Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              21 de julio de 2018 - 09:30 p. m.

                                                                                                                              Detrás de aquel rostro

                                                                                                                              Cuando yo tenía 20 años tuve un amigo. Era viejo y joven, era sabio y necio, era alegre y pensativo, era formal y excéntrico, se llamaba Walt Whitman. Había muerto casi un siglo antes, pero sus palabras eran lo más actual que yo había conocido. Abrir su libro Hojas de hierba era como abrir una ventana por la que llegaba un inmenso soplo de aire puro. Con nadie había tenido yo un diálogo tan personal, tan franco y tan desinhibido. Aquel hombre irradiaba salud y felicidad, y tenía la curiosa virtud de contagiar. Yo hasta entonces sabía que la enfermedad era contagiosa, no sabía que la salud podía serlo también. Yo sabía que la felicidad era un estado excepcional, no imaginaba que pudiera ser la norma.

                                                                                                                              Una novia que tuve más tarde tendió un manto de duda sobre él: le parecía que esa felicidad de Whitman era demasiado voluntaria, demasiado consciente, y que tenía un carácter casi profesional. Decir que esa felicidad era casi un oficio parecía rebajar tanta salud, tanta cordialidad, tanto entusiasmo, a la condición de algo simulado, de algo aparente. Entonces estuve alejado por un tiempo de Whitman, y acepté la compañía luctuosa de Edgar Allan Poe, la compañía rencorosa de Baudelaire, la compañía furiosa y delirante de Arthur Rimbaud, la compañía melodiosa y melancólica de Paul Verlaine.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Después comprendí que Whitman no los negaba, como no los niega Shakespeare, que en su obra caben la obsesión de la muerte, la rebeldía, el delirio, la embriaguez solitaria. Pero había una diferencia: esos románticos estaban atrapados en la tela de araña de su destino: Poe no podía salir de sus mazmorras espléndidas, Baudelaire blasfemaba de hastío, Rimbaud no podía parar de huir como un condenado, Verlaine cantaba como un pájaro mientras bebía su veneno.

                                                                                                                              Whitman no estaba atrapado en una manía porque su felicidad no era una condena sino una opción: él había escogido ser feliz, y su felicidad no cerraba los ojos a lo triste ni a lo trágico; había decidido ser feliz a pesar de toda la tiniebla del mundo. Era, como Hölderlin, y como Chesterton, y posiblemente como Francisco de Asís, un ser deslumbrado por la realidad y que sabía ver el milagro.

                                                                                                                              Donde otros necesitan enciclopedias de argumentos para aceptar la vida, a Whitman le bastaba ver una ardilla, una nube, un ratón. Le dio el nombre de Hojas de hierba a su libro porque sabía, como Hölderlin, que lo divino es como la hierba, abundante, sencillo, elemental, inexplicable. Whitman es un sacerdote del dios de las viñas, pero es el más extraño de todos porque no nos aconseja embriagarnos con vino sino con agua elemental, intoxicarnos con aire puro; ver en las nubes un dios que esculpe con la evanescencia; ver en la fealdad la cara secreta y acaso más sagrada de la belleza, en el error el camino más misterioso de la verdad, en el sueño el verdadero desciframiento de la vigilia, en la muerte la semilla escondida de la vida y acaso su principal tesoro.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              En un mundo donde los sabios son laberínticos como Heidegger, tortuosamente densos como Hegel, crípticos, y herméticos, y elípticos, parece imposible aceptar que es sabio alguien tan diáfano, tan comprensible, tan espontáneo como Walt Whitman, cuyo oficio dicen que era el de periodista, pero que para nosotros más que un escritor es un poeta, más que un poeta es un profeta, y más que un profeta es el ángel de las buenas noticias.

