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                                                                                                                              No un gendarme, sino un amigo

                                                                                                                              No hay en el planeta frontera más ardiente y convulsiva que la de México con Estados Unidos. No es un país, es la presión de un continente extenuado arrojando cada día miles de inmigrantes llenos de ilusiones hacia una gran nación de trabajo y de prosperidad. Sin una estrategia concertada de productividad y de oportunidades en el seno de cada país, sin el fortalecimiento de los mercados internos, este problema no solo crecerá, sino que se volverá cada vez más inmanejable y explosivo.

                                                                                                                              No se puede alentar la apertura de fronteras para los capitales y las materias primas, y el cierre de las fronteras para la producción y para los seres humanos. América Latina es un mercado inmenso, pero también una despensa enorme, y hay que tratarlo como un socio y no apenas como un vecino en problemas: ambos somos vecinos en problemas.

                                                                                                                              México y Colombia son hoy países destrozados por el negocio de la droga, y sobre todo por el tráfico. Un tráfico que engendra mafias atroces y fortunas descomunales, que desafía toda legalidad, socava instituciones, destruye costumbres, fortalece en pueblos empobrecidos el delirio de la riqueza súbita, borra la ética del trabajo, abandona a los jóvenes sin oportunidades en manos del delito, y solo drena recursos a las sociedades a cambio de bañarlas en sangre.

                                                                                                                              Es indudable que un inmenso mercado de consumidores de droga es el factor dinamizador de ese tráfico, que no requiere ni publicidad ni tiendas, y circula con asombrosa eficacia. Pero 50 años de prohibición y guerra solo han logrado incrementar el consumo. Ya llegará el día en que la cocaína deje de ser una droga prohibida, es decir, de libre circulación, y se convierta por fin en una droga controlada, pues se sabe que es infinitamente más fácil conseguir en las calles droga prohibida que adquirir en las farmacias una droga sujeta a control. Si el tabaco hubiera sido prohibido, no se habría dado el eficaz descenso en el consumo que lograron en los últimos tiempos las campañas de información y la censura social.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No necesitamos un gendarme, sino un amigo. Estados Unidos tiene que abandonar con los países latinoamericanos ese papel de gendarme que no se atreve a ejercer ni con China ni con Arabia Saudita, y que no ejerció jamás con el Shah de Irán. Debe dejar que cada país resuelva sus crisis internas sin bloqueos y sin presiones imperiales, confiar de verdad en las ventajas de su modelo económico, y comprender que una política de apoyo al trabajo y a las culturas dará mejores frutos que el mero esfuerzo de control de las fronteras o de masivas deportaciones, para no hablar de los bloqueos, los planes Colombia o la nefasta Escuela de las Américas. Entender que fue mejor la Alianza para el Progreso que una estrategia puramente policial.

                                                                                                                              Desde la caída de la Unión Soviética, nada ha buscado tanto Cuba como el fin del extenuante bloqueo norteamericano. El fin de ese bloqueo, sin contraprestaciones, convertiría por fuerza a Cuba en un socio inseparable de Estados Unidos, porque, como lo comprendió al final Fidel Castro, cuando se necesita con urgencia un tornillo o un repuesto, no es lo mismo traerlo de Miami que tener que traerlo desde China o desde Moscú. La geografía se impone: 60 años de cercanía con Rusia no lograron que Cuba dejara de necesitar el comercio con Estados Unidos. Ahora bien, hay cosas que Cuba ha logrado y a las que no está dispuesta a renunciar: un modelo de salud generoso a pesar de la precariedad, una educación para todos y un ejemplo de convivencia que no tiene ningún otro país de América Latina.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              En Florida muchos piensan que la nueva relación no podrá darse a menos que el actual régimen cubano sea destituido, pero la verdad es que ese régimen excesivamente controlador y que limita tanto la iniciativa ciudadana, ha logrado en medio del asedio mantener a Cuba por fuera del terrible caos que tiene al resto de los países de América Latina hundidos en la violencia y en la discordia social. Ese modelo de control social no sobrevivirá al fin del bloqueo, porque a él se debe, pero es de desear que Cuba conserve sus conquistas humanas: la gente cubana es noble, cultivada y solidaria. Eso habla de un régimen severo, pero no de un orden maligno, y es tal vez eso lo que reconoce la abrumadora mayoría de países que cada año reclaman el final del bloqueo. Más frutos puede dar en la búsqueda de un entorno geográfico amigable la estrategia de buenos vecinos de Barack Obama, que el estéril bloqueo que en 60 años solo ha logrado hacer sufrir a un pueblo sin conseguir doblegarlo.

