En mi condición de aprendiz de “pajarazzi”, o pajarera, he descubierto un universo que alegra y duele. Sobra decir que el contacto con la naturaleza carga de energía, renueva el espíritu y ayuda a calmar los ánimos, siempre calientes cuando se trabaja con noticias. Observar pájaros es un ejercicio de meditación porque requiere atención plena, nos obliga a mirar el detalle y a entender sus rutinas, sus cantos y malabares. Ellos mandan y si queremos captar sus vidas hay que moverse a su ritmo. Sin embargo, duele descubrir que muchos de esos pájaros están en riesgo por la contaminación, la deforestación, los venenos. Algunos...
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