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La universidad frente al matón

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Yolanda Ruiz
17 de abril de 2025 - 05:05 a. m.
“Es importante lo que ha hecho Harvard. Y es importante lo que hacen los estudiantes y profesores que protestan y reclaman”: Yolanda Ruiz.
“Es importante lo que ha hecho Harvard. Y es importante lo que hacen los estudiantes y profesores que protestan y reclaman”: Yolanda Ruiz.
Foto: Bloomberg - Adam Glanzman
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La Universidad de Harvard, una de las más prestigiosas del mundo, le planta cara a Donald Trump. El Gobierno federal decidió congelar 2.200 millones de dólares en subvenciones a esa prestigiosa entidad educativa porque sus directivas se negaron a seguir el libreto de un Gobierno que quiere cortar libertades y meter la mano en los espacios educativos que han sido escenarios de deliberación diversa, de inclusión y de apertura al conocimiento.

En las universidades también se protesta. Está en la naturaleza de los estudiantes, de los jóvenes, levantarse contra las guerras, contra las tiranías, contra las barbaries, contra la oscuridad. A los jóvenes les corresponde transformar, cambiar, buscar sus caminos, retar lo establecido. Por eso controlar los campus universitarios es objetivo de los totalitarismos. El que se revela es peligroso; el que piensa, también. El conocimiento es enemigo porque la ignorancia facilita la obediencia y los fanatismos.

No es de extrañar entonces que uno de los frentes de batalla del Gobierno autoritario de Trump se enfoque en las universidades. La persecución contra profesores y estudiantes ha sido brutal. La idea es acabar los programas de inclusión y estrechar el espacio a la libre expresión. Se busca también que las entidades educativas se conviertan en espías para denunciar a inmigrantes que se consideren “sospechosos”. Todo esto bajo la fachada de un proyecto que argumenta querer frenar el antisemitismo. Efectivamente hay que batallar contra el antisemitismo y también hacerlo contra todas las formas de odio y estigmatización. En este caso, el proyecto va más allá porque quiere cortar el derecho de los estudiantes a protestar contra el genocidio en Gaza y cerrar espacios a la diversidad. Se busca unificar el pensamiento.

Por eso hay que destacar la actitud de la Universidad de Harvard resumida en una frase por su presidente Alan Garber: “La Universidad no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales”. Sus palabras se sumaron a la carta que los asesores legales de la institución enviaron a la administración Trump para notificar que no aceptaban las condiciones impuestas para acceder a los recursos. Entre las exigencias se incluía eliminar los programas de diversidad, equidad e inclusión. Esos programas están en la esencia de la universidad que en su página de internet tiene un apartado dedicado a la política de inclusión titulado “Todos pertenecemos aquí”. Ahí establecen un principio: “Juntos, nos esforzamos por crear un entorno que valore la diversidad, promueva una cultura inclusiva y establezca un profundo sentido de pertenencia para cada miembro de nuestra comunidad”. Eso es lo que quiere acabar Trump.

Pararse frente al matón no es cosa fácil; arriesgarse a perder miles de millones de dólares que se requieren para funcionar, tampoco. Sin embargo, hay momentos en los que se miden los principios, los valores, y eso va más allá del dinero, aunque muchos consideren que todo se compra y se vende. Lo que muestra la historia es que quienes se pararon para enfrentar los autoritarismos, a veces a costa de su propia vida, se convirtieron en el camino de la salvación frente a la barbarie.

Es importante lo que ha hecho Harvard. Y es importante lo que hacen los estudiantes y los profesores que protestan y reclaman. Esos jóvenes que montan carpas para pedir que paren las guerras y que se levantan en defensa de la libertad de expresión y la libertad de cátedra, muestran que hay esperanza. El matón juega al “sálvese quien pueda”, y “el otro es mi enemigo”. Por eso, mientras existan voces que se alcen para proteger los derechos de otros, la diversidad de pensamiento, la diferencia y el acceso al conocimiento, no estará todo perdido. El matón juega al miedo. Conviene ir buscando en todos los rincones el coraje necesario para enfrentarlo.

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