#YoAborté

El médico que me practicó el aborto es mi héroe

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Yo aborté
30 de enero de 2020 - 05:00 a. m.
Por Jimena*
Por Jimena*
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La historia empieza cuando descubro que algo en mi cuerpo no anda bien. Un retraso extraño. Soy demasiado regular en mis ciclos menstruales. “¿Embarazo no deseado?”. Se dice que eso no les pasa a “las chicas como tú”. “No entiendo, me tomé una postday en la tarde siguiente”.

Prueba de orina antes de bañarme: positiva. Me siento en la cama, me paro, camino desnuda por la casa. “¡Maldita sea! Tengo que trabajar”. Me ducho. Mientras el agua cae, mi cabeza es presa de mares, torbellinos, terremotos y huracanes de imágenes y palabras que colapsan entre ellas.

No puedo comer porciones completas ni concentrarme en ninguna actividad precisa. Me atacan unas ganas incontenibles de llorar en cualquier momento y simplemente estallo detrás de las puertas, los postes o los arbustos. No sabía que podía llorar tanto. Aunque se me acaban las lágrimas, el desasosiego y los sollozos se han vuelto la banda sonora de mi cabeza. Me pregunto cómo exorcizar este dolor. ¿Cómo le doy sentido a este desasosiego que me invade? ¿Cómo evado el escalofrío del temor en mi cuerpo? ¿Cómo convenzo a mis entrañas de que esta vez será diferente y que también sobreviviremos al aborto? ¿Quién les prende fuego a los rastros de mi existencia? ¿Quién intenta matarme por los medios que antes casi lo logran? ¿Quién me arranca esta naturaleza mística que se impone a mi voluntad y mi deseo?

Tenemos la cita en el ginecólogo, a las 9 a.m. Me recoges donde mi mamá y luego manejas hasta el lugar. Repites que si no me siento cómoda ni segura nos vamos y buscamos otra opción. Mientras esperamos la hora de la cita en el carro, vuelvo a llorar desconsolada. Las lágrimas ya habían explorado todas las trayectorias posibles en mis mejillas. Tengo miedo, un miedo que me enmudece y me carcome toda. Miedo del dolor físico. Miedo de volver a esa camilla con mi sexo expuesto y mis piernas sostenidas con tiras de velcro alrededor del sostenedor metálico. Miedo de cómo afrontar esta decisión luego de tomarla. No tengo miedo de arrepentirme.

Llega la hora y estoy aterrorizada.

Pasa lo lúgubre del procedimiento médico. El médico me da la mano. Le agradezco, no solo por mí, sino en nombre de todas las mujeres a las que a las devuelve a la vida. Pienso que pocas pacientes tendrán tanta gratitud con él como yo en este momento. Sé también que es una cuestión de privilegio el estar aquí.

Querido médico: gracias por tu compromiso con nuestros derechos y nuestras vidas. Tu labor no es fácil, no goza de reconocimiento y, por el contrario, te imponen una gran condena. Este acto médico, tan heroico como mi decisión de venir a practicármelo, excede cualquier relación médico-paciente que la bioética haya intentado abordar. Yo, amarrada de pies y aferrada con las uñas a la camilla, resisto a una maternidad forzada e infeliz, resisto al designio de todos aquellos que creen en la maternidad como destino obligatorio de todas las mujeres, resisto ante una vida que no planeaba ni quería vivir. Tú, armado de pinzas e instrumentos médicos, resistes los prejuicios y señalamientos de tus colegas, los medios y la sociedad. Te resistes a seguir atendiendo mujeres que por abortos mal practicados o autoinducidos llegan a ti en condiciones que rozan la muerte y, en cambio, decides acompañarlas con respeto, solidaridad y prudencia en el ejercicio de su decisión. Resistes también a un ejercicio patriarcal y autoritario de la medicina, en el cual el médico decide por el/la paciente qué hay que hacer y cómo hacerlo. Tú optas porque las mujeres decidamos con voz propia y acudamos a ti en búsqueda de una opción digna, segura y acorde con nuestra decisión.

* Jimena es un seudónimo.

¿Quieres contar tu historia en #YoAborté? Todas conocemos una mujer que ha abortado. Queremos escucharte. No te vamos a juzgar, queremos que el aborto sea libre y seguro para todas. Escríbenos tu carta en este link.

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La ilustración fue realizada por La Ché, síguela en Instagram.

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