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Los empresarios del miedo

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William Ospina
29 de junio de 2025 - 05:05 a. m.
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Estoy convencido de que Rusia no es un peligro para Europa. Basta ver de qué modo le ha costado tres años avanzar sobre Ucrania para apoderarse de algo que ya le pertenecía hace un siglo, la península de Crimea, o territorios que fueron rusos desde siempre como Donetsk y Luhansk, para comprender que no está en la intención de Rusia, y menos aún en su capacidad, apoderarse por la fuerza de Europa.

Pero hay poderes a los que siempre les convino el relato de la amenaza rusa, y el primero de ellos es Estados Unidos. La tendencia natural tendría que ser a la alianza entre Europa y Rusia, ya que cultural e históricamente comparten tantas cosas, pero la convicción de que la Unión Soviética era el enemigo a temer después de la Segunda Guerra Mundial permitió construir el modelo de la Unión Europea, que ha sido el experimento político más exitoso del último siglo.

Europa, que se desgarró sin tregua en guerras fratricidas, encontró en la certeza de ese enemigo común, la Unión Soviética, un motivo suficiente para unirse, así como encontró la clave de su tranquilidad en el hecho de contar con Estados Unidos como su protector. Un enemigo externo y un protector externo son las claves de las ocho décadas de paz y de prosperidad que ha vivido Europa.

Pero en marzo pasado Donald Trump vino a decirles que Rusia no era tan enemiga como ellos pensaban y que Estados Unidos no era tan amigo como ellos querían: eso bastó para quitarles el sueño a los europeos, y en primer lugar a su cúpula gobernante, que vive, como casi todo gobierno en estos tiempos, de gerenciarle el miedo a la humanidad.

Sin embargo, cuando la Unión Soviética estaba en su plenitud, en los años cuarenta, más bien vino en auxilio de Europa para ayudarle a derrotar a los nazis. Es verdad que, como consecuencia de aquel avance, los soviéticos terminaron extendiendo su poder sobre los países de Europa Oriental y formando ante la alianza militar de los occidentales, el Pacto de Varsovia. Eso justificó el temor de Europa ante el poder expansionista de sus vecinos; pero también Inglaterra, Francia y Alemania fueron antes invasores, y eso no los inhabilita ahora para ser amigos.

La Unión Soviética se desintegró, no por una invasión exterior, sino por su propia crisis interna; el comunismo fue abandonado, Rusia se convirtió otra vez en una sociedad de mercado y el Pacto de Varsovia se deshizo, pero eso no bastó para que Europa dejara de sentir a Rusia como una amenaza. El amigo norteamericano no dejó de recordarles que en Moscú estaba el peligro, y de ofrecerles su apoyo ante el enorme adversario. Porque después de la Segunda Guerra Mundial, el complejo militar industrial que quedó al mando de las naciones se encargó de asegurar que no llegara la paz sino la Guerra Fría, y los países siguieron armándose como si estuvieran aún en guerra: la tensa paz de los últimos 80 años la hemos vivido a la sombra del chantaje nuclear y de una sucesión de conflictos periféricos, que ponen a prueba los renovados arsenales de la guerra convencional, mientras al fondo acechan las bodegas del apocalipsis.

Así que Europa construyó su paz sobre el supuesto de un tenebroso enemigo exterior, y una de las razones es que a la hegemonía de Estados Unidos no le convino nunca una alianza entre esas dos caras de una misma cultura que son Europa y Rusia. Mantener vigente la silueta del oso ruso que viene a devorar a Europa ha sido un factor positivo de alianza para países que siempre se odiaron, y a la vez garantía del hegemonismo norteamericano en estos ochenta años de posguerra.

Pero cuando Donald Trump —a quien no es que no le interesen las guerras, sino que le interesan más los negocios— vino a decirle a Europa que olvidara su conflicto con Rusia y que dejara de alentar la guerra de Ucrania, que pudo resolverse con un acuerdo hace tres años si la cúpula de Europa no lo hubiera impedido, los jefes de la Unión Europea se alarmaron tanto que empezaron a ver en Estados Unidos un adversario.

