Siempre es mejor agredir con palabras y no con balas. Siempre es mejor que la calentura se quede en las redes y en los gritos y no pase a más. Sin embargo, los discursos de odio con frecuencia crean el ambiente propicio para los delitos de odio. La historia está llena de ejemplos sobre palabras violentas que se convirtieron en el caldo de cultivo de agresiones físicas. Es por eso que, como sociedad, deberíamos hacer esfuerzos para bajar la densidad del discurso de odio. Y en ese camino conviene empezar por revisar el propio antes que por condenar el ajeno.
Así como en las guerras cada quien tiene razones para justificar los muertos...
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