ES VALIOSO OÍR A BARACK OBAMA DIciendo que sin duda cometerá errores, porque piensa tomar decisiones políticas que no les gustarán a algunos, y recordando al pueblo norteamericano que el Gobierno no lo puede todo, que la era que comienza supone una mayor participación de la ciudadanía.
Venimos de la era vergonzosa de Bush, cuyo pretendido dominio unilateral sobre el mundo suponía la concentración del poder en el Gobierno y específicamente en el Ejecutivo. Es evidente que ahora no tendremos a un sátrapa sino a un ser humano que dice a sus electores: “Siempre seré sincero, y escucharé a los demás, sobre todo cuando discrepemos”. Sin mencionar a Bush y su gobierno catastrófico está hablando de ellos al afirmar que la tarea es reconstruir a Estados Unidos.
Muy al estilo de Churchill cuando prometió a los ingleses “sangre, sudor y lágrimas”, Obama habla a los norteamericanos de cosas que no están acostumbrados a oír: “un nuevo espíritu de sacrificio, de patriotismo, de responsabilidad”. Y para que no quepan dudas añade: “No puede haber un Wall Street próspero mientras hay un Main Street que sufre: avanzaremos o fracasaremos como un solo país”.
Pero el discurso de Obama está construido sobre todo en el tono de Abraham Lincoln. El nuevo presidente habla como si acabara de terminar la Guerra de Secesión, como si acabara de ser abolida la esclavitud. “Como dijo Lincoln a una nación mucho más dividida que la nuestra, no somos enemigos sino amigos”. Habla de los derrotados no como sus contradictores sino como “aquellos estadounidenses cuyo respaldo me queda por ganar”. Y así llega a la frase más generosa de su triunfo: “Puede que no haya obtenido sus votos pero escucho sus voces, necesito su ayuda, seré su Presidente también”.
Pasa a afirmar los valores de “autosuficiencia, libertad individual y unidad nacional”, y un poco más adelante dirá que la auténtica fuerza “no procede de las armas ni de la riqueza sino del poder duradero de unos ideales: democracia, libertad, oportunidades y esperanzas”, y que el verdadero genio de la unión americana consiste en “poder cambiar”.
Estamos asistiendo a un cambio extraño en los Estados Unidos y en el mundo. No sabemos qué amplitud ni qué profundidad alcanzará ese cambio, posible sólo si en todo el mundo, como en los años 60, la gente toma la iniciativa, pero puede advertirse que a partir de la catástrofe económica y de la ruina moral que significó el gobierno de Bush, la guerra de Irak y la irresponsabilidad contagiada a todo un ejército por unos líderes soberbios, la conciencia de la sociedad norteamericana ha reaccionado yendo más lejos de lo que habría imaginado ningún contradictor.
Un buen ejemplo es algo que cuenta el propio Obama en sus memorias. Después de los atentados de septiembre y del comienzo de la guerra contra el terrorismo, un asesor de imagen le explicó que llamarse Barack Hussein Obama era un obstáculo ya irreparable en sus ambiciones políticas: la época le había dado la espalda definitivamente. Y es verdad que hace apenas cuatro años tener ese nombre unido a ese color de piel convertía a Obama en una suerte de proscrito. Cuatro años son muy poco tiempo para que el escenario haya cambiado tan dramáticamente.
Obama concluye su discurso con una reflexión sobre los cambios que han visto los Estados Unidos. No hace una simple enumeración de los grandes hechos del siglo sino que decide mostrarlos a través de la vida de una persona de Atlanta, que nació a comienzos del siglo XX con dos grandes limitaciones históricas: ser mujer y ser negra. Ann Nixon Cooper, nos dice, vio la discriminación y el anhelo de igualdad, la gran depresión, la angustia de una época, el New Deal y la recuperación de la economía; vio caer las bombas sobre Pearl Harbour, (Obama lo llama “nuestro puerto” para recordarnos que fue allí donde él nació), y menciona la lucha contra Hitler diciendo: “cuando la tiranía amenazó al mundo ella estaba allí para ser testigo de cómo una generación respondió con grandeza y la democracia fue salvada”. Fue después testigo de la lucha contra la discriminación racial: “los autobuses de Montgomery, los prados de riego de Birmingham, un puente de Selma y un predicador de Atlanta que le dijo a su pueblo: esto lo superaremos”. Más tarde “un hombre llegó a la luna, un muro fue derribado en Berlín, el mundo se interconectó a través de la ciencia y de la imaginación”.
El hombre que ocupará la Casa Blanca no ignora la magnitud de sus desafíos. “Este es nuestro momento”, dice, tras evocar el siglo que pasó, y preguntarse qué lograremos al cabo de otro siglo.
Tal vez las cosas no dependan sólo de la inercia del poder, tal vez un margen de azar y una gota de voluntad quepan en los diseños de la historia. Y en caso de que sea así, de que la historia pueda ser modificada y ennoblecida por los individuos, recordaremos a lo largo de estos años que comienzan algunas de las frases más significativas de Barack Obama en su discurso.
“A aquellos que buscan destruir el mundo: los venceremos. A aquellos que buscan paz y seguridad: los apoyamos. A todos los habitantes del resto del mundo: nuestras historias son diversas pero nuestro destino es compartido”. Y una frase sobre la que muchas cosas podrían decirse: “La verdad fundamental de que muchos somos uno”.