El mismo parlamentarismo extorsivo, la misma corruptela de aldea, la misma parálisis burocrática, la misma ineficiencia estatal, la misma voracidad fiscal sin cerrar para nada los sumideros del robo, la misma pobreza de siempre, la misma inseguridad empeorando, la misma condena del país a seguir viviendo del rebusque, pero todo bajo el discurso ampuloso del cambio, todo en nombre de los más altos ideales y de los principios más nobles. ¿Era esto lo que necesitaba el establecimiento colombiano: seguir siendo lo mismo pero bajo una fachada de retórica incendiaria?
Ahora de repente criticar al gobierno es estar contra los pobres,...
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