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De grandes a pequeños relatos

Santiago Montenegro
30 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Para entender la época que vivimos, es muy útil recordar que, aunque tenemos capacidad para usar la razón, los humanos también actuamos motivados por ideas de diferente naturaleza simbólica, como mitos, religiones, ideologías, teorías científicas, normas, leyes, códigos, rumores, chismes y hasta supersticiones y magia.

No todas esas ideas tienen la misma fuerza y en cada etapa histórica algunos relatos toman preeminencia y guían el comportamiento de las personas. Por ejemplo, durante siglo y medio después de la Independencia, en un país muy pobre y dividido jerárquicamente, nuestra vida política y social y la de buena parte del mundo estuvo determinada en gran medida por quienes creían que el Estado, la educación y la moral debían estar guiados por la religión, por un lado. Por otro, estaban quienes creían que debía haber una separación entre la Iglesia y el Estado y que la moral y las costumbres debían ser una decisión privada de las personas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, a medida que la división jerárquica se fue transformando hacia una división funcional de la sociedad, y a medida que se expandía la economía de mercado, se acentuaba la urbanización y mejoraban los niveles de bienestar y las economías se integraban al mundo, esos antiguos relatos comenzaron a perder preeminencia, para, gradualmente, dar paso a la fractura entre el comunismo y la democracia liberal.

Mal que bien, durante casi medio siglo esos nuevos relatos, que en términos económicos enfrentaron a la economía planificada con la economía de mercado, dieron orden, coherencia y estabilidad a gran parte del mundo. La caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética parecen haber marcado el fin de esos grandes y viejos relatos que, aunque enfrentados, dieron sentido y significado a las sociedades y a las personas, sin que, hasta ahora, hayan sido reemplazados por otros macrorrelatos de amplio alcance transversal. Quizá la excepción es la economía de mercado, que, al imponerse en Rusia, China y Vietnam, sí parece haberse consolidado a escala mundial.

Pero en la esfera política e ideológica, las ideas liberales han cedido espacio a un tribalismo de identidades, definidas con base en el género, la etnia, la raza, la orientación sexual y las localidades, esferas que se suman a las viejas y disminuidas fracturas religiosas y de clase social. En esta torre de Babel de identidades y microrrelatos, el populismo de todas las ideologías ha logrado una gran fuerza al plantear un relato basado en una supuesta opresión de una élite malévola sobre un pueblo bueno y noble. Pero, pese al impulso que han alcanzado, es improbable que estos movimientos y narrativas populistas logren mucho alcance porque, aun si llegan al gobierno, en sociedades ya divididas funcionalmente, ni la política ni el Estado tienen la preeminencia del pasado, a no ser que adopten forma de autocracias o dictaduras.

De esta forma, los defensores de la sociedad abierta deberán reivindicar un relato que, por la vía positiva, promueva una nueva ciudadanía basada en la democracia liberal, la autonomía de los individuos, la solidaridad con las personas con pobreza extrema y con discapacidad, la defensa del medio ambiente y, muy especialmente, la libertad. Ese relato deberá explicar que la democracia y la libertad, al ser creaciones humanas, no tienen asegurada su supervivencia, razón por la cual tenemos la obligación de protegerlas.

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hernando(26249)30 de noviembre de 2020 - 04:17 p. m.
El tribalismo es instintivo, como han confirmado Trump, Uribe y Petro. La democracia es fragil porq implica respetar al q no piensa como uno. Ojala ella se imponga en Colombia en 2022
Atenas(06773)30 de noviembre de 2020 - 02:41 p. m.
En efecto, esos fetiches de los cuales ha hecho gala toda la especie en su discurrir, como mecanismo pa medio digerir los umbríos tiempos respectivos, no desaparecen, se transforman y se ramifican hasta alcanzar en la política visos enfermizos con tantos vagarosos e ilusionistas q' en trance de mesías descrestan incautos y los llevan al abismo.
  • Atenas(06773)30 de noviembre de 2020 - 02:45 p. m.
    Y q' pese al colapso de sus estrabismos ideológicos persisten en su dañino concurso con fallidos laboratorios sociales de fracasos sostenidos. Mientras otros, con enormes conglomeraods económicos, tampoco se paran en pelos pa urdir y engatusar con ofertas de fondos privados de pensiones a otros ilusos q' quedan privados de pensiones.
Isidro(43405)30 de noviembre de 2020 - 12:19 p. m.
Permitir un pluralismo coherente, como el derecho a una pensión que no financie los postgrados de los hijos de los ejecutivos de los fondos de pensión privados. (una forma de robo que no se incluye dentro del "tribalismo" lingüístico actual) .
  • Eduardo Sáenz Rovner(7668)30 de noviembre de 2020 - 12:37 p. m.
    ¡Bien dicho!
Javier(18622)30 de noviembre de 2020 - 08:28 p. m.
Como se nota que en El Espectador no hay correctores de estilo. Relato, relatos, relatos y más relatos. Que horror.
Antonino(11779)30 de noviembre de 2020 - 12:24 p. m.
Las élites y el señor Montenegro como expositor, saben cómo funcionan las sociedades. Lo inquietante es que en política empresarial y en el funcionamiento del estado no concretan dichos postulados.
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