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¡Todos a la mesa!


William Ospina
30 de junio de 2024 - 05:05 a. m.
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Si el presidente Petro no hace un replanteamiento de fondo de su gobierno, el país caerá peligrosamente en manos de la política extrema violenta y militarista. No será algo nuevo, pero sí será mucho peor que lo que hemos vivido hasta ahora, porque con el pretexto de que está gobernando la izquierda le atribuirán a Petro todo lo que ellos hicieron: la pobreza, el atraso, la violencia, la inseguridad, el olvido del país, la falta de una economía productiva, que nos ha dejado en poder de las mafias.

Petro ha querido cambiar las cosas, pero su personalidad no lo deja, solo cree en los métodos tradicionales: el forcejeo parlamentario con un Congreso corrupto, las órdenes a los ministros, el aislamiento en la cúpula del poder, los discursos altisonantes, los cada vez más erráticos procesos de negociación, preferir las promesas a las obras, y gastarse el presupuesto nacional en subsidios y en propaganda. Por ese camino ni uno solo de los problemas del país se resuelve, todos se van agravando de un modo visible. Aunque el presidente no lo quiera, la corrupción hace su agosto, y todo va preparando la cuenta de cobro que los viejos autores de este desastre le pasarán a Petro, pero que no pagará Petro sino Colombia.

Cada vez que el agua le llega al cuello, Petro reformula su gobierno de un modo convencional y burocrático, cambiando ministros y funcionarios. Le reprocha a Patricia Ariza no haber cambiado la cultura en seis meses, a Ocampo no haber arreglado las finanzas en ocho, a Cecilia López no haber hecho la reforma agraria, a Danilo Rueda no haber hecho la Paz; los va sacando como fusibles quemados, y solo se queda con Laura Sarabia porque le maneja bien su agenda.

Pero es que es más fácil para Laura Sarabia manejar la agenda de Petro que para Petro manejar la agenda del país. Sarabia sabe manejar el tiempo del presidente, pero el tiempo de Colombia es otra cosa, y todo lo malo se está acelerando, y hay gente muy feliz viendo crecer las nubes sobre el horizonte.

Yo no me hice ilusiones con Petro, pero Petro no tiene derecho a quedarle mal al medio país que votó por él, ni a los quince millones que en la primera vuelta votaron por un cambio real en la sociedad colombiana. Porque si Petro no hace algo efectivo por cambiar las tendencias de la sociedad, va a dejar al país peor de lo que lo encontró. Sus aduladores, que los tiene, estarán tratando de convencerlo de que está salvando a Colombia, aunque se sienten crecer la violencia, la inseguridad, la zozobra; aunque ya hay masacres en Medellín y guerra disparada en el Cauca y corrupción en el gobierno, y la eterna discordia que crece en los barcos cuando los capitanes se encierran.

Petro no tiene derecho a dilapidar la única propuesta de cambio en grande que se ha abierto camino en Colombia en ochenta años. Yo, que no voté por él, le digo: usted tiene una responsabilidad y un compromiso, y tiene que cumplirlo. El problema no es de los ministros sino de quien les dicta la política, el problema es usted, pero todos tenemos el deber de no dejarlo fracasar, porque no será el fracaso de Petro sino el fracaso de Colombia.

Tomando su whisky y fumando sus puros Churchill supo derrotar a los nazis, el problema no es qué vino toma el presidente sino qué decisiones toma, y dejar toda la responsabilidad del país y la suerte de cincuenta millones de personas en manos de una secretaria eficiente, y sin duda leal, pero sin mandato, no es una buena decisión.

Tenemos un país cuya agroindustria podría ser una bendición para el mundo. Producir alimentos orgánicos de alta calidad, cultivados en suelos propicios, con tecnología sana y de avanzada, con el refinamiento en sus procesos productivos del país que cultiva el mejor café del mundo, con la mayor diversidad biológica imaginable y una variedad de suelos y de climas que ni siquiera el Brasil tiene, es una posibilidad real.

