Hace 80 años, un hombre calculador precipitó con sutiles intrigas el bombardeo de los japoneses sobre la base militar de Pearl Harbor, en Hawái, para lograr lo que en ese momento anhelaban por igual Winston Churchill y José Stalin: la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Era lo único que podía detener a las delirantes potencias del eje, Alemania, que se estaba apoderando aceleradamente de Europa y acababa de invadir a Rusia; Japón, que había invadido la Manchuria y se preparaba para apoderarse de Indochina, de Tailandia, Birmania y Singapur; e Italia, que había ocupado Etiopía y recordaba el antiguo dominio...
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