Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

El penacho de Moctezuma

William Ospina

24 de octubre de 2020 - 10:00 p. m.

Los artistas o sacerdotes que hace más de cinco siglos hicieron este tocado de plumas caudales de quetzal engarzadas en oro para la corte de Moctezuma no podían imaginar la extraña suerte que iba a correr ese objeto fantástico.

PUBLICIDAD

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

Hoy México lo reclama como parte sagrada de su memoria histórica y Austria no solo le responde que no puede moverlo del sitio donde lo tiene exhibido en el centro de Viena, porque cualquier movimiento podría deteriorarlo, sino que esa obra de arte forma ya parte del ADN de los austriacos y no podrían desprenderse de él.

Sin presentir las carabelas que ya venían por el mar, alrededor de los artífices todo discurría sin duda como de costumbre: Tenochtitlán era ya la ciudad más grande del mundo, una Venecia surreal con templos flanqueados por serpientes y jaguares de piedra de colores feroces, amplios mercados, barrios residenciales, palacios diagramados siguiendo el dibujo de las constelaciones y barcas floridas que iban y venían por los canales.

Hoy nadie sabe con certeza cuál era la función de ese tocado: algunos atrevieron la versión falsa de que era más bien una capa para cubrir los cuerpos, otros sostienen que cumplía el papel de las diademas y estaba hecho para la cabeza del propio emperador, y hay quien dice que parece pertenecer más al mundo maya que al mundo azteca y que tejerlo en la tierra de Moctezuma con plumas de las selvas de Guatemala lo hacía todavía más exótico y misterioso.

Pero el tocado es más que una bella artesanía y sin duda más que una corona imperial. Es un símbolo profundo de un territorio y de una cultura, combina las propiedades del algodón y del agave, de las orquídeas, de la variedad de los pájaros, el saber de los orfebres y la destreza de los amantecas, los artífices plumarios de las ceremonias reales.

Tejieron primero una red de fibras de agave, de una de las 159 especies de agave que hacen de México el país de los magueyes. Las fibras de agave suelen ser de una suavidad y de una resistencia extremas, para toda clase de objetos que requieran a la vez flexibilidad y firmeza. Sobre esa retícula de hilos largos y flexibles de agave palmeana, los artistas dispusieron siete varillas largas forradas cuidadosamente en hilo de maguey, y veinte varillas cortas que ataron a la red para formar un inmenso abanico.

Read more!

Cosieron allí grandes hojas de papel de agave y de algodón, y sobre ese entramado fueron pegando y cosiendo cuatro clases de plumas: una franja de plumas color azul turquesa del pájaro xiuhtototl, al que en castellano llamamos cotinga; una hilera de plumas rosadas de la garza espátula; plumas caudales color canela del cuclillo marrón al que los aztecas llamaban tlauquechol; y finalmente sobre una base de plumas cortas un enorme penacho con 222 plumas caudales de quetzal, el pájaro sagrado de Centroamérica, cuyo vuelo había hecho concebir a las mitologías la imagen de la serpiente emplumada.

Las plumas pequeñas de colores se pegaban a la red con un pegante difícil y durable, un mucílago hecho con miel de orquídeas zautli, ricas en azúcares. En la base de los distintos niveles de plumas cosieron discos de oro perforados y a lo largo de la línea inferior, numerosas medialunas de oro.

El diseño en esas culturas nunca era meramente decorativo: el agave, el algodón, la miel del zautli, las plumas radiantes de los pájaros, el penacho de plumas de quetzal y el resplandor de las piezas de oro solo podían ser una invocación al dios de los pájaros, Quetzalcoatl, para que trasmitiera sus poderes al portador del tocado ceremonial. Era parte de un ritual mágico.

Read more!

Una vez puesto sobre el elegido, tenía que conferirle un aspecto abrumador, pero la belleza del diseño y el refinamiento de los artífices redoblaba el poder del conjuro. Lo que aquellos artistas no podían imaginar es la extrañeza que podía causar un objeto tan poderoso sobre otras culturas, lo que finalmente ocurrió: que ese tocado escapara a su mundo de origen, que en manos de los invasores del reino y a lo mejor como un regalo cruzara el océano, y pasando de mano en mano por los gabinetes de curiosidades de los príncipes europeos, cinco siglos después todavía fuera objeto de veneración y de rivalidad.

No ad for you

Con el nombre de “Penacho de Moctezuma”, Austria exhibe todavía hoy en su Museo del Mundo ese objeto gastado por cinco siglos de miradas perplejas. Esta semana México ha vuelto a pedirle a Viena que se lo devuelva o que se lo dé en préstamo por una temporada, para conmemorar los cinco siglos de la Invasión y los dos siglos de la Independencia.

Yo creo que México, al reclamar esos bienes culturales, que sus actuales poseedores retienen con toda clase de argumentos, en realidad se esfuerza por recordarle a su propio pueblo la existencia de esos bienes tan significativos, piezas de alfarería y de orfebrería, joyas y códices, para renovar la conciencia colectiva del valor de esos tesoros.

Es lo que también nosotros deberíamos hacer con las piezas espléndidas del tesoro quimbaya que un presidente dadivoso de lo que no era suyo sino de la nación le regaló a la reina de España, y con las láminas de la Expedición Botánica, que representan nuestra primera gran aventura a la vez científica y artística.

No ad for you

¿Que para qué hacerlo si no nos las van a devolver? Quién sabe. Lo cierto es que cada vez que las reclamemos las haremos más nuestras, más entrañables; porque hablar de ellas, insistir sobre ellas, hará que alguien más entre nosotros las estudie y las valore, y los grandes tesoros culturales solo están perdidos cuando ya nadie se acuerda de ellos. Es indudable que significan mucho más para nosotros que para España, que los almacena casi que ni siquiera a la vista del público.

¿Es la Mona Lisa menos italiana por el hecho de que esté en Francia casi desde el comienzo? Todavía Italia puede enorgullecerse de su misterio. La cabeza de Nefertiti no dejará de hablar del refinamiento del arte egipcio por el hecho de que la tengan cautiva en un museo de Alemania. Las puertas de Babilonia no dejarán de pertenecer a esa ciudad fantástica por el hecho de que sus toros y sus leones ahora vivan en la isla de los museos de Berlín. Y la eterna batalla de mármol de los centauros y los lapitas no dejará de presidir el Partenón por el hecho de que la retengan en el Museo Británico.

No ad for you

Aunque estén escondidas en el Jardín Botánico de Madrid, las admirables láminas de la Expedición Botánica que pintaron artistas mestizos y mulatos de la América Equinoccial no dejarán de hablar de la naturaleza de estas tierras por el hecho de que Morillo las haya embalado cuidadosamente para España y después haya fusilado a los artistas que las hicieron; ni nos dejarán olvidar que fueron las plantas y las flores las que nos dieron una idea nueva de nuestro orgullo, el consejo de ser libres y de ser nosotros.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.