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La gente cree que mi depresión es culpa del aborto

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Yo aborté
07 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.
Por Liliana*
Por Liliana*
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Cuando tenía 20 años mi cuerpo estaba padeciendo por cuenta de un anticonceptivo hormonal. Decidí suspenderlo. Junto con mi pareja, con quien hoy llevo casi 10 años de relación, empezamos a usar condones como método de anticoncepción principal. 

Poco después un preservativo se rompió mientras teníamos relaciones sexuales. Tomé un anticonceptivo de emergencia un día después. También falló. Cuatro semanas después, tras varios días de amanecer con náuseas y con los senos como rocas, y de una escandalosa ausencia de mi menstruación, descubrí mediante dos pruebas, una casera y otra de sangre, que efectivamente estaba embarazada.

Apenas estaba en octavo semestre de universidad. Aunque la decisión a tomar era en teoría evidente para mí, se me abrió un hueco en el estómago. La sola idea de estar experimentando tantos cambios en el cuerpo, además de verme enfrentada a tomar una decisión que sabía que me exponía al escrutinio moralizante de otras personas y a más cambios indeseables, me generó una tremenda ansiedad, que derivó en una crisis nerviosa que agravó la depresión clínica que padezco desde la adolescencia.

En la clínica me preguntaron desde el inicio qué quería hacer. “Quiero abortar”, dije. Me explicaron los métodos, me expusieron varias opciones, y una psicóloga me acompañó de principio a fin. Las personas rezando con imágenes de la Virgen embarazada afuera de la clínica de repente dejaron de sentirse amenazantes. Me entregaron mis pastillas, me explicaron cómo era todo el procedimiento y fui a mi casa. 

Me sentí protegida. Esa noche, entre mi mamá y mi pareja me hicieron sopas, me llevaron agua caliente para el dolor y me ayudaron a controlar el tiempo de ingesta de los medicamentos. Al día siguiente, ya no había embarazo. Sentí alivio y mi vida continuó.

Después de la interrupción del embarazo, la clínica me acompañó a elegir un método de anticoncepción que no dañara mi cuerpo como lo hicieron previamente los que empecé a utilizar desde la adolescencia sin mayor acompañamiento. Me puse un dispositivo intrauterino que liberaba una pequeña cantidad de hormonas de forma localizada que funcionó muy bien, hasta un año después.

Al regresar a Bogotá de un viaje con mi pareja, esta vez de 21 años, empecé a experimentar nuevamente los mismos síntomas: la náusea, el dolor en los senos, el útero y otros tantos. Tomé la prueba entre incrédula y resignada: estaba nuevamente embarazada. Volví a acudir a la misma clínica. 

El trato fue el mismo: siempre respetuoso de mi autonomía y procurándome el mejor acompañamiento médico y psicológico posible para asegurar mi bienestar físico y emocional. Esta vez la ansiedad se apoderó severamente de mí, pues me sentía incapaz de compartir con nadie que no fuera mi pareja lo que me estaba pasando. Para ese entonces ya tenía claro que mi horizonte vital estaba del lado de la defensa de los derechos humanos de las mujeres. Y aun con esa claridad, me sentía culpable porque en tan poco tiempo, y sin más explicación que “el dispositivo se corrió un milímetro”, nuevamente estaba embarazada. 

Mi salud mental estaba tan golpeada que el procedimiento se realizó al amparo de la causal de interrupción voluntaria del embarazo de grave afectación a la salud de la mujer. En medio del dolor físico y emocional, saber que estaba ejerciendo un derecho y superando con ello la clandestinidad se sintió como una bocanada de aire fresco. Mi vida no se acabó.

Someterse a un aborto no es en lo absoluto deseable, pues esa mirada escrutadora no nos la quita nadie de encima. Sin embargo, siempre me da risa cuando me preguntan si me volví depresiva e infeliz después de abortar, pues la gente suele asociar mi depresión a ello. Eso es un prejuicio más, para llenarnos de culpas y de ruido en la cabeza. Usualmente, respondo con desparpajo que el aborto me salvó la vida, y que es sin duda la más elemental de las causas a defender en una sociedad libre.

* Liliana es un seudónimo.

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La ilustración fue realizada por La Ché, síguela en Instagram.

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