Publicidad

Se le entraron al rancho


Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
William Ospina
21 de julio de 2024 - 05:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

No le ha bastado a Petro con hacerse elegir en la compañía non sancta de Armando Benedetti y de Roy Barreras, ni dejar el gobierno en manos de una persona que no representa siquiera su programa ni la voluntad de sus electores, sino que se le acaban de entrar al rancho los voceros de la más tradicional politiquería colombiana.

Un hombre que hace apenas tres meses declaró que al país no le convenía una constituyente (temiendo que fuera convocada por los mecanismos que ahora están en manos del presidente), en cuanto asume como ministro del Interior anuncia que sí habrá constituyente, pero que para eso hay que llegar a un consenso con las fuerzas políticas, convocarla desde el Congreso, y tal vez dejarla para el gobierno siguiente.

Eso es lo que siempre les convino a los viejos dueños del país, que las constituyentes estén amarradas por los partidos corruptos que saben siempre cómo reelegirse, y que se pueda anunciar con pitos y tambores que todo será solemne y republicanamente cambiado para que todo siga igual.

Hasta aquí llegó Petro. Fue mucho lo que prometió y poco lo que hizo, pero a partir de este momento ya es rehén de los políticos, y mucho me temo que en la desesperante situación en que se encuentra, desconectado de sus funcionarios y cada vez más aislado en su vida privada, no hará nada por impedir que el llamado gobierno del cambio se convierta en una versión desteñida del viejo canapé republicano que nos tiene donde nos tiene.

Ahora nadie puede saber cuál será la suerte de este extraño presidente de víspera de siempre y día de nunca, cercado afuera por sus feroces enemigos de la oposición derechista y adentro por sus peligrosos amigos de la tradición clientelista, que ya se le instalaron en la casa. No parece estar en condiciones de oponer la menor resistencia, y Colombia corre el riesgo de seguir atrapada en las guerras sucias del uribismo y del santismo, sin que la gente que hace dos años votó masivamente por un cambio pueda saber a dónde se fueron tantos sueños.

Por un momento creí que la propuesta de Álvaro Leyva de una constituyente popular no manipulada por los políticos se abriría camino, para darle paso a una verdadera transformación de la sociedad, pero nuestros politiqueros son admirablemente diestros y se van a apoderar del gobierno de Petro, quién sabe con qué halagos o con qué chantajes.

Pero lo que sí creo es que buena parte del petrismo sincero que votó por un cambio histórico debe estar viendo con dolor y con asombro que a su gesta se la están tomando los viejos partidos, y que es el grandilocuente y retórico presidente Petro el que les va a servir el país en bandeja.

Yo no voté por él, pero me duele. Porque aunque a mucha gente amante de las buenas maneras le pareciera que Rodolfo Hernández era un maleducado y un malhablado, yo sí no dudé nunca de la sinceridad con que se enfrentó a la corrupción en Bucaramanga, y tanto, que sus enemigos lograron que fuera condenado por un delito que todo el mundo sabe que nunca ocurrió. Lo que sí sé es que Rodolfo, con todos sus arrebatos y sus defectos, nunca se le habría entregado de un modo tan inexplicable a los politiqueros.

Lo cierto es que aquí comienza el segundo capítulo de esta novela que se llama “Petro”, y estoy seguro de que no les va a gustar a los petristas, porque en realidad terminará siendo el capítulo final de la vieja novela del bipartidismo colombiano. No comenzó nada en realidad, a pesar de sus promesas y de sus proclamas, pero sí puede ser el final de una época.

Yo francamente no creo que el viejo establecimiento colombiano esté en condiciones de seguir gobernando a Colombia. Podrán ganar las elecciones, pero ya lo han dejado todo en manos de la corrupción y del crimen. Están lejos los tiempos de Murillo Toro y de Pedro Nel Ospina, de López Pumarejo y de Lleras Restrepo, de Darío Echandía y de Belisario Betancur. La grandeza de la vieja política colombiana terminó hace mucho tiempo y es una lástima que Petro no haya sido digno ni de Gaitán ni de Alfonso Barberena, de Fernando González ni de Estanislao Zuleta, de Camilo Torres ni de Carlos Gaviria. Es una lástima que su puesto en la historia vaya quedando entre Armando Benedetti y el nuevo ministro de gobierno.