Hacer el mayor trazado de vías de nuestra historia, siguiendo la perspectiva clarividente de liberales de verdad como Manuel Murillo Toro y de conservadores audaces como Rafael Reyes, poniendo los millones de brazos de los colombianos a trabajar con dignidad y no a pedir limosna, es una posibilidad real. Con agricultura e industria, con carreteras, puentes, puertos, ferrocarriles, fábricas, Roosevelt rescató del hambre a los Estados Unidos hace un siglo.

La verdadera revolución educativa es aliar la realidad con el conocimiento, proponer a los jóvenes recorrer y conocer el territorio, crear escuelas de artes y oficios, descubrir y alentar los talentos y las vocaciones, no poner a los jóvenes que se gradúan a preguntarse cuánto vale el pasaje a Madrid o a Miami.

Presidente Petro: el país puso en sus manos la posibilidad, no de cambiar todo en Colombia, sino de abrir una puerta efectiva al futuro. Usted tiene que escuchar al país, y sobre todo a los que no le están pidiendo puestos sino horizontes. Todo lo que usted haga en verdad por el bien de Colombia, también terminará beneficiándolos a usted y a lo suyos. Pero no al revés. No hable solo con Twitter, hable con la historia. En dos años, alguien con agallas puede hacer grandes cosas, si toma las decisiones correctas y si abandona los caminos trillados. Esto no es cuestión de grupitos: los problemas de Colombia se resuelven hablando con la América Latina, y los problemas de la América Latina se resuelven hablando con el mundo.

La prosperidad está en una economía nueva, en un verdadero mercado interno, en un mercado común latinoamericano. La paz es acabar tarde o temprano con el prohibicionismo, y mientras tanto crear y fortalecer una economía incluyente y grande que nos proteja de las economías criminales. Aquí dicen que ningún negocio puede competir con la coca, pero yo digo que cualquier negocio es mejor que la coca, no porque produzca más, sino porque el precio de la droga ilegal se paga con sangre.

Y un último punto, que Uribe tampoco entendió: la guerra no se gana en los campos de batalla, la guerra se gana en la mesa de los colombianos. El que quiera cambiar a Colombia no debe decir: “todos a la guerra”, sino “¡todos a la mesa!”.

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NAVY(47439)05 de julio de 2024 - 01:15 p. m.
Excelente reflexion; no creo que el quijotesco presidente lo lea y menos que lo entienda
Javier(04232)05 de julio de 2024 - 04:07 a. m.
Un artículo más de alguien que cree que los problemas se resuelven con una columna de opinión. Lo curioso es que Ospina, quien apoyó al delincuente Hernández aún conociendo sus delitos, crea tener autoridad moral para cuestionar a alguien. Gobernar es muy complejo, opinar es muy fácil, tal vez por eso Ospina decidió seguir por este segundo camino.
Armando(24234)04 de julio de 2024 - 05:17 p. m.
Cada uno somos creadores y testigos de nuestra propia creación. Hombres como Petro son nuestro "pasado inmediato" y nuestro presente. Hace falta que entre todos hagamos nuestro porvenir y que incorporemos el pensamiento del pasado al cuerpo mismo de la historia colombiana, no que los tengamos por intresantes o meritorios, lo cual constituiría una desafortunada mutiliación de nuestro destino. La palabra es el camino, de ahí que "la esencia de la imagen consista en hacer ver algo".
Carlos(87476)01 de julio de 2024 - 05:14 p. m.
👏👏👏👏
Ramon(78770)01 de julio de 2024 - 03:51 a. m.
Excelente reflexión q revela responsabilidad y ejercicio democratico desde la libertad de expresión y el deber de exigir cuentas a quien tiene el mandato nacional El presidente es un hombre público y está obligado a escuchar la opinión pública.Por eso nada tiene q ver con un problema personal,ni con comparaciones con otros sino fundamentalmente con la gestión de este gobierno q embauco al pais en la necesidad de un cambio
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