Contra la desigualdad inicial

Armando Montenegro
15 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

Existe un amplio consenso de que una de las claves para combatir la desigualdad e impulsar la movilidad social es la educación de buena calidad en los primeros años de vida de los “niños” (genérico de “niños y niñas”), especialmente los más pobres. Es por ello que en todo el mundo la cobertura de la educación preescolar pasó del 29 % en 1990 al 49 % en 2015. En el Reino Unido, la inversión en la atención primaria se ha triplicado en este siglo, e incluso en el polarizado Congreso de Estados Unidos se ha aprobado en forma bipartidista el incremento sostenido de los presupuestos con este objetivo.

Colombia no se ha quedado atrás. Hasta 1990, solo en los colegios privados había kínder. En forma simultánea, con la masificación del kínder en las escuelas públicas, la cobertura de la educación preescolar pasó del 13 % en 1990 al 84 % en 2015, y los programas del ICBF reciben una creciente atención de los analistas y la opinión pública.

Varios estudios sobre la calidad de la atención preescolar contrastan dos tipos de estrategias. La primera, la de concentrar las inversiones en infraestructura, equipos y aumento del personal de enseñanza y cuidado de los niños. La segunda, la de poner en marcha programas para elevar la preparación de los maestros y mejorar su interacción con los menores. La manera de determinar cuál es la mejor es medir su impacto sobre el aumento del conocimiento, el lenguaje y la preparación de los niños.

Acaba de publicarse una investigación realizada por la reconocida investigadora de la Universidad de los Andes Raquel Bernal, en asocio con Orazio Attanasio y otros economistas, que analiza el impacto de estas estrategias en Colombia (www.nber.org/papers/226191). El trabajo muestra que las inversiones en Hogares Infantiles del ICBF que se concentran únicamente en dotar de materiales didácticos y en contratar asistentes de los maestros no tienen ningún impacto en el aprendizaje de los niños (incluso pueden ser contraproducentes porque hacen que los maestros pongan menos atención a sus tareas). En cambio, cuando estas inversiones se complementan con un buen programa de entrenamiento pedagógico y apoyo a los docentes, los resultados sobre el aprendizaje de los niños son bastante positivos.

Este es un llamado de atención al ICBF para que corrija sus prioridades actuales, haciendo a un lado su obsesión por nombrar asistentes de maestros y comprar equipos (una estrategia usualmente preferida en todo el mundo por los políticos y burócratas interesados en la contratación). Para mejorar la calidad, de acuerdo con la investigación de Raquel Bernal, el instituto debería impulsar políticas enfocadas en la capacitación, el apoyo y el acompañamiento de los maestros.

Se requieren, adicionalmente, otras definiciones del gobierno Duque sobre la primera infancia. Es necesario que, además de su justificado interés en combatir el maltrato infantil, el ICBF se comprometa decididamente con las metas y los objetivos de largo plazo de mejorar la cobertura y, sobre todo, la calidad de la atención preescolar. Otra importante contribución de este gobierno, en línea con las recomendaciones de numerosos expertos, sería que el liderazgo y la dirección de la educación y la atención preescolar fueran asumidos por un ministerio técnico, independientemente de las cambiantes, variadas e intensas tareas de las primeras damas.

 

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