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Los milagros posibles

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William Ospina
24 de enero de 2021 - 03:00 a. m.
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Ya hace un año, cuando comenzaban las alarmas de la pandemia, teníamos que saber que el peligro solo terminaría cuando más de la mitad de la población del mundo se hubiera inmunizado frente al virus. Muchos lo dijeron y hasta recomendaron que lo que teníamos que hacer era contagiarnos pronto, para que más pronto terminara la emergencia.

Pero eso suponía un sacrificio terrible: así no muriera sino el dos por mil de la población mundial, ello equivaldría a 15 millones de personas. Alguien dirá que es poco, frente a pandemias que se llevaron al diez por ciento de la humanidad, o frente a la peste negra medieval, que mató más de la mitad de la población de Europa. Pero el corazón no sabe de estadísticas: un solo muerto amado puede derrumbar nuestra vida.

Los Estados Unidos acaban de darnos una lección tremenda. Un presidente bufonesco y megalómano, temiendo que la economía se derrumbara y con ella su reelección, declaró que no había tal pandemia sino apenas una gripa estacional un poco más fuerte. Y hasta afirmó que si la gripa estacional se llevaba cada año en su país a 60.000 personas, ellos estaban dispuestos a sacrificar algo más.

Eran certezas temerarias. Pronto se vio que no sabíamos qué pandemia era esta, y es posible que no lo sepamos todavía. Ya han muerto en Estados Unidos más de 400.000 personas; en el mundo, dos millones; en Colombia, 50.000, mucho más de lo que pudo pensarse inicialmente, y aún no se ha contagiado una cuarta parte de la población.

La pandemia ha pasado otras cuentas de cobro. A Donald Trump, por irresponsable y por insensible, ya le cobró la presidencia que tanto amaba, y tenemos que agradecerlo porque Trump era más peligroso que la pandemia para el mundo. Si negando la gravedad del virus facilitó la muerte de 400.000 personas, negando el cambio climático pudo llevarnos a una situación irreversible con el clima mundial. Ahora no es que estemos a salvo, pero sentimos que algo puede cambiar. Es alentador ver que la humanidad es capaz de reaccionar, que 80 millones de personas hayan advertido el horror de avanzar por el camino irresponsable y estúpido que el magnate aconsejaba.

Ha pasado un año: por un milagro de la voluntad y de la ciencia ya hay vacunas disponibles, pero todavía será arduo el proceso de vacunación. Hay milagros posibles, y si la primera prioridad del mundo era salvarse de Trump y de su marcha ciega hacia el abismo, la segunda prioridad es inmunizarse frente a la pandemia y hay que hacerlo con la mayor rapidez. Joe Biden ha anunciado 100 millones de dosis enseguida para los Estados Unidos. Colombia necesita 20 millones de vacunas con la mayor urgencia, y el mundo, 3.000 millones enseguida.

Por qué enseguida (y esta es la razón por la cual esperar a que la mitad del mundo se contagie es una mala idea): el mayor peligro no es ni siquiera el virus, el mayor peligro es que en las mutaciones que el virus alcanza en su contacto con los organismos pueda presentarse alguna que lo vuelva potencialmente más mortífero. Ya era peligrosa una mutación durante la pandemia de gripe española hace un siglo, pero entonces éramos 2.000 millones de personas; hoy somos 7.500 millones en el mundo. Es evidente que si el virus tiene acceso hoy a tres veces más seres humanos que antes, el riesgo de una mutación fatal es mucho mayor.

Por eso pienso que es tan grande la urgencia, hasta el punto de exigir que los gobiernos la conviertan en su tarea ineludible. Ya que tenemos la posibilidad de esas vacunas que nos acercarían a la inmunidad colectiva, la primera prioridad en el planeta entero es vacunar a todo el mundo.

