¡Cuidado con el voto electrónico!

Carolina Botero Cabrera
08 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Ante los graves problemas de desconfianza en los sistemas de conteo de votos y los reclamos de fraude de las últimas elecciones, parece construirse un consenso en el país que pide a gritos voto electrónico. ¡Cuidado con lo que se desea!

Tanto la Ley 892 de 2004 como la Ley 1475 de 2011 ordenan implementar el voto electrónico en Colombia, pero esto aún no se ha hecho. Antes de que lo hagan, pidamos que no sea una obligación legal, que se discuta y se revisen experiencias fallidas antes de tomar decisiones.

La Registraduría justifica que tiene un plan para seleccionar la tecnología que va a usar y que avanza en ese proceso. Afortunadamente, está tomándose su tiempo y, a pesar de la presión, no ha avanzado. Si no tenemos mecanismos de control y transparencia en las tecnologías que ya hemos incorporado, ¿qué nos hace pensar que lo haremos mejor con el voto electrónico?

Las características esenciales del sistema electoral son el secreto del voto, la integridad del voto (que los resultados correspondan a lo que elegimos) y la transparencia del proceso (que cualquier persona pueda observar el proceso). Cuando otros países han probado el voto electrónico, todas estas características se han perdido.

En la propuesta de protocolo de auditoría independiente para el software electoral que Karisma –donde trabajo– hizo para la MOE, pudimos establecer lo siguiente. En Holanda introdujeron el voto electrónico en los 90, pero después de que, en 2006, un grupo de hackers probara lo fácil que era cambiar los resultados, volvieron al proceso manual. En Alemania comenzaron a usar las mismas máquinas que en Holanda. En 2009, la Corte Constitucional las declaró ilegales porque la ciudadanía no podía hacer control del sistema. En Brasil tienen voto electrónico desde 1996, pero en 2012, los académicos probaron que se podía identificar al ciudadano que emitió el voto. En Argentina tampoco se implementó después de que se demostró su vulnerabilidad.

A pesar todo esto, los fraudes crean fácilmente consensos románticos entre la gente que termina percibiendo el voto electrónico como la solución. Eso es lo que está pasando en Colombia, el voto electrónico es reclamado por varios sectores políticos. Lo pide el partido MIRA, víctima de sabotaje en 2014 que lo llevó a perder tres curules en Senado, en su propuesta para reformar el procedimiento electoral en Colombia. El senador Robledo lo exige como una forma de evitar la “hamponería” que está socavando la confianza en el proceso electoral. El senador Antonio Navarro también se ha mostrado favorable y ha criticado la lentitud en el actuar de la Registraduría para implementar el voto electrónico.

Empecemos por afirmar que el actual sistema electoral en Colombia no tiene voto electrónico como lo pide la ley, pero hace rato dejó de ser un proceso manual. Es un sistema híbrido en donde se usa software tanto en el proceso de “preconteo” (informativo el día de elecciones) como en el de escrutinio (el que vale legalmente).

Hoy el fraude se conoce y siente en la fase que le corresponde al elector (le compran el voto, hacen trasteo de votos, etcétera). También empieza a percibirse masivamente en la manipulación de los documentos físicos (en los formularios E-14). Sin embargo, lo que es menos tangible y, por tanto, menos evidente para las personas es lo que sucede en el software.

Recordemos que el Consejo de Estado mostró, a pesar de que los votos físicos y los registros informáticos desaparecieron, que en 2014 se hicieron ingresos al software en horarios no convencionales. Incluso se llegó a modificar más de 60.000 registros en menos de un minuto. Es más fácil que alguien ingrese miles de votos al sistema que hacer que un 3 parezca un 8. Es decir, la tecnología que utilizamos fue vulnerable y es más eficiente hacer fraudes a través de esos sistemas que con los medios tradicionales.

Actualmente, las cajas negras están en varios momentos del conteo, pero el resto es manual. Puede que se modifiquen E-14, pero, a pesar de su dificultad, el control de resultados es posible. Este control sería más eficiente si se introducen algunos cambios: una auditoría previa al software, mejora en los datos que se entregan de la información manual (como con escaneo y entrega de los formularios de claveros) y del resultado del procesamiento que hace el software (datos planos), o entrega oportuna de esos datos para poder ser protestados en los tiempos de ley. De hecho, que esta vez se hubieran evidenciado los problemas de los E-14 tiene que ver con que se mejoró la entrega de información y el control ciudadano incrementó.

Si la caja negra es tan solo una y, como sucede en muchos procesos de voto electrónico, se desaparecen los procesos manuales, quedamos totalmente a merced de las máquinas y de la inseguridad de los sistemas. El proceso pierde transparencia, trazabilidad y la integridad es vulnerable, ni hablar del secreto. Además, como en tecnología no hay seguridad cien por ciento, siempre existe la posibilidad de que las máquinas sean hackeadas.

La tarea hay que hacerla bien. Si el sistema actual no es confiable, cambiarlo para usar máquinas de voto electrónico no sirve, pues aumenta todos los factores de riesgo que ya están evidenciados en el actual. Tal vez tomar la decisión de Holanda para que todo sea manual es extremo, pero eso de creer a ciegas en el voto electrónico es peor.

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