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Trabajo en el Externado desde hace poco tiempo, pero siento como si siempre hubiera estado ahí. Es una institución que nació en un momento en el que las universidades solían tener un régimen de internado, y los programas de las asignaturas, así como las lecturas recomendadas y permitidas, eran objeto de censura previa. Sus fundadores, por el contrario, enarbolaron las banderas de la libertad de cátedra, opinión y expresión, sin las cuales la academia y la ciencia carecen de sentido. Muchos han sido los embates que ha sufrido por mantenerse fiel a esos principios, algunos de los cuales les han costado la vida a varios de sus docentes y alumnos.
He sido fundamentalmente un investigador, convencido de que solo una sólida teoría del delito hace posible limitar el poder punitivo del Estado, y conferir seguridad jurídica a los ciudadanos; no está bien que sean las pasiones el punto de partida para calificar una decisión judicial como correcta o incorrecta. Aunque muchos les reprochan a los académicos su alejamiento de la realidad, lo cierto es que los grandes cambios en la evolución del derecho penal han surgido a partir de discusiones sobre sentencias cuyos fundamentos son susceptibles de controversia. Quien se haya asomado a este mundo, incluso desde la posición de educando, sabe que el examen de la casuística ocupa un lugar central en la ciencia penal. En el Externado, ese fue el origen de las comunidades de trabajo hace 60 años, y con el propósito de fomentar esos debates existe en el departamento de penal no solo el blog, sino una revista, un podcast, un canal de YouTube y secciones en nuestras redes sociales como “Caso a caso”. La modalidad preferida de los estudiantes de penal para sus preparatorios es el análisis de casos tomados de la vida real.
En mi actividad académica, he publicado textos científicos en los que he analizado críticamente decisiones judiciales colombianas, argentinas, italianas, españolas y alemanas, para citar solo algunas; también me he ocupado de examinar procesos de la Santa Inquisición y de alguno que llamó la atención de Cicerón. En ocasiones eso ha llevado a que otros colegas hayan manifestado su opinión contraria dando lugar a productivas polémicas académicas. Lo que nunca me había ocurrido ni, desde luego, he visto en el ámbito universitario, es el reclamo de tener que escribir a favor y en contra de un mismo problema jurídico. El blog del departamento permanecerá abierto a recibir colaboraciones, con la única condición de que los temas se aborden desde una perspectiva científica; fieles al espíritu de los fundadores, allí escribe quien quiere y sobre lo que quiere. Si alguien desea controvertir mi afirmación de que el determinador debe hacer nacer en otro la idea criminal (por cierto, ninguna novedad en los últimos 200 años), sus aportes serán bienvenidos.
Nunca he sido apegado a los cargos; soy, en eso y en otros ámbitos, un espíritu libre, lo que probablemente explique mi afinidad con el Externado. No comparto el cuestionamiento que Daniel Coronell hace sobre mi integridad ética; no obstante, mi cargo siempre ha estado y seguirá a disposición del señor rector.
