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A cumplir la ley

Iván Mejía Álvarez
21 de enero de 2008 - 09:53 p. m.

Una de las premisas fundamentales que le enseñan al estudiante de Derecho es que los contratos son bilaterales. Las partes consiguen derechos pero también adquieren obligaciones.

Por supuesto, los contratos de trabajo son iguales. El trabajador brinda lo suyo, su capacidad de ejecutar una tarea, y recibe en contraprestación un salario. Es ni más ni menos que la simple praxis marxista.

Y no se requiere ser muy docto ni letrado para entender que los contratos firmados son de obligatorio cumplimiento por las partes y que no hacerlo tiene una penalidad que generalmente queda pactada en el mismo contrato o está estipulada en los códigos. Eso es, ni más ni menos, la base del Derecho en todas las épocas.

Por eso sorprende la facilidad con la que en el fútbol se violan y transgreden los contratos de todo tipo. Diera la impresión de que la gente allegada al balompié cree que esta actividad se encuentra fuera de la ley. Los equipos echan a la calle a los futbolistas cuando se les da la gana. Contratan jugadores y técnicos por “buenos” y los echan al poco tiempo por “malos”, como si la culpa de la elección fuera del jugador y no de quien hace la selección del personal, y por ignorancia o por mercantilismo —dirigentes ladrones que saquean las tesorerías de los equipos con malos negocios pero en los que llevan su tajadita— la mayoría de las veces mancomunadamente con esa ralea de pícaros que son los empresarios, con contadísimas excepciones, y ahora ha llegado la modalidad de los jugadores que incumplen los contratos cuando quieren.

Los casos de Giovanni Hernández, Totono Grisales, Pepe Moreno, Elkin Soto y Johnnier Montaño deben poner en alerta a la gente del fútbol en Colombia. Con contratos firmados y activos, estos jugadores los rompieron de forma unilateral cuando y como se les dio la gana.

Inclusive, uno de ellos, el chico Montaño, firmó con dos equipos a la vez, en una muestra total de su ignorancia y de lo mal llevado que se encuentra, víctima del apetito económico de quien está administrando sus derechos deportivos.

La situación de Grisales no es nueva, con uno o con otro empresario, el buen jugador antioqueño ha sido muy poco serio en materia de cumplimiento de sus obligaciones y ya tuvo severos líos con San Lorenzo y ahora con Colón.

Totono ha dejado una estela de inestabilidad, falta de seriedad e irresponsabilidad laboral que lo convierte en un jugador poco deseable, pues en toda vinculación laboral siempre hay un problema judicial. Sus allegados afirman que tampoco ha sido serio el cumplimiento de Colón en materia de salarios con Totono y de allí la pretensión de terminar liberado del contrato.

El tema está tan enredado que terminará en la Fifa y con el jugador parado por seis meses o más, que a los 32 años es una pésima noticia.

El caso de Jaime Castrillón fue lamentable. Los empresarios y el jugador se comprometieron con Arsenal de Sarandí, pero esa era apenas una vuelta de tuerca para llevarlo a Europa, el destino planeado de antemano, en una operación similar a la de Juan Pablo Pino. El tema fracasó y el jugador permanece en Colombia, pero el daño a la imagen ya esta hecho.

No le hace bien al jugador colombiano adquirir la fama de ser poco serio. Tampoco le hace bien al fútbol nacional que algunos equipos firmen contratos y no paguen.

Es lamentable que algunos clubes violen las leyes en materia de aportes parafiscales y seguridad social, absolutamente obligatorios.

Los equipos tienen que ser selectivos a la hora de firmar y no dejarse llevar por los cantos de sirena de los empresarios, en algunos casos, o por el deseo de algunos de sus directivos de meterse unos dólares al bolsillo.

Y los jugadores tienen que aprender a respetar lo que firman. Va siendo hora de que el fútbol colombiano dé una muestra de seriedad en esto del cumplimiento de las leyes. Algún día habrá que arrancar, ¿o no?

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