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De Arrieta para Cecilia Orozco

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13 de diciembre de 2010 - 02:53 a. m.
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Leí con detenimiento tu columna en El Espectador del miércoles 8 de diciembre, y me veo forzado a pedirte que rectifiques lo que allí dices porque no es verdad.

Tu fuente, quienquiera que sea, te ha contado historias que no son. Por ello, así como por el afecto y admiración que siempre te he tenido, te cuento la historia real, tal como se la relaté a varios medios hace ya días:

1. Hace meses, en una comida, en la que no estaba presente ningún ex ministro, y sólo estábamos tres amigos con nuestras esposas, uno de los asistentes me preguntó si me gustaría participar en una fundación que se estaba organizando para apoyar financieramente la defensa judicial de algunos ex funcionarios del anterior gobierno.

Le respondí que me parecía una buena idea, y que estaba dispuesto a pensarlo; y sugerí que se ampliara su objeto para apoyar a ex militares y ex funcionarios de cualquier gobierno que se hubieran destacado por su clara voluntad de servicio al país y por sus logros y que, además, no tuvieran recursos económicos para defenderse.

2. Manifesté en esa oportunidad, y así lo sigo creyendo, que a mi juicio es una obligación de la sociedad en general ayudar a personas que se encuentren en esas condiciones —sean uribistas, antiuribistas, o de cualquier otra preferencia política—, pues siempre me ha parecido aberrante la indefensión y la soledad en que quedan, en ocasiones, quienes de buena fe han servido en forma correcta y generosa a Colombia.

3. Jamás volví a ser contactado y nadie me habló de nuevo del tema después de esa comida. Nunca supe quiénes iban a ser los miembros de la eventual fundación, quiénes sus directivos, cuáles sus estatutos, ni si las sugerencias que había planteado en la comida que mencioné habían sido atendidas o no. Tampoco me enteré si se había creado o no la fundación.

 4. El tiempo pasó y me olvidé del tema. Bastante después el señor Presidente me ofreció participar en la terna para la elección de Fiscal General , y sólo volví a oír de la fundación y a saber algo de ella cuando Semana publicó el confidencial que mencionas.

Así pues, ni lo que tú escribiste en tu columna es cierto, ni yo dije en mi comunicado algo que fuera engañoso, pues nunca en la concepción o creación de la fundación que mencionas, ni en nada que tuviera que ver con ella, ni fui ni soy miembro, y mi única participación en ese tema es la que está explicada en los párrafos anteriores; y jamás existió en mi actuar —y estoy seguro de que tampoco en el de quienes me ofrecieron vincularme al proyecto— agenda oculta o propósito oscuro de ninguna naturaleza, ni mucho menos ese plan maquiavélico de asociar el tema de la fundación con el de la Fiscalía General.

Si me hubieras llamado antes, te habrías enterado de la realidad de las cosas, pues, como dije, no hay nada reprochable en mi actuar. Te ruego, en consecuencia, que rectifiques lo que dijiste y que hagas publicar esta carta.

 Carlos Gustavo Arrieta. Bogotá.

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