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¿El mundo para los americanos?

William Ospina
19 de enero de 2025 - 05:05 a. m.
“A Donald Trump no lo ungieron los trumpistas sino los demócratas decepcionados de un gobierno que no marcó ninguna diferencia”: William Ospina.
“A Donald Trump no lo ungieron los trumpistas sino los demócratas decepcionados de un gobierno que no marcó ninguna diferencia”: William Ospina.
Foto: EFE - ALLISON DINNER
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Hegel dice que el momento más alto de una época o de una cultura es aquel en que comienza su ocaso. Hace un siglo Spengler anunció la decadencia de Occidente y hace más de medio siglo se habla de la declinación de los Estados Unidos. Pero hasta hoy, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos es la potencia hegemónica del planeta y le ha contagiado su estilo de vida al mundo entero. Es la manera de vivir de los norteamericanos: trabajo y consumo, autos y electrodomésticos, holgura y espectáculo, lo que se ha expandido por el mundo, y es por eso que ya no sabemos si Japón y China son hoy el extremo Oriente o el extremo Occidente.

Pero nunca habíamos llegado al extremo de que la elección de un presidente de Estados Unidos pusiera al mundo entero en vilo, como si se estuviera posesionando el rey del mundo. Y el narcisismo neroniano de Donald Trump ayuda a magnificar esa ilusión, porque el magnate es experto en mercadeo y en publicidad, y se ha inventado un personaje que de algún modo resume la mitología de historieta de los Estados Unidos, desde Teodoro Roosevelt y Citizen Kane hasta el gran Gatsby y Al Capone. Ver en escena el destino de un gran país convertido en teatro de postrimerías, donde no ha terminado el génesis y ya comenzó el apocalipsis, es lo que les da a estos días su aura fascinante y terrorífica.

¿Se apoderará Trump de Groenlandia? ¿Volverá a gritar como Teodoro Roosevelt “I took Panama”? ¿Convertirá a Canadá en el estado 51 de la Unión? ¿Hará la paz en Ucrania celebrando una sospechosa y secreta alianza con Vladimir Putin? ¿Sostendrá el holocausto de Gaza? ¿Detendrá el ascenso imparable de la China de Xi Yinping? ¿Empezará una guerra inédita contra los carteles de la droga ahora redefinidos como terroristas? ¿Derrotará por fin la cada vez más agónica revolución cubana? ¿Acabará con Maduro y con Ortega? ¿Impondrá sobre el país que fundó la simbólica democracia de Occidente el poder de esa oligarquía tecnológica que anuncia Biden en su melancólica despedida?

Así como el primer cuarto de este siglo XXI debutó con la demolición de las Torres Gemelas, las guerras de Irak y Afganistán y las pesadillas del terrorismo, este segundo cuarto de siglo parece comenzar con un delirio expansionista y hegemonista como no se veía hace mucho tiempo. Trump defiende su codicia de Groenlandia y de Panamá con la tesis hitleriana del “espacio vital”. A la vieja doctrina de “América para los americanos” quiere sustituirla por la aún más ambiciosa de “el mundo para los americanos”, y ya se sabe que en ese contexto los americanos son solo los americanos del norte. Pero ya que esa ha sido en realidad la política de los Estados Unidos en los últimos ochenta años, uno empieza a sentir que lo que durante mucho tiempo fue un hecho ahora se está convirtiendo solo en un discurso.

La contundencia de los hechos podría estar siendo reemplazada por la estridencia de los discursos, por el rugido del león de la Metro, por un poder de fachada. Xi Yinping no necesita grandes discursos ni declaraciones tremebundas porque sabe que su país está creciendo de verdad, que sus capitales se están abriendo paso en el mundo entero, que su política es la gran política de la época. Nunca en la historia se había visto a un país arruinado y postrado alzarse de su postración y casi convertirse en menos de cuarenta años en la primera potencia planetaria: lo que ha hecho China es un milagro, inquietante pero deslumbrante.

Es una lástima que los Estados Unidos, que tal vez fueron un milagro mayor, porque no solo construyeron una gran economía y un gran poder político, sino que bosquejaron un ideal de civilización, que si no logró por lo menos aspiró honradamente a realizar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la revolución francesa -aunque solo dentro de sus fronteras-, quieran dar marcha atrás en su proyecto. Que temerosos de la prosperidad de los otros caigan en la tentación de desmontar su modelo de institucionalidad, de convivencia y de solidaridad, un modelo que les permitió derrotar a Hitler, reconstruir Europa, y abrir un espacio de oportunidades y de dignidad para sus propias comunidades postergadas. Es una lástima que un país que se convirtió en un faro para los perseguidos del mundo ahora quiera cortarse las manos protectoras y arrepentirse de haber sido hospitalario y de haber sido generoso.

