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¡Cuánto te debemos, Grecia!

Mario Méndez
17 de julio de 2015 - 08:58 p. m.

LA CIENCIA, LA FILOSOFÍA, EL TEAtro, la palabra, el pensamiento, siempre el pensamiento, te lo debemos en gran parte, Grecia.

 

Cuando nuestros pueblos de América Latina cultivábamos otras formas de ser, otras cosmogonías, hasta nosotros llegaron los elementos que ya habías difundido por Europa, de modo que España fue apenas el vehículo retransmisor de toda una cultura que se explica por sus raíces, sus dioses, su oikos y su polis.

Aunque no se puede desconocer el papel de Roma en nuestro ser como naciones, tu mitología —a la par con la romana, cuyos personajes son los mismos, con diferente nombre— nos nutre desde lo tanático-erótico, tu Temis y tu Palas Atenea, Nuestra Señora de Atenas. Quien quiera comprender el desarrollo de la cultura occidental tendrá que sumergirse en Sócrates, Platón y Aristóteles, y unirlos luego al pensamiento europeo para detenerse en las particularidades de lo histórico y posterior a las gestas de lo que se desarrollaba en tu suelo desde antes de la consolidación del monoteísmo.

Es quizás en lo lingüístico donde se aprecia más el influjo de ese acervo de siglos que cultivaste para otros pueblos, así no te lo propusieras, pues lo creativo siempre se abre paso y encuentra quien lo siga y lo cultive. El desarrollo mismo de la democracia, aun con sus polémicas y divergentes connotaciones, sería imposible de explicar sin partir de demos y crathos, elementos morfológicos de la lengua tan pequeños pero sobre los cuales se puede construir la totalidad del edificio de las prácticas de gobierno como concepto.

¿Cómo pudiera explicar Sigmund Freud su libido, sus complejos de Edipo y de Electra sin acudir al Olimpo y sus deidades, paralelas es cierto a las del Septimontium de la Vecchia Roma? Las bases terminológicas del psicoanálisis se alimentan de esos seres crueles o hermosos, con sus odios y sus virtudes, para arrojar alguna claridad sobre lo inconsciente como motor del ser humano.

Hasta los dramas de Eurípides y de Esquilo moldean nuestros sentimientos y nos forman para la vida, sin que de ello nos percatemos si no asumimos una posición crítica de lo que somos. De modo que Grecia, ese territorio espiritual y geográfico que percibimos o intuimos en la Acrópolis, en el ágora, en las Termópilas, como ayer en los jardines de Academo, nos iluminan desde la distancia de Cronos.

¡Cómo no reconocer la trascendencia de tus luchas en los tiempos anteriores a nuestra era y en las cuales tus dioses fueron partícipes y estuvieron inclinados en favor de uno u otro bando, como fragua de lo que habría de ser una unidad de lengua y cultura, de pueblos constitutivos de la Grecia grande que llegó hasta las riberas de nuestras propias construcciones nacionales!

Por todo esto nos duele que hoy sobre tu suelo y tu gente sobrevuelen aves de rapiña que quieren devorarte, parapetadas en el valor de lo bursátil y que nada tienen que ver con los valores eternos y resultantes de la elaboración de tus ideas.

Por fortuna, pudiera ser que tu posición se convierta en elemento dinamizador de una Unión Europea más cercana del hombre que de la banca.

* Sociólogo de la Universidad Nacional.

 

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