Mientras en la campaña de Gustavo Petro se hablaba de cómo desacreditar a los contendores, de visitas a las cárceles y de correr líneas éticas, en otra campaña también buscaban cómo atacar al candidato del Pacto Histórico. No hemos visto los videos de esas charlas, pero es evidente la estrategia de filtrar, a pocos días de la segunda vuelta, videos de reuniones políticas guardados para estallarlos en el momento en el que hicieran más daño. ¿Es estrategia política, propaganda negra o guerra sucia? ¿Cuáles son los límites? ¿Existen límites? Las preguntas caben para lo que se dice en los videos y también para las filtraciones.
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Mientras en la campaña de Gustavo Petro se hablaba de cómo desacreditar a los contendores, de visitas a las cárceles y de correr líneas éticas, en otra campaña también buscaban cómo atacar al candidato del Pacto Histórico. No hemos visto los videos de esas charlas, pero es evidente la estrategia de filtrar, a pocos días de la segunda vuelta, videos de reuniones políticas guardados para estallarlos en el momento en el que hicieran más daño. ¿Es estrategia política, propaganda negra o guerra sucia? ¿Cuáles son los límites? ¿Existen límites? Las preguntas caben para lo que se dice en los videos y también para las filtraciones.
Los videos muestran lo que sabemos y es mejor no ver ni escuchar: en política hay estrategias oscuras y todo vale. Es escandaloso lo que muestran los videos y escandaloso que los podamos ver. Chuzar o infiltrar a una campaña no es precisamente democrático. Lo difícil en el debate caliente de hoy en Colombia es no poder discutir en términos racionales para establecer cuáles de las conversaciones filtradas con fines específicos tienen validez como una estrategia de campaña, cuáles pasan límites éticos y si algunas pueden tener responsabilidades penales. La campaña enfrenta el costo político y también las investigaciones. Bueno saber, por otra parte, de dónde salieron los videos y si se violaron leyes para obtenerlos. ¿Se investigará eso? Sorprende que se hable poco sobre la intención detrás de una filtración y las implicaciones que eso tiene. Tampoco se han analizado en toda su magnitud los videos de Rodolfo Hernández. En uno de ellos da indicaciones a una subalterna para violar la ley.
La propaganda negativa es parte del juego y lo ha sido siempre. Se trata de buscar los flancos débiles de los contrarios y sacar partido. Seguramente los límites están en no usar la calumnia y no violar las normas que rigen el debate electoral. En esta campaña, como en otras, se han pasado esos límites. La guerra sucia en política no es nueva y ha faltado en este debate contexto y memoria para entender.
Sería ideal que no existiera la propaganda negra, pero existe y en Colombia la conocemos. Basta recordar a J. J. Rendón, estratega experto en ella, quien fue asesor de Juan Manuel Santos. Es famoso el hacker en la campaña de Oscar Iván Zuluaga en el 2014 y el video del hacker que generó el escándalo, conocido a pocos días de las elecciones y grabado también de manera ilegal. Y si se trata de todo vale: ¿qué tal la financiación del narcotráfico a la campaña de Ernesto Samper? El escándalo fue destapado por los narcocasettes que para la época eran los videos de hoy. ¿Y la plata de Odebrecht y el Ñeñe Hernández? Si de política sucia hablamos ya conocemos los detalles de un sistema viejo que nos ha asqueado al conocerlo por dentro: la compra de votos, puesta al desnudo en el caso de Aída Merlano. En la campaña de 1990 mataron a tres candidatos presidenciales y en 1970 suspendieron en la noche la entrega de datos del conteo de votos, nos mandaron a dormir y al día siguiente el que iba perdiendo amaneció ganando y la fecha le sirvió de nombre a un grupo guerrillero.
No se trata de justificar nada porque todo es grave, lo de hoy y lo de ayer. Se trata de un llamado a entender, analizar y medir la gravedad de los distintos hechos. Hay propaganda negra, hay violencia, hay campañas de desprestigio, hay intervención del Estado en la política y la tarea de periodistas y analistas debería ser ayudar a decantar desde la razón. Publicar y destapar escándalos es trabajo de la prensa; dar contexto y dudar de quienes filtran también es parte de la labor. No sé quién ganará el domingo ni cuántos golpes de propaganda negra faltan en estos días, pero perdemos todos cuando la política se hace diciendo “la línea ética se va a correr un poco” o “me limpio el culo con esa ley”.