                                                                                                                              También Venezuela requiere reexaminar actitudes. Nadie viendo lo que hoy es Venezuela puede dejar de añorar los tiempos democráticos de Chávez, a pesar de lo incómodo que resultaba su discurso. Hundida la economía por la caída de los precios del petróleo, el bloqueo y las sanciones solo lograron atornillar en el poder al régimen de Nicolás Maduro, y nada impidió tanto que llegara un gobierno de transición como la amenaza trumpista de que, una vez derrotado Maduro, sería llevado a Guantánamo. El pueblo que ha padecido la gravísima crisis actual, pero que todavía admira a Chávez y siente gratitud por su proyecto, no iba a permitir semejante despropósito.

                                                                                                                              Pero sobre todo es urgente que los Estados Unidos vuelvan al espíritu de la Alianza para el Progreso, a una política de buenos vecinos que favorezca la prosperidad de sus aliados y no la sumisión, para evitar que los países arrojen cada día más emigrantes hacia sus fronteras o busquen en otra parte los socios que necesitan para superar su crisis de productividad, sus vórtices de ilegalidad agigantados por las mafias, esta crisis mortal de convivencia que engendran el delito, la corrupción estatal y la asfixia económica.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Si Estados Unidos tiene conciencia de su situación en este momento de la historia y una visión estratégica de su futuro, debería apresurarse a mejorar y reorientar sus relaciones con América Latina. Aquí están el agua, las reservas naturales, la biodiversidad, la bodega de alimentos orgánicos, una sencillez de la vida y una riqueza cultural que serán cada vez más necesarios para el mundo. Pero no se podrá aprovechar este descomunal banco de vida si no se brinda a sus habitantes un horizonte mínimo de prosperidad y de dignidad. Solo con alianzas fuertes y verdaderas, nacidas de una auténtica reciprocidad, se podrán afrontar con éxito y con pertinencia unos desafíos que no son ya del futuro, sino del presente inmediato.

                                                                                                                              No hay en el planeta frontera más ardiente y convulsiva que la de México con Estados Unidos. No es un país, es la presión de un continente extenuado arrojando cada día miles de inmigrantes llenos de ilusiones hacia una gran nación de trabajo y de prosperidad. Sin una estrategia concertada de productividad y de oportunidades en el seno de cada país, sin el fortalecimiento de los mercados internos, este problema no solo crecerá, sino que se volverá cada vez más inmanejable y explosivo.

                                                                                                                              No se puede alentar la apertura de fronteras para los capitales y las materias primas, y el cierre de las fronteras para la producción y para los seres humanos. América Latina es un mercado inmenso, pero también una despensa enorme, y hay que tratarlo como un socio y no apenas como un vecino en problemas: ambos somos vecinos en problemas.

                                                                                                                              México y Colombia son hoy países destrozados por el negocio de la droga, y sobre todo por el tráfico. Un tráfico que engendra mafias atroces y fortunas descomunales, que desafía toda legalidad, socava instituciones, destruye costumbres, fortalece en pueblos empobrecidos el delirio de la riqueza súbita, borra la ética del trabajo, abandona a los jóvenes sin oportunidades en manos del delito, y solo drena recursos a las sociedades a cambio de bañarlas en sangre.

