Mientras avanza el cambio de Gobierno, es necesario reflexionar sobre esa relación estrecha y compleja entre periodismo y política. Algunos de los grandes medios fueron muy criticados por tomar partido en la campaña, los candidatos estigmatizaron a la prensa y hubo matoneo contra medios y periodistas. El análisis debemos hacerlo con mesura, cabeza fría y con la mira puesta en la defensa de la libertad de prensa, la libertad editorial y el buen periodismo. Lo primero: Los dirigentes políticos deben estar abiertos al escrutinio público y los periodistas también.
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Contrario a lo que muchos gritan, a los periodistas no nos pueden pedir objetividad porque no existe en una actividad que no es exacta como el periodismo. Lo que nos pueden y nos DEBEN exigir es rigor al informar, veracidad y responsabilidad. Todos los medios de comunicación, grandes o pequeños, tradicionales o digitales, tienen una línea editorial. Es la mirada, la posición ideológica, política, incluso religiosa o filosófica, desde la cual nos paramos para informar. Es imposible no tenerla y por eso no hay objetividad, no hay una manera única de mirar lo que ocurre. Sin embargo, el trabajo del periodismo es apegarse al máximo a los hechos, reflejar las opiniones diversas y no intentar acomodar la realidad a nuestros prejuicios.
El rigor, que sí nos deben exigir, significa no mentir y no tergiversar. Significa dar contexto de tal manera que la audiencia tenga claridad sobre lo que se informa en toda su dimensión. Un titular, un tramo de un video, una frase, pueden ser reales, pero si se sacan de contexto a veces dicen algo distinto a lo que pasó. El rigor y el apego a la veracidad nos obligan a contar lo qué pasó y también cómo pasó, en qué circunstancias. Ese rigor nos compromete a contrastar fuentes, a confirmar lo que publicamos, a entender los hechos y a informarlos de la manera más precisa posible. Es ahí cuando conviene tomar distancia de pasiones personales para tratar de entender la diversidad de la sociedad.
La relación entre política y periodismo es cercana. Los primeros medios en Colombia, los periódicos, nacieron de la mano de los partidos Liberal y Conservador. Con el tiempo algunos buscaron ir más allá del compromiso partidista y se buscó separar las páginas editoriales y de opinión de aquellas informativas. Con un alto riesgo, hoy hemos venido mezclando información y opinión al calor de las nuevas formas de comunicar. Lo cierto es que se puede hacer buen periodismo desde una línea editorial marcadamente política si el activismo no nos lleva a falsear los hechos. Se puede y se debe criticar, denunciar, cuestionar a un candidato o a un funcionario, porque el periodismo debe ser un contrapoder. Y ahí el problema no es tener una mirada política o ideológica, el problema es creer que es la única que merece existir y que se use el poder de los medios para tratar de desaparecer o eliminar las distintas.
La responsabilidad es entender el efecto que tiene en la sociedad cada información publicada y que la tarea va más allá de generar un impacto emocional con una intención política o de mercadeo. Todos los medios quieren tener mayor circulación, más rating o más clics. No está mal entender lo que buscan las audiencias y cómo funcionan las nuevas métricas para que los contenidos lleguen a más personas. No obstante, la búsqueda de más seguidores o victorias políticas, no debería alejarnos de lo fundamental: buscar la verdad y prestar un servicio a la sociedad. Que no nos pidan objetividad ni neutralidad, pero que no olvidemos el rigor y la responsabilidad. Algunos colegas que hacen política partidista desde los medios argumentan la defensa de la democracia y las instituciones. Esa defensa, que sí nos corresponde, se hace mejor desde el respeto a la diversidad, al pluralismo y desde el buen periodismo.