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Una carta para los votantes de Rodolfo


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William Ospina
08 de septiembre de 2024 - 05:05 a. m.
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Sé que muchos de los que votaron por Rodolfo Hernández lo hicieron por rechazo a la izquierda guerrillera y a la personalidad de Gustavo Petro, pero sé que la inmensa mayoría lo hizo porque quería un cambio verdadero en Colombia. No cambiarlo todo, como otros pretenden en vano, sino cambiar unas cuantas cosas esenciales que mantienen al país en la postración.

La prueba está en que lo primero que hizo Rodolfo fue derrotar a la vieja maquinaria corrupta de los partidos tradicionales, y demostrar que Colombia ya no cabe en los viejos esquemas del uribismo y el antiuribismo, o en la mera confrontación entre Petro y Uribe.

Lo que en realidad quiere Colombia es un proyecto generoso y no sectario que les diga adiós por igual a las guerrillas y a los paramilitares, pero también a los políticos corruptos que compran elecciones, que son de todos esos viejos males el peor, porque es el que condenó a unos a volverse guerrilleros, a otros a volverse paramilitares, a otros a volverse mafiosos, y al Estado a ser el estímulo y el cómplice a veces de los unos y a veces de los otros.

Hace dos años Rodolfo encarnó la exasperación de Colombia con unas guerrillas que decían ser enemigas de la oligarquía pero solo causaban víctimas entre el pueblo, que decían luchar por la justicia pero secuestraban, asaltaban, mataban humildes soldados y policías, y convertían a todo el mundo en víctima de sus extorsiones y sus retenes, pero también la desesperación con unas fuerzas paramilitares que con el pretexto de combatir a la guerrilla masacraron innumerables inocentes y se dedicaron a abrir las rutas de la droga, a reinar por el terror en los campos y a extorsionar en pueblos y ciudades.

Rodolfo fue un empresario deslenguado y vehemente que se hizo a pulso y que de verdad estaba indignado con la politiquería colombiana; y ustedes son el medio país que creyó en él, porque los males que Rodolfo combatía siguen iguales o peores dos años después. Su votación fue aún más legítima que la de Petro, y sin duda más democrática, porque para obtener más de diez millones de votos Petro necesitó mover 47.000 millones de pesos, y acaso algo más, y Rodolfo apenas necesitó 7.000 millones. No solo les ahorró a las arcas públicas 40.000 millones de pesos, sino que demostró, y eso les duele a muchos, que en Colombia la democracia sí es posible, que el voto de verdadera opinión es posible.

Gracias a ustedes, que casi ni lo vieron en persona, ni recibieron nada material de él, Rodolfo Hernández realizó la mayor hazaña en la historia de la democracia colombiana: obtener casi la misma cantidad de votos que el ganador, la segunda votación en la historia de la república, gastando un mínimo de plata, despertando entusiasmo genuino, recurriendo a propuestas sencillas y válidas, y sin montar un aparato infame de gentes dedicadas a desprestigiar al adversario. Es más, Rodolfo hizo algo que ya no saben hacer los políticos: aceptar sin ira los resultados de las urnas y retirarse discretamente del escenario. Podemos estar seguros de que si hubieran sido otros los perdedores no habrían aceptado con tanta decencia la derrota. Basta ver a Maduro para comprobar cómo les cuesta a los ambiciosos de este mundo soltar el poder que la gente les entrega con tanta confianza.

Lo que más se le criticó a Rodolfo en un escenario de simuladores y de hipócritas fue su sinceridad: mostrarse como era, con sus defectos y sus ignorancias. No tenía cara oculta ni secretos guardados, y ahora sí que sabemos que eso es algo que hay que agradecer. Cuando gobernó en Santander supo sanear las finanzas públicas, y los únicos que quedaron insatisfechos con su gobierno fueron los corruptos que lo acribillaron con más de 200 demandas, y que finalmente lograron con una de ellas que se lo condenara por un contrato que nunca se firmó. Hasta la hora de su muerte sostuvo, y yo le creo, que nunca se robó un solo peso. ¡Qué iba a hacer maniobras por 300 millones un hombre que como alcalde regaló todos sus salarios!

A medida que vamos viendo quién es Petro iremos comprendiendo quién era Rodolfo. Es una lástima que se haya ido bajo la sombra de una condena injusta, víctima del legalismo tramposo de un país donde es más fácil ver en la cárcel al que no ha tocado un peso que a los que han cometido miles de crímenes o que los han patrocinado. “¡Guías ciegos, que coláis un mosquito, y os tragáis un camello!”, leemos en Mateo 24, 28. Porque la verdad es que estamos en un modelo donde si el ambicioso efectivo es el hijo del presidente, el presidente es una víctima, pero si el ambicioso intencional es el hijo de Rodolfo, Rodolfo es un criminal.

Ha muerto un hombre grande, grande a pesar de sus errores, grande en su corazón y en sus propósitos. Yo confié en él, y no voy a ser indigno de esa hazaña que realizamos hace un par de años, cuando media Colombia demostró que sí sabe lo que quiere. Y algún día alguien como Rodolfo, independiente, honrado, indignado, a lo mejor un poco insolente, pero acostumbrado a trabajar y no a robar, volverá a demostrarle al país que es posible cambiar esta farsa democrática por algo más verdadero.

Alguien que, dialogando en serio con el país y sin pretender demagógicamente cambiarlo todo, emprenda por fin los cambios básicos que Colombia requiere: crear una economía productiva, crear de verdad un mercado interno, acabar con la robadera, parar el despilfarro de políticos que viven como reyes mientras el pueblo pasa hambre, no dar limosna sino empleo, corregir al Estado ineficiente y abusivo, cambiar un modelo de justicia que clama al cielo, e invertir el presupuesto de la nación en la gente, siguiendo un orden de prioridades, y no gastarlo como ahora en hacerse propaganda todo el día y en construirse un pedestal.

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