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Si llueve en el desierto y el río más caudaloso del mundo baja de nivel algo está pasando. En los últimos días varias noticias alertan otra vez sobre el clima extremo. Una de las más sorprendentes da cuenta de fuertes lluvias en el Sahara en donde se han vivido emergencias porque en la zona no están preparados para los aguaceros. Desde Brasil, mientras tanto, se reporta la mayor sequía vivida en los últimos setenta años. En Colombia hay incendios, vendavales y la posibilidad de que se haga más intenso el racionamiento de agua en Bogotá. Surge de nuevo la pregunta sobre si estamos preparados para atender las consecuencias de los picos de clima extremo. ¿Hay recursos suficientes para atender las emergencias?
Mientras se toman en el planeta las decisiones de fondo para frenar el cambio climático, es urgente atender las consecuencias que afectan la vida de los ciudadanos. No es asunto menor y es bueno poner el tema sobre la mesa cuando en Colombia precisamente se discute el presupuesto para el año entrante. Conviene preguntarse qué tanto se va a destinar a la atención de los damnificados por la emergencia climática. Los cuerpos de bomberos en la mayoría de municipios en donde existen son de voluntarios, no tienen equipos adecuados ni recursos para atender con prontitud los retos de sequías, incendios o inundaciones si viene finalmente el fenómeno de la Niña.
En Leticia viven como una pesadilla el descenso en el nivel del río Amazonas, el más caudaloso del mundo, que ha perdido en ese punto unos ocho metros, con lo cual el cargue y descargue de mercancías que llegan por esa vía se convierte en un reto mayor y eso encarece los productos. Y es que el río Amazonas ha perdido casi por completo uno de sus afluentes en Brasil, el río Madeira, que en algunos tramos se ha secado dejando incomunicadas a poblaciones que solamente se conectan por vía fluvial. En los informes que llegan de Brasil se ven filas de personas caminando por lo que era el lecho del río con bidones a cuestas para llegar hasta los puntos en donde todavía tienen agua. Según reporta la prensa internacional, este río tiene el nivel más bajo desde cuando se empezaron a hacer mediciones.
En el otro extremo de la ecuación, la emergencia en el norte de África ha sido intensa por las lluvias en una zona que suele ser de mínimas precipitaciones. Desde varias ciudades se reportaron problemas por las vías inundadas y los cortes de energía. En Europa no escapan del clima extremo. En varios países, entre ellos Alemania, Austria y Polonia, enfrentan la crisis por el paso de la borrasca “Boris”. En Ecuador comenzaron los cortes de energía por la sequía. De punta a punta del planeta se vive en clave de crisis climática.
En Colombia las emergencias por incendios están desbordando a los organismos de socorro. La situación en el Huila y el Tolima es crítica. El llamado de los gobernadores es dramático porque hay poblaciones que ya se quedaron sin acueducto por la falta de agua y también porque se quemaron las tuberías o mangueras. El impacto en fauna y flora se sentirá por años. Triste que sea el dinero de atención de emergencias el que se robaron unos criminales que no merecen ningún beneficio porque lo que hicieron golpea a comunidades enteras.
No importa cuántas veces se diga, hay que repetirlo y repetirlo: los picos de clima extremo serán cada vez más frecuentes, más largos o sorpresivos y por eso hay que diseñar planes más contundentes de prevención y mitigación de sus efectos. Los modelos climáticos que permiten hacer pronósticos tienen hoy más dificultades para acertar porque las llamadas “anomalías climáticas” generan impactos en cadena, muchas veces imprevistos. Ante este panorama se sienten muy menores las peleas que ocupan a nuestros líderes políticos. Mientras gritan, “el rancho ardiendo”.
