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Cuba y el conflicto colombiano

Mauricio Rubio
23 de abril de 2015 - 04:40 a. m.

La última Cumbre de las Américas fue un buen presagio de que se firmará un acuerdo en La Habana.

“Continuaremos nuestra contribución al proceso de paz de Colombia hasta su feliz conclusión” afirmó Raúl Castro. “Parte de mi mensaje aquí es que la Guerra Fría ha terminado” agregó su nuevo amigo, Barack Obama.

Académicos colombianos han hecho lo imposible por desligar el conflicto del entorno internacional. En ‘Basta Ya’ del Grupo de Memoria Histórica hay cuatro referencias a Cuba: “ejemplo cubano”, “revolución cubana” repetida y “revoluciones triunfantes en China y Cuba”. O sea, como podría aparecer la isla en un libro de historia de cualquier lugar. Nada que permita siquiera sospechar interferencia. Guerra fría se menciona 12 veces, Estados Unidos 18, drogas 15 y la palabra tierra 138. Queda claro el mensaje de una confrontación campesina y local.

A pesar de esa pretensión autárquica, la influencia externa sobre nuestra guerra ha sido determinante, incluso para el final que se aproxima. Cuando el gobierno cubano hizo público el restablecimiento de relaciones con EEUU, la revista L’Express anotó que “el 17 de Diciembre, solamente una hora después del discurso de Raúl Castro, las Farc anunciaron un cese al fuego ‘unilateral e ilimitado’. Este timing, que no es cuestión de azar, muestra un nuevo orden en la región. Pero las Farc, o sea La Habana, conservan, por su capacidad de hacer daño, la llave del conflicto”. Para el semanario francés, la decisión de la tregua unilateral habría resultado de la presión norteamericana sobre Raúl Castro transmitida luego a los comandantes: hay que asimilar las nuevas reglas del juego. Nadie en Colombia mencionó esa coincidencia.

No sería la primera vez que Cuba interviene en el conflicto. Aunque allá nació el ELN, el vínculo estrecho no fueron ellos, ni las Farc, sino el M-19, que resurgió en la isla en 1980 con los dólares del rescate por la toma de la Embajada Dominicana. Según un ex diplomático cubano, su colega Fernando Ravelo, embajador en Colombia y luego acusado por la justicia norteamericana, era quien mantenía la triangulación entre el M-19, los narcos y Cuba. Manuel Piñeiro ‘Barbarroja’, el espía mayor, cabeza del Departamento de América a cargo de operaciones subversivas en el continente, es considerado “nuestro gran amigo” por el Eme. Hasta les guardó la espada de Bolívar. Sin ruborizarse, Antonio Navarro ha afirmado que no supo de la toma del Palacio de Justicia porque estaba en Cuba, con Piñeiro. Pretender que de esa operación no estuvo enterada la Dirección de Inteligencia cubana, proporcionalmente tan sofisticada como la CIA o la KGB, es equivalente a afirmar que en Washington nadie sabía del golpe contra Salvador Allende en 1973.

El interés castrista por exportar la revolución nunca mermó. Nicolás Maduro fue escogido y formado para suceder a Chávez por el Departamento de América. Bajo su régimen la infiltración de los cubanos en la administración pública venezolana es alucinante: desde el control de la inmigración, el manejo de cédulas de identidad, pasaportes y registro de la propiedad hasta el fraude electoral, pasando por la formación de militares y, seguramente, las condiciones del refugio de los comandantes de las Farc. Se calculan hasta cien mil "cooperantes". Ya quisiera la CIA tal eficacia, recibiendo además petróleo subsidiado. Pensar que sabuesos de ese calibre se limitan en el proceso de La Habana al papel de hoteleros y administradores del sitio de reunión es más que ingenuidad. Las grabaciones y chuzadas a los negociadores del gobierno que acaba de revelar un ex guardaespaldas de Fidel Castro son bien verosímiles.

El desconcierto sobre el ataque de las Farc a los militares en el Cauca es poca cosa al lado del despiste sobre lo que se debe hacer para que no se repita algo así. Tanto la visión parroquial y agrarista del conflicto como la fijación pueril con los trinos de Uribe han impedido ver que el ignorado escenario externo cambió radicalmente, que el régimen cubano está en otro plan con su enemigo de las últimas décadas y que por lo tanto a las negociaciones les cabe una dimensión diplomática, diferente a pedir recursos. Cuba fue crucial en la escalada del conflicto y Raúl Castro lo será para que se extinga con el fin de la guerra fría: sabe dónde ponen las garzas, los comandantes farianos le paran muchas bolas, y además maneja a Maduro.  

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