La humanidad podría inmunizarse en años por la vía natural del contagio, pero también podría perecer mientras espera. En otros tiempos, cuando la especie estaba dispersa y era más sana y lenta, el peligro era menor: hoy, con esta globalización que todo lo hace más simultáneo y accesible, sobre todas las cosas flota una sombra.

Sé que hay muchas personas que no querrán vacunarse porque no les parece natural, o porque creen en la novela delirante de una vacuna manipulada que nos robará la voluntad. Pero para manipularnos los poderes del mundo nunca necesitaron vacunas: ya tienen la democracia corrompida por el dinero, y la publicidad que puede inocular mentiras sin control y sin pudor que nos convierte en dóciles consumidores de toda clase de basuras y enfermedades. Como nadie puede obligar a los otros a vacunarse, con mayor razón las personas sensatas tendrán que vacunarse por ellos, para lograr que más de la mitad de la humanidad estorbe el camino del virus y conjure el peligro de una mutación catastrófica.

Aunque dijo poco en su discurso de posesión, Joe Biden no ignora que hay más prioridades. Una de ellas es detener el cambio climático con una transformación urgente de la matriz energética, un impulso a los coches eléctricos y una gran modificación de los hábitos de consumo. Otra es frenar la marejada dramática de las migraciones en todas las fronteras del mundo por el único camino sensato y sensible, que es detenerlas en su fuente, ayudando a convertir a los países en patrias generosas y hospitalarias para sus propios hijos.

Allí donde los monstruos solo piensan en muros y en redadas contra los inmigrantes, en la infame separación de las familias que buscan supervivencia y futuro, un modelo más humano tiene que fortalecer la capacidad de los países para dignificar a su propia gente. La vieja Alianza para el Progreso en la América Latina de los años 60 y el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa pudieron ser mejores, pero nacían de un pensamiento más lúcido que los muros en las fronteras, los golpes de Estado y la traición a los ideales democráticos.

También se requiere un esfuerzo por fortalecer democracias reales, sobre todo en este continente de plutocracias centenarias y enquistadas violencias. Estoy lejos de pensar que a las democracias se las pueda dictar desde afuera, ni siquiera creo que se las pueda diseñar desde el poder. Pero ya sería mucho dejar de entorpecer la iniciativa de las comunidades y dejar de apoyar a gobiernos corruptos y faltos de todo patriotismo.

Solo otra prioridad es de vida o muerte: superar la política prohibicionista, que incrementó enormemente el consumo de droga en el mundo, que a un tiempo destruyó las economías formales de nuestros países, corrompió las instituciones, nos condenó a la ilegalidad y nos abandonó en manos del crimen, convirtiendo a los jóvenes de un continente lleno de sueños no sólo en víctimas sino también en verdugos, seres que pasan de prisa por la vida, viendo apenas como en un relámpago el mundo y sus milagros.

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Carlos(33105)24 de enero de 2021 - 11:51 p. m.
Sabes bien qué el principal problema es la sobrepoblación, millones de simios destructores consumidores
Juan(43460)24 de enero de 2021 - 10:30 p. m.
Vacunar 35 millones de personas en un lapso de 11 meses es humanamente imposible. La "vacunación masiva relámpago" es una entelequia.
carlos(03710)24 de enero de 2021 - 09:44 p. m.
a la gente hay que exigirle un carnet de vacunado para dejarla entrar a bancos, ingresar a aviones, ingresar a sitios publicos... etc... egoistas brutos.. creyendo en que las vacunas tienen chip.....
Lucia(82133)24 de enero de 2021 - 08:22 p. m.
Si, dice 2 por mil que equivale al 0.2%. Pero de donde sale ese promedio tan bajo?
  • IVAN(96847)24 de enero de 2021 - 11:39 p. m.
    Sí es bajo ese primero, pero quizá no tanto, pues el número real de contagiados es mucho mayor que el que dan las estadísticas.
Lucia(82133)24 de enero de 2021 - 05:11 p. m.
Le recomiendo un articulo de Jared Diamond al respecto del 2 de enero 2021.
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