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Tiempos de ruido y derecho al silencio

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Yolanda Ruiz
12 de diciembre de 2024 - 05:05 a. m.
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Cada vez es más difícil entender lo que pasa. Es una paradoja porque hoy tenemos acceso instantáneo, en tiempo real, a todos los hechos con imágenes, sonidos, análisis, opiniones. El problema es la dificultad para saber qué es real, qué es mentira y, lo peor, qué es parcialmente cierto y deja de serlo por las torsiones de quien lo saca de contexto. A veces pareciera que poco importa despejar esa duda porque las conversaciones públicas, las decisiones políticas y el devenir de las naciones se deciden no por lo que pasa en la vida real sino por la percepción que crean el ruido, los relatos, las narrativas, para usar palabras de hoy.

Siempre ha sido así, pero la era digital ha multiplicado todo riesgo y permite a una mentira convertirse en verdad en segundos y a un líder autoritario salir de la nada para llegar al poder en cuestión de meses o semanas porque tuvo el discurso preciso, el odio adecuado, la promesa perfecta. El ruido nos supera y el silencio ha perdido toda oportunidad para ayudarnos a pensar, a entender.

Comencé esta columna pensando en hablar sobre una de las noticias de estos días: las denuncias de la Superintendencia de Salud sobre la EPS Coosalud. Me costó entender para poder opinar. Entre los trinos enredados, cargados de adjetivos, de señalamientos, de sentencias y frases hechas del presidente Gustavo Petro y las versiones confusas de unos y de otros desde las redes y los medios, no he podido saber si la transacción que se hizo fue un procedimiento normal aprovechando las líneas difusas de las leyes o un caso de corrupción. Usted que lee seguro que lo tiene claro. A los periodistas no nos corresponde dictar sentencia, pero sí nos corresponde denunciar y arrojar luz cuando hay oscuridad para ayudar a entender. Hacer eso cada vez es más difícil.

Por eso estas palabras no son opinión sino desahogo. No son sobre esa noticia ni sobre ninguna otra porque con frecuencia cuesta entender. Puede ser una deformación personal por la duda constante a la que debe obligar el periodismo, pero creo que es también el ruido de tanta información y desinformación que impide pensar. A veces creo que, en el fondo, el objetivo de muchos líderes y también de quienes diseñan los algoritmos es evitar que las personas piensen. El negocio político o económico es poder llevarlas sumisas por los contenidos que gustan, amarran a las pantallas y crean la sensación de que aquello que se piensa es la realidad. No se buscan hechos ni dudas, se buscan respuestas absolutas, sentencias inmediatas y confirmar los sesgos. Y si eso buscan las audiencias, eso ofrecen los actores del debate público: hay que colmar los sentidos, silenciar a los otros, gritar más fuerte.

Como periodista hago esfuerzos para entender y poder contar, explicar o comentar los hechos, pero si el ruido no permite pensar ni entender, ¿cómo se puede opinar? Con mucha frecuencia me pregunto cómo es posible que millones de personas vean tantas certezas en donde con frecuencia veo falta de información, grises, matices, incertidumbre. La imposibilidad de diálogo que genera el ruido lleva a tomar partido antes de entender y así nos pasamos discutiendo en caliente sobre lo que pasa, aunque no haya tiempo para procesar. Hay que montarse en la cresta de la ola, en las tendencias. Hay que opinar y hacerlo ya, tomar partido, no se puede callar. “El silencio es cómplice”, dicen desde un bando, desde el otro, desde todos.

Creo que nos conviene recuperar el valor del silencio en todos los sentidos. El que nos permite sanar, el que abre espacio a la creatividad y al pensamiento propio, el que nos conecta con lo sublime. Y defender también el derecho a guardar silencio cuando no se acaba de entender lo que pasa porque en esta sociedad de ruido, de espectáculo, de caos y de incertidumbre a veces lo sensato es no opinar.

Conoce más

 

Ricardo(hwcm7)14 de diciembre de 2024 - 03:45 p. m.
El Espectador sacó de contexto el caso de Daniel Mendoza, por ejemplo
Julio(69508)13 de diciembre de 2024 - 01:35 p. m.
Lo màs acertado es dejar que esos casos complejos, que suelen ser manipulados polìticamente, los resuelvan los funcionarios a quienes Ope legis se les han asignado. La labor periodìstica no debe interferir con esa funciòn legal.
Maria(18318)13 de diciembre de 2024 - 03:50 a. m.
Triste realidad nacional. Cualquier persona o institución investigada es declarada culpable por la opinión publica antes de que se estudie legalmente el caso. Y está mal visto dentro del círculo de amigos y conocidos, si uno duda o pide que se espere a que haya investigación antes de emitir un juicio. Hace parte de la polarización y fanatismo político y de la falta de credibilidad en la justicia.
Evelio(vduk3)13 de diciembre de 2024 - 01:28 a. m.
Discernir se ha vuelto complejo ante la inmediatez de los hecho.
Alberto(3788)13 de diciembre de 2024 - 12:02 a. m.
De acuerdo.
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