Pero el futuro de Colombia será grande a pesar de sus derechas y a pesar de sus izquierdas. Simplemente hay que saberle decir adiós a este modelo que nunca supo crear una economía legal para el país entero, a este modelo corrupto y burocrático de políticos que viven como reyes, de gobiernos sin grandeza y sin patriotismo, donde hasta la justicia y las fuerzas armadas han caído en manos de la corrupción, donde hasta la paz se utiliza como herramienta de unas élites contra otras, donde la tierra sagrada está llena de huesos humanos sacrificados por la codicia y por el odio.

Yo no me cansaré de invitar a los colombianos a que formemos la Franja amarilla. No para buscar el poder formal, sino para reconstruir a Colombia desde las regiones, desde el trabajo, desde la cultura, desde la academia, desde la ciencia, desde los oficios. No podemos seguir girando alrededor de una política falta de ideas o de una retórica carente de voluntad. Este país es muy grande para que lo sigan profanando una casta sin grandeza y una politiquería sin ideales.

Hasta hace una semana yo creí que Petro podría cambiar; ahora estoy seguro de que perdió sus ilusiones y ya solo quiere que lo ayuden y lo salven los que van a perderlo. Se les está entregando a los políticos y me temo que está abandonando a su propia gente.

Esto no sería tan grave si no fuera porque muchas personas hondamente comprometidas con el país y con su transformación, con la naturaleza y con la memoria, con la paz y la reconciliación, están arriesgando el pellejo en los territorios, y el fracaso de Petro, ahora orquestado por sus nuevos y astutos amigos, puede dejar otra vez el país en manos de todos los odios y todas las venganzas. No me tiembla la voz para decir que muchos viejos poderes de Colombia tal vez cultivan las buenas maneras, pero son despiadados y son criminales, y si ya hemos pasado por varios baños de sangre es porque esos poderes no vacilan en sacrificarlo todo para defender sus intereses.

Petro, desafortunadamente, no se salvará. Se aprovecharán de sus debilidades, fingirán acompañarlo y defenderlo, y después lo entregarán para que el sistema le cobre como si lo hubiera hecho, lo que apenas prometió hacer: devolverle el país a la gente, cambiar a Colombia.

Conoce más

 

Juan(30895)29 de julio de 2024 - 05:50 p. m.
ya resulta que usted si sabe que hay que hacer en COLOMBIA. ESTE ESCRITO TUYO RAYA EN LA IGNORACIA DE LA REALIDAD DE NUESTRO PAIS Y EN LA INGENUIDAD DE SABER QUE SE PUEDE HACER Y CON QUIEN . ATERRICE ADMIRADO Y RESPETADO ESCRITOR
Carolina(d770p)25 de julio de 2024 - 12:41 a. m.
Como siempre, cosas muy acertadas, pero ojalá nunca te vuelvas a meter a recomendar votos. No fue solo Rodolfo, que sí se le entregó a otra banda de las mismas a las que se entregó Petro. Antes también nos recomendaste a uno de los jefes de esas bandas, Uribe.
Alvaro(66505)22 de julio de 2024 - 02:23 a. m.
Totalmente de acuerdo William, que dinamismo de política, corrupta hasta la médula incluyendo esa mal llamada izquierda. Para finalizar cuente con este grano de arena para lo que convocó.
fredys(9j2g1)22 de julio de 2024 - 01:37 a. m.
A Petro le esta pasando como a alguien que trata de subir a la copa de un árbol para demostrar lo capaz que es de realizar esa proeza, pero cuando lo intenta, es sujetado por las piernas por sus rivales para que no logre subir a la copa del árbol, para después echarle en cara que es un inútil que no pudo subir el árbol. Así esta pasando con Petro, la oposición le impide gobernar utilizando todo tipo de estrategias como no aprobar sus reformas, y después dicen que Petro es un inútil
Pedro(86870)22 de julio de 2024 - 12:12 a. m.
William Ospina desde la franja amarillo reconocimos su desprecio por J M Santos, pero luego vimos su apoyo de un amigote corrupto del bandido Uribe, como Oscar Iván Zuluaga, apoyar luego a Hernández e irse ahora contra el buen gobierno de Petro, no es nada saludable. Súmele a esto el afecto hacia un dictador como Maduro. "En qué país estamos Agripina" decía Rulfo en su Luvina. A ver si se alivia de una vez por todas señor escritor y deja la incoherencia.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.