Y allí apareció el verdadero poder que domina el mundo: el complejo militar industrial al que ya Eisenhower había denunciado como el mayor peligro que se cernía sobre la humanidad después de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo que ser él, si se puede usar ese pronombre, el que le susurró a Trump en su oreja todavía rasgada que esa era la ocasión para resolver de un golpe varios problemas. Uno: que la deuda enorme que pesa sobre los Estados Unidos no les permite mantener los enormes presupuestos de defensa que requiere la industria militar; y otro: que el gasto para sostener la tranquilidad de Europa les estaba resultando demasiado oneroso.

“¿La asustada Europa no se atreve a mirar a Rusia como un socio, aunque haya caído la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia se haya esfumado? —parece decirse Donald Trump— ¡Entonces que pague por su necesidad de alentar la amenaza que la mantiene unida!”. Estados Unidos, que necesitaba reducir su presupuesto militar pero no podía bajar el ritmo de su producción de armas (que sigue el modelo de la industria de la moda, con colecciones de primavera y de verano, y que tiene en las guerras sucesivas sus escenarios de promoción y de degustación), le ha dicho a Europa que si quiere seguridad tendrá que pagarla. Así que el todopoderoso complejo militar industrial, mientras Estados Unidos disminuye sus gastos, no perderá su dinámica, porque Europa se encargará de sostenerlo con el 5 por ciento de su presupuesto global, para felicidad de las burocracias.

También para eso sirve el progreso, para que los que viven en la sociedad del bienestar sepan que su seguridad será cada vez más costosa. A los pobres del mundo no los alarma que a veces se vaya la luz o haya racionamientos de agua, pero a los que viven en los jardines del mundo el menor apagón les puede hacer perder no solo el sueño sino la tranquilidad.

Y así anda el mundo: vivir sin miedo, o con poco miedo, le puede costar a un continente como Europa 800 mil millones de euros. Y pagándolos se aseguran por fin lo que hace poco era más barato: la ilusión de tener un amigo protector, y la certeza de tener un enemigo maligno que afila sin cesar sus zarpas contra ellos.

Y si alguno se niega, como España, a sacrificar su gasto social por estar pagando una fortuna en seguridad, los que le venden esa seguridad, como cualquier mafioso de nuestras calles, no tienen escrúpulos en decirle: “Si no quieres que te protejamos, ya te haremos saber cuán inseguro estás”. El modelo termina siendo igual en las barriadas del tercer mundo y en las blancas terrazas de la sociedad opulenta.

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Rod(24557)02 de julio de 2025 - 10:03 a. m.
y el primo de Pablo E. G, sigue sin tomar gotitas de Valeriana
Alfredo Rojas Otálora(44610)30 de junio de 2025 - 06:46 a. m.
Que simplificación tan acomodada, Rusia invade y es una dictadura de un solo hombre, como antes lo fue de un socialismo mal llevado... cierto el análisis del matoneo que se mantiene administrando miedos....pero sus amores se notan..
PETER ANTHROPUS(t0n84)30 de junio de 2025 - 01:41 a. m.
El hecho de que Putin sea un dictador, aliado con China, no hace muy fácil creerlo inofensivo. Justificar que Ucrania era de Rusia devela tu nostalgia del socialismo soviético. Por qué no te vas para Venezuela o Cuba si tanto gustas? No n Colombia no queremos hablar Ruso ni Chino.
  • Groti Hoz(upmgy)30 de junio de 2025 - 03:29 a. m.
    Que desinformado anda Peter. Un viaje en lecturas de geopolitica, geoeconomia, y alianzas estrategias mundiales te permitirá ver lo complejo que es el tema y no expresarse de esa forma de buenos y malos, de blancos y negros.
  • Groti Hoz(upmgy)30 de junio de 2025 - 03:29 a. m.
    Que desinformado anda Peter. Un viaje en lecturas de geopolitica, geoeconomia, y alianzas estrategias mundiales te permitirá ver lo complejo que es el tema y no expresarse de esa forma de buenos y malos, de blancos y negros.
Cordillerano(64187)30 de junio de 2025 - 01:35 a. m.
Magistral!!!
jeovanny hurtado velasquez(57877)29 de junio de 2025 - 11:09 p. m.
Un análisis que deja ver el poderío de los EEUU y la pusilánime respuesta de Europa frente a toma de decisiones de seguridad, de defensa y de prospectiva política a futuro.
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