Pero, como decía Mao Zedong, “es el hecho de que no haya un tigre en la montaña lo que le permite al mono volverse rey”. No es Donald Trump quien se ha abierto camino, lo suyo no es una usurpación, son los demócratas quienes le abrieron camino y le dieron el triunfo, porque, como se sabe, en las últimas elecciones Trump obtuvo los mismos votos que antes, y en cambio más de 14 millones que habían votado por Biden se abstuvieron de votar por Kamala Harris. A Trump no lo ungieron los trumpistas sino los demócratas decepcionados de un gobierno que no marcó ninguna diferencia.

En América Latina sí que sabemos que la diferencia a la hora de gobernar entre demócratas y republicanos es ninguna, y que el gran imperio que debería ser nuestro aliado no solo no ha contribuido a engrandecernos, sino que le ha añadido males a nuestros males. La producción milenaria de coca es fruto de la naturaleza, pero el consumo disparado de cocaína es fruto de la sociedad, y los gobiernos norteamericanos de ambos partidos prefieren preguntarse por qué producen tanta droga los que viven mal en vez de preguntarse por qué consumen tanta los que viven bien, y se acostumbraron a pensar que solo es malo lo que hacen los otros.

Presiento que haga lo que haga Trump no terminará siendo más malo que lo que ya hicieron los demócratas. Es bajo el gobierno de Biden que se ha dado la ominosa guerra de Ucrania, y es bajo el gobierno de Biden que se ha dado la espantosa venganza del gobierno de Israel contra los palestinos. Trump es insoportablemente estridente, vanidoso y arrogante, pero ya veremos si logra ser tan desastroso como este gobierno que decepcionó tanto a sus propios votantes. Evidentemente ante la disyuntiva los jóvenes prefirieron no votar.

Lo que sí está claro es que no será cayendo en manos de la oligarquía tecnológica, ni de las petroleras, ni continuando bajo la supremacía de la industria militar, como podrán conservar los Estados Unidos su puesto como modelo de civilización. Siempre he creído que mantener el bloqueo sobre Cuba es regalarles un peón a los rusos y es atornillar a Maduro. Pero satanizar a los inmigrantes, amenazar a México, ofender a Panamá, no les ayudará a rodearse de buenos vecinos.

Finalmente, si Taiwán es la gran prioridad de la China, si Crimea es la gran prioridad de los rusos, el Caribe y la América Latina debería ser la gran prioridad de los Estados Unidos, lo que podría permitirles mantener su vigencia histórica. Pero eso requiere amistad verdadera, cooperación en grande, una verdadera política de buenos vecinos. Y hoy nadie en Estados Unidos sabe diseñarla.

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Fabio(32835)22 de enero de 2025 - 04:13 a. m.
William Ospina ha vuelto a escribir muy bien, pero muy bien!
Fernando(97810)21 de enero de 2025 - 08:55 p. m.
Muy buena columna
Ccdaw(0kmc6)20 de enero de 2025 - 12:31 p. m.
Trump no va a fungir como presidente de USA, va a ser el director de orquesta del nuevo capitalismo corporativo. La colonización, ya no por parte de un país sino de las grandes corporaciones, nos va a traer un saqueo cada vez mayor de nuestros recursos naturales ... empobrecimiento y empobrecimiento.
José(70717)20 de enero de 2025 - 07:57 a. m.
Se nota un sentimiento de tristeza por el declive y la debacle de la potencia norteamericana en los dominios de América Latina y del mundo. Las lamentaciones están fuera de lugar en estis momentos de crisis.hace falta orientar y combatir.
Dorita(37038)20 de enero de 2025 - 05:26 a. m.
Muy buena columna por la radiografía que hace del presidente a posicionarse mañana 20 de enero. Lastima estas líneas "pero ya veremos si logra ser tan desastroso como este gobierno que decepcionó tanto a sus propios votantes" sin duda nuestro país estaría "desastroso" con su ungido candidato. Y de acuerdo con la EXPECTACIÓN mundial de alguien tan voluble, ególatra con convicción de ser el rey del mundo.
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