El destino sabe perder a los seres humanos: alimentando su poder, adulando su vanidad, dándoles más de lo que merecen, deslumbrándolos con una idea exagerada de sus propios méritos. En las monarquías antiguas los gobernantes les contagiaban su estilo a los pueblos: Calígula hacía más perversa a Roma, Tiberio la hacía más cruel, Nerón la hacía más vanidosamente criminal, Vitelio la hundía en la gula. Hoy son a menudo los pueblos los que contagian su estilo a los gobernantes o ungen a aquellos que más se les parecen.
Todos en estos días deberíamos leer la Decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon, para tratar de...
Conoce más
