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Cuba: la paradoja de un país mendicante

Mauricio Botero Caicedo
30 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Similar a ciertas órdenes religiosas, la Cuba comunista es y ha sido un país mendicante. Es decir, vive de la caridad ajena. Pero es evidente que, a diferencia de las comunidades limosneras en donde los frailes voluntariamente hacen votos de pobreza, los hermanos Castro implantaron en Cuba un sistema social y económico tan sumamente disparatado que los cubanos no solo no gozan de libertad, sino que —reducido al mínimo el apoyo de Venezuela— hoy difícilmente sobreviven esquivando la miseria.

El primer gran golpe que recibió la Cuba mendicante fue a principios de la década de los 90, cuando su benefactor, la antigua Unión Soviética, se desmoronó en mil pedazos y tuvo que congelar el apoyo económico que le brindaba a la isla. El bajonazo de la economía cubana, lo que Fidel Castro —con ese eufemismo que caracteriza a los izquierdistas— llamaba el “Período especial en tiempos de paz”, fue dramático. El periodista Jorge Enrique Rodríguez, en reciente crónica en el diario ABC de España, relata ese período: “Escasez total de alimentos, desabastecimiento de medicamentos, racionamiento de todos los productos —desde calzados, ropas y artículos de aseo—, reducción de jornadas laborales en sectores industriales, recortes de energía eléctrica que llegaron a durar entre 8 y 16 horas diarias, y recortes en los servicios de transporte marcaron la cotidianeidad de los cubanos. Las más dramáticas y pintorescas disyuntivas para garantizar la dieta alimenticia básica y diaria se sucedieron hasta alcanzar niveles impensables: desde picadillos de cáscaras de plátanos hasta bistés de toronja. Quizá el punto más trágico, en términos de alimentación, llegaría cuando no pocos cubanos decidieron cazar y alimentarse de gatos. Lo que en un principio se había tomado como inimaginable, como un rumor, terminaría siendo práctica común a lo largo de la isla y en un acuerdo tácito entre la población, desesperada en llevar a la mesa algo de comida”.

Cuba salió de este “Período especial” cuando Fidel, con innegable astucia, logró que Venezuela les diera un salvavidas. El día en que Hugo Chávez subió al poder en 1999, Castro estaba acompañándolo y sellando una alianza estratégica. En lo sucesivo, Chávez le ofrecería a Fidel un sostén económico —petróleo—, y Fidel a Chávez, apoyo moral, estratégico e ideológico. A finales del siglo pasado Cuba encontró en Venezuela el oxígeno necesario para alargar su agonía. Pero la enorme paradoja es que precisamente por emular el régimen cubano en lo económico y social, incluyendo el sacrificar al sector privado envileciendo de paso la moneda, Venezuela, hoy en día en bancarrota, no tiene capacidad de auxiliar a la isla. Es como si un mendigo le hubiera mordido, aunque no fuera intencionalmente, la mano a su benefactor, robándole así la capacidad de seguir dándole limosna.

Quiérase o no, la crisis actual en Cuba es calcada del “Período especial”, con la excepción de que Fidel ya no está en escena. Algunos creen que México va a asumir el papel de benefactor que en su día ejercieron la Unión Soviética y Venezuela. ¡Lo dudo! El incompetente de AMLO está llevando a México a la ruina.

Apostilla. Una de las crueles ironías de la vida sería, como recientemente lo anotaba un gracioso, que en Miami al distinguido hombre de letras y senador Gustavo Bolívar le tocara, para ir a ver su mansión y montarse en su yate, transitar por la recién inaugurada “Álvaro Uribe Way”.

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