No se necesitan tantas leyes. Conviene cumplir las que existen. Eso aplica en cualquier momento y tiene particular importancia en un Gobierno que tiene dificultades para ejecutar mientras intenta sacar reformas contra viento y marea. En el camino comete un error tras otro, enfrenta una oposición feroz desde distintos frentes y atiende escándalos. La suerte de la agenda en el Congreso está en veremos, pero lejos de que eso amenace por completo al Gobierno la verdad es que sí hay con qué hacer mucho de lo prometido.
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El Gobierno del presidente Gustavo Petro tiene por lo menos tres herramientas que le dan marco jurídico a su gestión: la Constitución del 91, el Plan Nacional de Desarrollo y el Acuerdo de Paz con las FARC. Suenan generales, pero es real porque en todas hay bases para avanzar hacia mayor equidad, justicia social y desarrollo regional, temas importantes y necesarios que se levantaron como bandera en la campaña. Sin duda, se necesitan ajustes, cambios, leyes, pero hay una base importante con la que ya se puede trabajar.
¿Se necesitan las reformas de salud, pensional, laboral, de educación y otras? Creo que sí y eso no significa que el Gobierno pueda imponer su visión de ellas en un Congreso en el que no tiene mayorías. Para hacerlas realidad debe discutir, ceder y concertar. Esos tres verbos juegan para todos los sectores políticos que ceden poco o nada porque siempre piensan más en su conveniencia política que en las necesidades del país, tan mencionadas y usadas para las campañas. La realidad política es así. No es fácil, está llena de obstáculos, de trampas, de intereses personales, de mafias que han captado los poderes. En medio de eso hay que trabajar.
Con el marco jurídico de la Constitución más cientos de leyes y decretos, todo Gobierno tiene con qué funcionar y con qué avanzar hacia una mayor justicia social si ese es el objetivo y si hay voluntad política. ¿Es difícil? por supuesto que sí. Mover el paquidérmico Estado es una proeza y cada vez es más complicado precisamente por tanto inciso, parágrafo, articulito, que los corruptos evaden con total eficiencia y que ponen trampas a la ejecución. Las leyes ayudan, sí, pero no cambian la realidad si no se ejecutan. Por eso buena parte de la Constitución sigue en letra muerta. No basta con ordenar que pare la corrupción para que pare o aumentar penas para los homicidios para que se acaben.
El Gobierno que se llama “del cambio” no ve que sería un cambio revolucionario cumplir y hacer cumplir las normas que tenemos. Por ejemplo: si se cumplieran bien los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, planteados en el Acuerdo de Paz, se podría transformar la vida de miles de ciudadanos en municipios vulnerables que han sido escenario del conflicto. Cumplir en esas regiones sería un gran cambio. Hacer realidad la Reforma Rural Integral sería un gran cambio. Mientras tanto el presidente denuncia golpes, propone constituyente y ahora referendo. Malas ideas para el momento, pero banderas útiles para agitar en campaña.
Es cierto que hay un “establecimiento” que disfruta mucho de lo que hay y no quiere que se cambie, es cierto que la oposición hace lo suyo y hay muchos sectores apostando a su fracaso y también es cierto que el Gobierno tiene con qué funcionar. Gerenciar es la clave y eso poco se ve. Tal vez hay mucho que conocer, pero las peleas en X no dejan ver. No lo sé.
El presidente Petro no es el único obsesionado con reformas. Álvaro Uribe invirtió mucho esfuerzo en un referendo fallido. Iván Duque hizo lo propio cuando intentó cambiar la JEP y echar para atrás apartes del acuerdo con las Farc, sin lograrlo. La lista de reformas fallidas es inmensa y la de nuestros problemas desatendidos también. Haría bien el presidente si se enfoca en lo que puede hacer en vez de estar quejándose por lo que no le dejan hacer.