                                                                                                                              Aunque lo leamos muchas veces siempre queda pendiente algo completamente nuevo y distinto que espera en sus poemas, algo que siempre modifica la idea que tenemos de él. El secreto de su poesía quizá no está en el verso libre, ni en el tono conversado y cordial, ni en el entusiasmo incesante, ni en la naturalidad de su voz, ni en la absoluta novedad de sus temas y de su mirada sobre todo lo existente: tal vez está en la alegre y convincente santidad de su actitud, una santidad inocente e impúdica, como la de los venados por las llanuras.

                                                                                                                              Whitman no sólo siente que su propia existencia es lo más asombroso, sensible, comprensivo y curioso que ha conocido: siente que él es también cada uno de los otros seres humanos que hay en el planeta, que por su boca fugaz lo que está hablando es el milagro del mundo, la perplejidad de dios ante su propia creación. Whitman es milagroso: nadie ha estado tan cerca de convencernos de que somos dioses, de que esa condición divina la compartimos con las gacelas, con las salamandras, con los guisantes y con las piedras; que la traviesa divinidad que somos derrocha como en juego sus arenas y sus galaxias; que ante esta deslumbrante urdimbre de seres y de acontecimientos, de inventos y de sombras, la muerte bien puede no ser más que un truco mágico, un sutil espejismo de quién sabe qué otras cosas impredecibles; que sabemos muy poco, pero que cada mirto, cada rana, cada estrella son como un signo, un mensaje y un acertijo.

                                                                                                                              Nadie dijo tantas cosas enormes con una voz tan feliz, y quién sabe si en Whitman está hablando solamente un hombre que se enamoró de la vida y del universo, a pesar de toda su fatalidad, o si detrás de ese rostro barbado y hermoso no se hizo carne y habló para nosotros el propio inventor de este sueño.

                                                                                                                              (Presentación de los Poemas Selectos de Walt Whitman, traducidos por Valentina Macías y publicados por Comfama y el Metro de Medellín, en su colección Palabras rodantes).

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              También le puede interesar: "Nicaragua resiste: ¿Debe renunciar Daniel Ortega para evitar una guerra civil?"

                                                                                                                              Cuando yo tenía 20 años tuve un amigo. Era viejo y joven, era sabio y necio, era alegre y pensativo, era formal y excéntrico, se llamaba Walt Whitman. Había muerto casi un siglo antes, pero sus palabras eran lo más actual que yo había conocido. Abrir su libro Hojas de hierba era como abrir una ventana por la que llegaba un inmenso soplo de aire puro. Con nadie había tenido yo un diálogo tan personal, tan franco y tan desinhibido. Aquel hombre irradiaba salud y felicidad, y tenía la curiosa virtud de contagiar. Yo hasta entonces sabía que la enfermedad era contagiosa, no sabía que la salud podía serlo también. Yo sabía que la felicidad era un estado excepcional, no imaginaba que pudiera ser la norma.

                                                                                                                              Una novia que tuve más tarde tendió un manto de duda sobre él: le parecía que esa felicidad de Whitman era demasiado voluntaria, demasiado consciente, y que tenía un carácter casi profesional. Decir que esa felicidad era casi un oficio parecía rebajar tanta salud, tanta cordialidad, tanto entusiasmo, a la condición de algo simulado, de algo aparente. Entonces estuve alejado por un tiempo de Whitman, y acepté la compañía luctuosa de Edgar Allan Poe, la compañía rencorosa de Baudelaire, la compañía furiosa y delirante de Arthur Rimbaud, la compañía melodiosa y melancólica de Paul Verlaine.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Después comprendí que Whitman no los negaba, como no los niega Shakespeare, que en su obra caben la obsesión de la muerte, la rebeldía, el delirio, la embriaguez solitaria. Pero había una diferencia: esos románticos estaban atrapados en la tela de araña de su destino: Poe no podía salir de sus mazmorras espléndidas, Baudelaire blasfemaba de hastío, Rimbaud no podía parar de huir como un condenado, Verlaine cantaba como un pájaro mientras bebía su veneno.

