En una imagen que caminó en redes sociales hace unos días, un periodista ecuatoriano no aguanta el dolor de informar la tragedia de la pandemia en su país y antes de terminar su reporte llora ante la cámara. He conversado con colegas y ese quiebre ante la información que desborda ha pasado mucho. Aun así, en medio del dolor, el miedo y el riesgo personal, los reporteros siguen informando. El periodismo es una actividad fuera de cuarentena porque la prensa libre es un activo de las sociedades y la información, un bien de primera necesidad como la salud o la comida. Sin embargo, una de las grandes paradojas de esta pandemia es que cuando más se necesita y se busca información confiable, es cuando el oficio está en mayor riesgo.
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Las estadísticas muestran que en Colombia y en el mundo se ha incrementado el número de personas que buscan informarse con medios y periodistas. Las sociedades siempre necesitan ver y saber lo que pasa. Mucho más en una cuarentena. ¿Cuál es el problema? Que ese mayor consumo de información no se traduce en ingresos y el sector está en la primera línea del impacto económico. La alerta se lanza desde las organizaciones de periodistas y de medios que ven cómo se acercan al borde del abismo cientos de colegas que trabajan como independientes y también empresas de información que hoy, como muchos, ven su futuro en la incertidumbre. La crisis es general y no todos los medios tienen músculo económico para aguantar un poco. Como pasa en todos los sectores, en este también hay realidades de todos los tamaños.
Preocupa que el problema no aparece aún en la agenda pública como un asunto colectivo, como sí ha ocurrido, por ejemplo, con la urgencia de pedir que se pague adecuadamente a los trabajadores de la salud y se los proteja para que puedan cumplir su labor. Así debe ser. Desde los medios, porque es nuestra tarea, mostramos la realidad de los independientes y los informales, de quienes pasan hambre y de las familias que, izando un trapo rojo, piden ayuda desesperada. Los reporteros acompañan las protestas de la gente, transmiten y explican los decretos del Gobierno que buscan aliviar. Se habla con los científicos para intentar desentrañar el galimatías de la pandemia con sus picos y sus curvas. Los medios denunciamos la corrupción, porque nos corresponde pedir cuentas, preguntar a nombre la sociedad. Lo que nadie conoce a fondo es que hay mucha procesión por dentro. Ya hay despidos, rebajas de sueldos, colegas que viven del diario y a destajo que hoy no tienen ingresos, otros que enfrentan la noticia sin mínimas condiciones de seguridad. Hay medios regionales a punto de ir a la quiebra. Esto, sin contar con el eterno intento por silenciar.
A pesar de algunos pronunciamientos de los organismos de control que piden no dejar solos a medios y periodistas, no hay una clara decisión de buscar salidas para un sector que es vital en la sociedad como lo indican los decretos que exoneran a la prensa del aislamiento. La gente nos critica y ese es su derecho porque nos equivocamos, como todos, pero no importa cuántos errores cometamos, a la prensa, como a la salud, hay que protegerla por el bien de todos. Muchos corruptos y dictadorzuelos se frotan las manos esperando que esta pandemia se lleve por delante a periodistas y medios que les incomodan. Es evidente hoy más que nunca que la información responsable es imprescindible. ¿Lo están viendo desde el Gobierno? ¿Lo entiende la sociedad? Para muchos expertos la pandemia no sería de tal tamaño si la censura en China no hubiera impedido conocer la verdad de lo que estaba pasando desde el comienzo. Una prensa libre, plural y responsable salva vidas, vigila, da voz a los que no la tienen, ayuda a controlar el poder desbordado que es otro riesgo en esta época. Una prensa libre, plural y responsable es patrimonio de todos y la pandemia la amenaza.
