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Todos los procesos de negociación de paz tienen crisis y muchas son tan graves que rompen diálogos y esperanzas. La que hoy se vive en la mesa con el Eln es una más y no parece ser definitiva, pero sí son llamativas las características de esta crisis porque viene de un error del Gobierno y una respuesta muy equivocada de la guerrilla ante ese error. Lo que ha pasado pone un tono complicado en una mesa que está apenas trazando el rumbo, le resta oxígeno político al proceso y muestra que se requieren ajustes en los dos lados.
El error del Gobierno no estuvo solamente en anunciar como un hecho el cese al fuego bilateral sin tenerlo adecuadamente concertado en la mesa con protocolos y procesos de verificación, como corresponde. También se equivocó al otorgar de entrada una pieza muy valiosa en el toma y dame de la negociación, como es el cese de la acción ofensiva de la fuerza pública. Todos los grupos ilegales en una mesa de negociación piden eso y suele ser motivo de profunda negociación porque siempre se busca obtener del grupo ilegal gestos importantes y avances grandes para aceptar esa concesión. Aquí el Estado ofreció el cese al fuego tan rápido que el Eln se dio el lujo de decir no.
Y ahí viene el error inmenso de esta guerrilla que perdió una oportunidad política para demostrar verdadera vocación de paz. Si bien se entiende que no se deben comunicar acuerdos unilateralmente y que sin los protocolos pactados es difícil que se cumpla un cese al fuego, lo sorprendente es que el Eln declare una crisis cuando el Estado le está haciendo una concesión significativa que había sido solicitada en este proceso y en todos los anteriores.
El Eln se siente fuerte en la mesa y cree, equivocadamente, que al rechazar el cese bilateral gana un pulso político. En realidad, con el incidente se golpea la mesa y no se debe olvidar que en una negociación de paz los dos lados van en la misma barca. También sería bueno que esa guerrilla viera su realidad en el contexto de lo que pasa en Colombia y en el continente porque su existencia misma es desde hace ya muchos años algo así como un error histórico. Los varios gobiernos de izquierda que hoy tienen el poder en distintos países de América Latina son evidencia contundente de que buscar cambios por la vía de las armas no tienen sentido ni justificación. El presidente Gustavo Petro en Chile, al recordar su tiempo en la guerrilla, habló del tema y de tanta juventud perdida.
No se entiende que una mesa comience con tales dificultades en un país que tiene tanta experiencia en negociaciones de paz, tanto exitosas como fallidas. De unas y otras se aprende. No sobra preguntarse si el Gobierno del presidente Gustavo Petro se ha apoyado en esa experiencia acumulada y en las lecciones aprendidas. A juzgar por estos primeros anuncios y errores tal parece que se improvisa sobre la marcha y que el afán por mostrar resultados tampoco ayuda. Del afán, dice el adagio popular, no queda sino el cansancio.
A pesar de los errores de comunicación y de estrategia, a pesar de la arrogancia de una guerrilla que ha perdido una tras otra las oportunidades de paz que le han dado múltiples gobiernos, hay que mantener la apuesta por la paz. Así sea arriesgada y difícil. La siguiente ronda de negociación, que será en Venezuela, dirá si es un escollo de momento o si este proceso se va a seguir complicando y el Eln se raja otra vez.
Esta crisis es la primera y se tiene solamente con uno de los grupos con los cuales se avanza en negociación o proceso de sometimiento a la justicia en el marco de la Paz Total. Es la primera, pero no será la última. Parte de la negociación es saber que la barca transita por aguas turbulentas y siempre hay amenaza de tormenta. Por eso no deben perder de vista el Gobierno y los negociadores que mientras más grande sea el reto, más cuidado se debe tener en cada paso.
