#YoAborté

Mi exnovio me dijo que se había hecho la vasectomía

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Yo aborté
27 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.
Por Ibeth
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Durante mucho tiempo no supe quién era. ¿Era una mujer, la madre de un niño muerto o una asesina? Por estos días me digo que soy “la madre de nadie”. Esa idea quedó en mi cabeza por mucho tiempo.

Mi nombre es Ibeth y no es un seudónimo. En mi vida todo marchaba según el plan. Entré a la universidad y tenía novio, que era perspicaz, imaginativo y crítico. Recuerdo el día que lo conocí, pues me dijo: “Hueles rico”. Yo lo miré con cara de odio, y él entonces replicó: “Hueles como a sopita de mondongo”. No pude evitar reírme.

Desde entonces pasaron unos cinco meses hasta que tuvimos intimidad. Fue mi primera relación sexual y la primera cosa en mi vida que no marchó según el plan. A los dos días él me dejó y a los 20 supe que estaba embarazada. 

Esa mañana en la que me hice la prueba de embarazo recibí el sí más doloroso de mi vida. Sentí la imposición de una responsabilidad más allá de mi alcance. En el primer instante supe que no tenía lo necesario para ser madre. No tenía dinero, no quería dejar de estudiar, tuve miedo de decepcionar a mis padres; seríamos el niño y yo. ¿Qué tan miserable debía ser para tener un hijo sin la capacidad económica de vestirlo o cuidar de su salud? Sería un fracaso de madre. En ese punto de mi vida, jamás había trabajado. Además... ¿quién contrataría a alguien sin experiencia y embarazada? ¿De dónde podría obtener dinero?

Luego me enojé mucho. “Tuviste sexo y no te cuidaste, ¡querías quedar embarazada!”, sentenció el médico al hacer mi ingreso a urgencias luego del aborto, pero no, no era así. Sucedió que mi chico perfecto afirmó haberse hecho la vasectomía y yo confié. Me odié por crédula, lo odié por mentiroso. 

Tres noches con mis pensamientos fueron suficientes para decidirme por el aborto. Estaba en pánico. Temía las consecuencias que esto podría traer a mi cuerpo. A esa altura ya habían empezado las náuseas del embarazo y mi paladar permanecía amargo todo el día. Pensaba en mi familia como un jurado implacable, pensaba en mí como una mala madre, una que no tenía nada para ofrecer salvo padecimientos económicos y emocionales. 

Le escribí al chico de la vasectomía. “Estoy embarazada y es tuyo. Yo no he estado con nadie más”, le dije. Ni siquiera dudó de ser el padre. Fue bastante inesperado considerando sus particulares “circunstancias”. Le dije que quería abortar y que necesitaba su ayuda, compramos las pastillas y yo las tomé. 

No es un camino fácil. Fue una noche horrible. Mi cuerpo se entumeció, estaba fría, aunque mi estómago se sentía muy caliente. Más o menos a las dos horas de tomar las pastillas vomité hasta el alma, y a las nueve de la noche sangré. Al siguiente día llegaron los cólicos insoportables y una hemorragia.

Mis tías me ingresaron al hospital. Allí me hicieron algunos exámenes y me dejaron pasando la noche. Me pusieron suero, pero no calmantes del dolor. Para retirar la aguja de canalización enviaron a una enfermera embarazada. Ella me miró y tiró con rabia el esparadrapo.

Pasé por varias ecografías, al final no soportaba las auscultaciones y en la última no pude evitar llorar. Mi familia me acompañó y en varias ocasiones quisieron que llamara al chico. No lo hice. 

Abortar no es fácil, no tomas la decisión venturosamente. A mí me tocó pagar un precio muy alto. Si bien atravesar un aborto sin acompañamiento médico es doloroso, lo es aún más cuando quien te atiende te sentencia, cuando escuchas que las enfermeras se refieren a ti en tono despectivo y cuando viendo tu dolor físico nadie hace nada por calmarlo.

No es necesario someter a las mujeres a dolores por “escarmiento”. No es necesario marginarlas por no elegir la maternidad, no es necesario pedirles que callen sobre sus experiencias. Es necesario que el aborto sea legal, seguro y gratuito, porque si la criminalización no funciona, la educación y un manejo psicosocial adecuado tal vez sí.

Yo aborté porque no quería ser madre, porque no podía ofrecer el mínimo de cuidados que un niño necesita, porque tenía ganas de estudiar, porque quería trabajar, porque no quería dejar a mi hijo en casa de mis padres mientras iba a la universidad, porque no estaba lista para ser madre. Sigo pensando que no estoy lista para ser madre y no sé si algún día llegue a estarlo. Yo aborté porque era la única opción correcta para mis circunstancias.

¿Quieres contar tu historia en #YoAborté? Todas conocemos a una mujer que ha abortado. Queremos escucharte. No te vamos a juzgar, queremos que el aborto sea libre y seguro para todas. Escríbenos tu carta en este link o al correo: mihistoriadeaborto@gmail.com. Puedes hacerlo de manera anónima.

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La ilustración fue realizada por La Ché, síguela en Instagram.

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