Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

La hora de resistir

William Ospina

14 de junio de 2020 - 12:02 a. m.

El espíritu de imitación, que caracteriza tanto a la sociedad colombiana, nos prestó un servicio invaluable en los dos meses anteriores, porque nos permitió asumir con rigor una cuarentena que le ha evitado a Colombia una catástrofe. Sin embargo, ese mismo espíritu de imitación podría echar por la borda todo lo que hemos logrado, y convertir los dos meses siguientes en una prueba dolorosa para todos.

PUBLICIDAD

España, Italia y Francia fueron sorprendidas por la pandemia sin haber podido tomar precauciones, por eso a comienzos de marzo, cuando cobró fuerza el contagio, se sometieron a una rigurosa cuarentena que convirtió a Madrid, a París y a Venecia en ciudades fantasmas, y hasta trajo delfines frente a la columna de San Marcos.

Siguiendo su ejemplo, también nosotros nos encerramos en aquel momento, cuando apenas llegaba el virus, y temprano pudimos controlar el ritmo del contagio, de un modo que hasta ahora ha sido eficaz, y que le debe mucho al compromiso y la responsabilidad de Claudia López y de muchos gobiernos locales.

Pronto comprendimos que la cuarentena servía para dos cosas: demorar al máximo el contagio de la población más vulnerable, y darle tiempo al gobierno, para que pudiera reforzar con miles de ventiladores la capacidad del sistema hospitalario y corregir la escandalosa escasez de camas de cuidados intensivos.

Pero las cuarentenas se llaman así porque no pueden ser eternas, y menos en un país cuyas mayorías necesitan de la calle para sobrevivir. Nuestros gobiernos son hábiles en prohibir y en prometer, pero ahora sabemos que no han sido tan eficientes en habilitar los cuidados intensivos, porque la demanda mundial de equipos es abrumadora, porque los trámites de nuestra burocracia son infinitos, porque no bastan los equipos: se necesitan también profesionales capaces de manejarlos, y porque una situación como esta hace visible la alarmante desigualdad de nuestros territorios. La tragedia que Bogotá no ha vivido ya se ha visto en el Amazonas, que desde el centro del país se mira como una región recóndita, pero que está mucho más cerca del mundo de lo que imaginamos.

Read more!

Asumimos la cuarentena cuando era necesaria, pero estamos a punto de abandonarla cuando es indispensable. Hemos logrado hacer más lento el ritmo del contagio, no detenerlo. Ahora se está duplicando cada 15 días, y si hoy tenemos casi 50.000 casos, hay que saber que tendremos 100.000 a finales de junio y 200.000 a mediados de julio, antes que el ritmo empiece a descender como ocurrió en España y en Francia.

Hay que entender que lo más alarmante no son los contagios, sino los índices de mortalidad. 300.000 contagios, que en Inglaterra producen 50.000 muertos, en la India producen menos de 10.000, y Colombia por fortuna ha tenido un índice de mortalidad de 3,2 %, más cercano al de la India que al de Inglaterra.

Esta dura prueba, esta pandemia, ha tenido cuatro momentos. El primero, el contagio inicial en China, de cuyas cifras sabemos poco y de cuyos métodos de control sabemos menos aun. El segundo, el abrumador caso europeo, donde las sociedades mejor preparadas para enfrentar un problema sanitario han afrontado meses dramáticos, quizá porque los mayores de 70 años son casi el 20 % de su población. El tercero, el caso de Estados Unidos, que no asumió con rigor una cuarentena, que está a punto de completar 120.000 fallecimientos, y cuya gente más vulnerable parecen ser los trabajadores que no han podido tener un buen servicio de salud. El cuarto es el nuestro: hoy América Latina es el foco mundial de la pandemia, y lo será por los dos meses siguientes.

Read more!

Asia suma un millón y medio de casos y cerca de 40 .000 muertos. Europa dos millones de casos y 200.000 muertos. Estados Unidos dos millones y 120.000 muertos. Hoy América Latina suma un millón y medio de contagios y casi 80.000 fallecidos, la mitad de ellos en Brasil. Porque hay que recordar que en nuestro continente los tres países cuyos gobiernos más negaron la gravedad de la crisis, Estados Unidos, Brasil y México, son los que suman más víctimas mortales en esta pandemia: 170.000.

Por eso hay que prestar atención al momento. No se puede decir que nos hayamos subido al tren de las cuarentenas antes de tiempo, lo hicimos de manera oportuna, pero nos va a tocar resistir más que los otros a cambio de tener resultados menos dramáticos.

No ad for you

Y es allí donde el espíritu de imitación que nos fue útil puede hacernos daño. Como España, Italia y Francia han superado el pico del contagio, comienzan a respirar con alivio y están poniendo fin a sus cuarentenas, nosotros corremos el riesgo de hacer lo mismo cuando apenas vamos a entrar en el momento más crítico. Hoy estamos en la situación en que estaba España el 25 de marzo, con 40.000 contagiados y 1.500 muertos. Si nos descuidamos, si bajamos la guardia, podemos perder todo el esfuerzo, y vamos a someter a una presión extrema al cuerpo médico, cuyo sacrificio es enorme. Nuestras ventajas son tener un índice de mortalidad mucho más bajo y un ritmo de contagio controlado.

Se entiende que los gobiernos, siguiendo el ejemplo de Trump, quieran mandar a la gente a la calle, porque el riesgo de la economía es grande. Y se entiende que la gente necesite lanzarse a la calle, a intentar sobrevivir, porque en nuestros países la vida es dura. Pero es la hora de resistir. Nos molestó la cuarentena como una orden del Estado, porque de todos modos vulneraba nuestra libertad, pero hoy depende de cada ciudadano, de su responsabilidad, impedir que lo que hasta ahora hemos sostenido se desplome.

No ad for you

Desde el comienzo supimos que había que esperar cuatro meses. Ahora hay que resistir el tiempo que falta, aunque el Estado no nos obligue. Y hay que exigir la renta básica. Porque los ventiladores, además, no han llegado.

Pero que no se piense que hemos olvidado lo principal: que esta pandemia puso al desnudo la locura y la injusticia del orden en que vivimos. Que resistir solo vale la pena por la inmensa tarea que nos espera, por el mundo necesario que veremos nacer. Porque tal vez tiene razón un mensaje que anda circulando: si queremos que el mundo sobreviva, pronto tendremos que desconectar los aparatos y conectar los cerebros, desactivar en serio nuestras pantallas y activar nuestros cuerpos.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.