                                                                                                                              Es indudable que un inmenso mercado de consumidores de droga es el factor dinamizador de ese tráfico, que no requiere ni publicidad ni tiendas, y circula con asombrosa eficacia. Pero 50 años de prohibición y guerra solo han logrado incrementar el consumo. Ya llegará el día en que la cocaína deje de ser una droga prohibida, es decir, de libre circulación, y se convierta por fin en una droga controlada, pues se sabe que es infinitamente más fácil conseguir en las calles droga prohibida que adquirir en las farmacias una droga sujeta a control. Si el tabaco hubiera sido prohibido, no se habría dado el eficaz descenso en el consumo que lograron en los últimos tiempos las campañas de información y la censura social.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Pero mientras llega esa hora de sabiduría que convierta de verdad las drogas en un asunto de salud pública y no en una cuestión criminal, la única alternativa eficiente será construir en los países una economía productiva que brinde a las personas ingresos básicos y acceso a la riqueza por las vías legales, y genere oportunidades que protejan a los jóvenes de la vorágine de la violencia. Es por eso que la gente huye: porque quiere formar parte de una economía legal.

                                                                                                                              No necesitamos un gendarme, sino un amigo. Estados Unidos tiene que abandonar con los países latinoamericanos ese papel de gendarme que no se atreve a ejercer ni con China ni con Arabia Saudita, y que no ejerció jamás con el Shah de Irán. Debe dejar que cada país resuelva sus crisis internas sin bloqueos y sin presiones imperiales, confiar de verdad en las ventajas de su modelo económico, y comprender que una política de apoyo al trabajo y a las culturas dará mejores frutos que el mero esfuerzo de control de las fronteras o de masivas deportaciones, para no hablar de los bloqueos, los planes Colombia o la nefasta Escuela de las Américas. Entender que fue mejor la Alianza para el Progreso que una estrategia puramente policial.

                                                                                                                              Desde la caída de la Unión Soviética, nada ha buscado tanto Cuba como el fin del extenuante bloqueo norteamericano. El fin de ese bloqueo, sin contraprestaciones, convertiría por fuerza a Cuba en un socio inseparable de Estados Unidos, porque, como lo comprendió al final Fidel Castro, cuando se necesita con urgencia un tornillo o un repuesto, no es lo mismo traerlo de Miami que tener que traerlo desde China o desde Moscú. La geografía se impone: 60 años de cercanía con Rusia no lograron que Cuba dejara de necesitar el comercio con Estados Unidos. Ahora bien, hay cosas que Cuba ha logrado y a las que no está dispuesta a renunciar: un modelo de salud generoso a pesar de la precariedad, una educación para todos y un ejemplo de convivencia que no tiene ningún otro país de América Latina.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              También Venezuela requiere reexaminar actitudes. Nadie viendo lo que hoy es Venezuela puede dejar de añorar los tiempos democráticos de Chávez, a pesar de lo incómodo que resultaba su discurso. Hundida la economía por la caída de los precios del petróleo, el bloqueo y las sanciones solo lograron atornillar en el poder al régimen de Nicolás Maduro, y nada impidió tanto que llegara un gobierno de transición como la amenaza trumpista de que, una vez derrotado Maduro, sería llevado a Guantánamo. El pueblo que ha padecido la gravísima crisis actual, pero que todavía admira a Chávez y siente gratitud por su proyecto, no iba a permitir semejante despropósito.

                                                                                                                              Pero sobre todo es urgente que los Estados Unidos vuelvan al espíritu de la Alianza para el Progreso, a una política de buenos vecinos que favorezca la prosperidad de sus aliados y no la sumisión, para evitar que los países arrojen cada día más emigrantes hacia sus fronteras o busquen en otra parte los socios que necesitan para superar su crisis de productividad, sus vórtices de ilegalidad agigantados por las mafias, esta crisis mortal de convivencia que engendran el delito, la corrupción estatal y la asfixia económica.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Ver todas las noticias
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