Con el argumento falaz de proteger la seguridad nacional y, posteriormente, la mentira de hacer cambios para mostrar austeridad dentro del Gobierno, esta administración ha introducido dos decretos en el plazo de dos meses. Estos le han quitado la poca fuerza que tuvo la Vicepresidencia de la República, para darle más dientes al rol de la Jefatura de Gabinete.
Me explico.
El pasado 27 de julio el Gobierno Nacional aprobó el escueto Decreto 835 de 2021 que hizo cambios sustanciales al funcionamiento de las oficinas del presidente de la República y su vicepresidente.
En su primer artículo establece, básicamente, que el primer mandatario, Iván Duque, y la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, no pueden viajar al exterior al mismo tiempo.
“Todos los desplazamientos que adelanten el presidente de la República y el vicepresidente de la República a nivel nacional e internacional deberán hacerlos por separado, independientemente de los medios de transporte que utilicen”.
Lo bonito viene en el parágrafo segundo.
“Con el fin de garantizar los principios constitucionales considerados y de mantener las condiciones de seguridad, el vicepresidente de la República no podrá salir del país cuando el presidente de la República se encuentra fuera del territorio nacional, salvo que este, por razones excepcionales de necesidad, lo autorice expresamente”.
El castigo a la vicepresidenta y canciller está firmado por el presidente Iván Duque; el ministro de Defensa, Diego Andrés Molano Aponte; el director del Departamento Administrativo de Presidencia, Víctor Manuel Muñoz Aponte, y el director del Departamento Administrativo de la Función Pública, Nerio José Alvis Barranco.
El segundo golpe a la Vicepresidencia por debajo de la correa vino solo dos meses después, con el Decreto 1185 del pasado 30 de septiembre.
Con el argumento de dar muestras de “austeridad” en el gasto público, el presidente Duque decretó recortes y cambios en su equipo de trabajo. Como todo en este Gobierno de ego maltrecho y decisiones sin sentido: mientras el presidente dice una cosa, hace la otra.
Con el decreto terminó haciendo algunos movimientos que beneficiaron, en términos políticos y de equipo, en mayor medida a su jefa de gabinete, María Paula Correa, considerada por fuentes dentro del propio Gobierno Nacional como el poder detrás del poder.
La verdad es que Duque no tiene mucho poder.
Volvamos al decreto, ya que el despacho de Correa recibió 12 funciones más. En la normativa que estaba vigente, expedida en 2019, la poderosa funcionaria tenía 20 responsabilidades, por lo que ahora quedó con 32. La mayoría de sus funciones nuevas cuentan con un amplio enfoque internacional.
Correa, una funcionaria sagaz y trabajadora, ha acumulado influencia desde el inicio del gobierno Duque. En 2018 se desempeñó como secretaria privada de la Presidencia y posteriormente, a inicios de 2019, se creó un cargo que cuadraba mejor con su inmenso poder en el Gobierno: jefa de gabinete.
El Decreto 1185 le entregó a Correa nuevas tareas que van más allá de los asuntos que se tratan en las reuniones de Palacio. Por ejemplo, el texto establece que el despacho de la jefa de gabinete tendrá que hacerles seguimiento al Congreso y a sus comisiones para mantener informado al presidente.
A su vez, la nueva normativa le traza una ruta de trabajo con el Ministerio del Interior, algo extraño para su cargo. Y, solo para poner un ejemplo, en los temas de relaciones internacionales, con el decreto queda dentro de sus funciones “impulsar y hacer seguimiento” a las iniciativas de la Presidencia en sus agendas bilaterales y multilaterales, funciones que corresponderían directamente a la Cancillería.
Pero las diferencias y la distancia entre Correa y Ramírez vienen desde el nombramiento de la vicepresidenta como canciller. De acuerdo con lo que han establecido los colegas de La Silla Vacía, según seis fuentes distintas —un diplomático que para ese momento trabajaba con Duque, un exministro que se mueve en círculos diplomáticos, dos fuentes dentro de la Vicepresidencia y otras dos personas que dicen conocer el tema de primera mano—, el nombramiento de Ramírez ocasionó una fuerte reacción de Correa, ya que ella quería ser la canciller.
Es tan clara esa distancia, que incluso en la visita de Estado que el presidente Iván Duque hizo en septiembre pasado a España, la vicepresidenta y canciller brilló por su ausencia, mientras la jefa de gabinete desafinó por su presencia, incluso en escenarios que no le correspondían.
Correa posó junto al presidente Iván Duque y el rey Felipe VI. Según fuentes de esa entidad en España, la comitiva real estableció ante el Gobierno Nacional que el rey solo se sentaba con mandatarios de Estado, vicepresidentes y en algunos casos ministros de alto nivel. Pero el Gobierno colombiano impuso la presencia de su jefa de gabinete, cosa que incomodó un poco al rey.
Pero el rey de España no es lo importante en esta historia. Lo interesante es lo que se está haciendo con los dineros de los contribuyentes.
Por eso volvamos al Decreto 835, que impide a la vicepresidenta Ramírez salir del país mientras el presidente Duque está en el extranjero, “con el fin de garantizar los principios constitucionales considerados y de mantener las condiciones de seguridad”.
Pese a ser claro, el decreto no tiene mucho sentido real. Para lo único que sirvió fue para justificar que no viajen juntos, porque al mismo tiempo sí están viajando al exterior.
El presidente Iván Duque ha estado muy activo internacionalmente, siempre acompañado de su comitiva. Solo este mes estuvo en Escocia, Francia, Emiratos Árabes y, finalmente, en su muy comentada visita a Israel.
Mientras tanto la vicepresidenta y canciller viajó oficialmente, en paralelo y seguramente sin ninguna razón excepcional, como lo establece el Decreto 835, a Italia, Marruecos, Alemania, Japón y Corea del Sur.
Las fechas se contraponen. Los viajes también. Y eso no tendría nada de escandaloso si no es porque el Gobierno se pone a hacer, con decretos tramposos, las justificaciones de sus movimientos, que no son nada diferente a peleas internas. Todo a correazos.
No saben gobernar ni siquiera en Palacio.
Todo esto deja en evidencia a una administración con una fractura profunda, en donde el mandatario Duque seguirá de viaje en este último año de gobierno para seguir jugando a que en algunos sitios sí lo reconozcan como presidente. En Colombia ya casi nadie lo respeta como tal, ni siquiera algunos miembros de su propio Gobierno, menos aún de su partido. El emperador está desnudo, pordebajeado; pero a falta de pantalones, tiene una Correa ajustada.