones militares y las campañas políticas. El engaño ha sido visto como el lado oscuro de las relaciones interpersonales. Este sucede cuando un agente actúa o habla para inducir a una falsa creencia a una víctima. Es también una comunicación falsa que tiende a beneficiar al comunicador.

Un ejemplo de ello es cobrar al cliente una especie de pescado diferente a la que realmente consumirá. Como muchos turistas nacionales vienen de la región andina la vasta diversidad de peces que se encuentran en el Caribe se reduce a dos especies: sierra y pargo. En consecuencia, todo pescado de carne blanca será presentado como pargo y todo el de carne oscura será mostrado como sierra. Esto nos lleva al paraíso del bonito. Un pez abundante en nuestras costas que, cortado en postas, frecuentemente es cobrado como si fuese una sierra. Uno de los ardides más frecuentes es el del falso regalo. Si un vendedor de ostras le ofrece una prueba gratuita, tenga por seguro que su cartera no saldrá indemne de allí. Lo más probable es que deba negociar una cifra menor o llamar a la policía ante lo exorbitante del cobro.

Las autoridades de Cartagena recientemente han adoptado medidas para capacitar al sector, brindar más información a los turistas y facilitar sus denuncias. La adopción de una lista única de precios, dirigida a evitar los cobros excesivos, no parece viable puesto que cada prestador de servicios, en el marco de una libre competencia, puede fijar el precio de sus productos.

Quienes practican sistemáticamente el engaño no ven esta conducta como el quebrantamiento de unas normas sociales, sino como el desarrollo de un juego en el que ellos tiene mayor habilidad y experiencia que los incautos visitantes. Dicho juego se desenvuelve en un campo social autónomo hasta hoy no regulado por las autoridades civiles. El problema es que la primera víctima del engaño es la confianza y la imagen de la ciudad como destino turístico. Las conductas engañosas surten sobre la confianza colectiva los mismos efectos devastadores que la actividad de las termitas tienen sobre una madera preciosa. Si los abusos no cesan, la actividad turística en algunas playas de Cartagena continuará bajo el riesgo, la inseguridad y la incertidumbre.

wilderguerra@gmail.com

 

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