Costa Rica y los dos Alvarado

Beatriz Miranda
03 de abril de 2018 - 03:00 a. m.

Después de un proceso electoral polarizado, marcado por un fuerte tono religioso, Costa Rica eligió a Carlos Alvarado como su nuevo presidente hasta 2022.

Su primer discurso después de la divulgación de los resultados, fue una convocatoria a la unidad nacional. Afirmó que “su deber será unir a esta República, unirla para sacarla adelante y que sea una república líder en el siglo XXI, que Costa Rica ocupe ese lugar que merece, esa nación unida es la que tenemos que construir juntas y juntos”. En los últimos meses, el país acompañó una fuerte disputa entre los dos Alvarado: Fabricio Alvarado, cantante, exdiputado, conservador, legítimo representante de la iglesia evangélica, candidato del Partido de Restauración Nacional, y Carlos Alvarado, director ejecutivo del Instituto Mixto Social y ministro de Trabajo en el Gobierno de Luis Guillermo Solís, candidato del Partido Acción Ciudadana, de centro izquierda.

Entre los dos candidatos, lo único que los identifica es realmente el apellido, debido a que sus propuestas son bastante distintas.

Fabricio logró ventaja en el primer turno, según algunos por su fuerte oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, la fecundación in vitro y la adopción de cartillas de educación sexual en las escuelas. En la agenda del otro Alvarado, Carlos, siempre estuvieron temas como derechos igualitarios, el matrimonio gay, interrupción del embarazo cuando represente un riesgo para la madre. Su vicepresidenta es la primera mujer negra que ocupará este puesto en América Latina. Ojalá sea un símbolo de inclusión en la política latinoamericana.

Desde 1948, Costa Rica ha mantenido su régimen democrático, único país de América Latina que no posee ejército, pero que recibe importante ayuda militar de Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos años ha asistido a un deterioro de sus dos partidos tradicionales, Acción Nacional y Unidad Social Cristiana, pues han perdido credibilidad debido a escándalos de corrupción, sobre todo entre los electores de 18 a 40 años.

A pesar de la victoria de Carlos Alvarado en la segunda vuelta, con el apoyo del 60,7 % de los votantes, los comicios de Costa Rica llaman la atención de la región latinoamericana en lo que concierne al creciente poder de las iglesias evangélicas en los procesos electorales.

En una América Latina que denota fuerte ausencia y debilitamiento del Estado, derivado de crecientes déficits fiscales, la inseguridad, la corrupción y la pobreza, su discurso ha calado en miles de feligreses. En Costa Rica, las iglesias evangélicas con mayor influencia son las originadas en Estados Unidos. Según la Alianza Evangélica Costarricense, pasaron de tener “232.000 miembros en 2001 a 465.330 en 2014”.

Carlos Alvarado tendrá en su mandato grandes desafíos para disminuir el déficit fiscal, la inseguridad, la pobreza y la corrupción; pero también para hacer lectura apropiada del creciente peso de las diferentes expresiones religiosas, especialmente de origen pentecostal, en la política costarricense, que no solo fue protagonista en la primera vuelta, sino que se reafirmó en esta segunda vuelta con un discurso excluyente, pero atractivo para la comunidad.

Es posible que el modelo económico que se aplicó en los últimos años, que fracturó la política social incluyente que lideró Costa Rica en el contexto latinoamericano, haya generado esta reacción en el pueblo costarricense.

Los retos para Costa Rica, también son un reto para el resto de países de América Latina.

*Profesora Universidad Externado de Colombia.

 

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