                                                                                                                              Whitman no estaba atrapado en una manía porque su felicidad no era una condena sino una opción: él había escogido ser feliz, y su felicidad no cerraba los ojos a lo triste ni a lo trágico; había decidido ser feliz a pesar de toda la tiniebla del mundo. Era, como Hölderlin, y como Chesterton, y posiblemente como Francisco de Asís, un ser deslumbrado por la realidad y que sabía ver el milagro.

                                                                                                                              Donde otros necesitan enciclopedias de argumentos para aceptar la vida, a Whitman le bastaba ver una ardilla, una nube, un ratón. Le dio el nombre de Hojas de hierba a su libro porque sabía, como Hölderlin, que lo divino es como la hierba, abundante, sencillo, elemental, inexplicable. Whitman es un sacerdote del dios de las viñas, pero es el más extraño de todos porque no nos aconseja embriagarnos con vino sino con agua elemental, intoxicarnos con aire puro; ver en las nubes un dios que esculpe con la evanescencia; ver en la fealdad la cara secreta y acaso más sagrada de la belleza, en el error el camino más misterioso de la verdad, en el sueño el verdadero desciframiento de la vigilia, en la muerte la semilla escondida de la vida y acaso su principal tesoro.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              En un mundo donde los sabios son laberínticos como Heidegger, tortuosamente densos como Hegel, crípticos, y herméticos, y elípticos, parece imposible aceptar que es sabio alguien tan diáfano, tan comprensible, tan espontáneo como Walt Whitman, cuyo oficio dicen que era el de periodista, pero que para nosotros más que un escritor es un poeta, más que un poeta es un profeta, y más que un profeta es el ángel de las buenas noticias.

                                                                                                                              Aunque lo leamos muchas veces siempre queda pendiente algo completamente nuevo y distinto que espera en sus poemas, algo que siempre modifica la idea que tenemos de él. El secreto de su poesía quizá no está en el verso libre, ni en el tono conversado y cordial, ni en el entusiasmo incesante, ni en la naturalidad de su voz, ni en la absoluta novedad de sus temas y de su mirada sobre todo lo existente: tal vez está en la alegre y convincente santidad de su actitud, una santidad inocente e impúdica, como la de los venados por las llanuras.

                                                                                                                              Whitman no sólo siente que su propia existencia es lo más asombroso, sensible, comprensivo y curioso que ha conocido: siente que él es también cada uno de los otros seres humanos que hay en el planeta, que por su boca fugaz lo que está hablando es el milagro del mundo, la perplejidad de dios ante su propia creación. Whitman es milagroso: nadie ha estado tan cerca de convencernos de que somos dioses, de que esa condición divina la compartimos con las gacelas, con las salamandras, con los guisantes y con las piedras; que la traviesa divinidad que somos derrocha como en juego sus arenas y sus galaxias; que ante esta deslumbrante urdimbre de seres y de acontecimientos, de inventos y de sombras, la muerte bien puede no ser más que un truco mágico, un sutil espejismo de quién sabe qué otras cosas impredecibles; que sabemos muy poco, pero que cada mirto, cada rana, cada estrella son como un signo, un mensaje y un acertijo.

                                                                                                                              Nadie dijo tantas cosas enormes con una voz tan feliz, y quién sabe si en Whitman está hablando solamente un hombre que se enamoró de la vida y del universo, a pesar de toda su fatalidad, o si detrás de ese rostro barbado y hermoso no se hizo carne y habló para nosotros el propio inventor de este sueño.

                                                                                                                              (Presentación de los Poemas Selectos de Walt Whitman, traducidos por Valentina Macías y publicados por Comfama y el Metro de Medellín, en su colección Palabras rodantes).

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              También le puede interesar: "Nicaragua resiste: ¿Debe renunciar Daniel Ortega para evitar una guerra civil?"

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar