En estos días avanza uno de los más esperados sucesos en el ámbito universitario. Me refiero a la elección del rector de la Universidad Externado, una de las más prestigiosas. No se trata de una simple elección sino de una elección histórica, que no es lo mismo.
Como externadista y profesor, no puedo pasar de agache en el actual proceso de elección del nuevo rector. No solo por talante, sino porque estoy convencido de la importancia del acontecimiento.
La universidad, y estoy seguro de que muchos lo comparten pero no lo dirían, ha sido un mar de contradicciones. Durante su existencia ha tenido una prédica hacia el mundo exterior, pero ha vivido sometida internamente a algo diferente. Muchos profesores han refunfuñado, pero casi todos de forma silente permitieron la arbitrariedad y la intolerancia al interior de la institución en las épocas de Fernando Hinestrosa. Puedo decir que fueron tan complacientes y permisivos con Hinestrosa como implacables con Juan Carlos Henao. Algo inconsecuentes.
El Externado siempre ha predicado y defendido el pensamiento liberal, la inclusión, la diversidad, la democracia y el respeto por las ideas ajenas. Sin embargo, estuvo sometida en su interior a una dictadura de décadas en cabeza del otrora rector Hinestrosa, quien aborrecía las dictaduras, salvo la suya. Algo propio de las egolatrías.
Casi todos le rindieron sumisión monárquica a Hinestrosa, quien dirigió los destinos de la universidad a su antojo y bajo sus caprichos. Protegió a los que quiso y, como todo omnipotente, persiguió a quienes se le opusieron, lo controvirtieron o no le rendían pleitesías. Eso le costó a la universidad que algunos profesores nos distanciáramos. Varios volvimos con Henao. Gracias.
En aquellas épocas, las hojas de los árboles que están en los jardines del Externado no se movían gracias al viento sino al permiso de Hinestrosa. Todo necesitaba su anuencia y jamás dio vía libre a la elección de un nuevo rector. Ni se le pasó por la mente. De hecho, Henao solo lo reemplazó una vez Hinestrosa falleció, y de ahí en adelante inició un proceso lógico de transición que ahora da frutos.
No he sido parte de la oposición a la rectoría de Henao, a quien admiro en lo profesional y le tengo gran aprecio en lo personal. Él lo sabe. Mis palabras no son contra él.
Hoy celebro la llegada de más democracia al proceso de elección del nuevo rector. Ello me resulta plausible. Festejo que estemos embarcados en un proceso democrático y pluralista que permite a distintos liderazgos procurar ejercer el cargo de rector. Un proceso que involucra a los estudiantes que tienen asiento en el Consejo Directivo, que permite hacer una consulta popular entre alumnos y profesores, y que deja en manos de ese órgano, también elegido popularmente, la designación del nuevo rector, ojalá bajo el guion que le redacte la consulta popular en la que las bases mostrarán su preferencia.
Hay cuatro candidatos: Juan Pablo Estrada, Hernando Parra, Edgardo Maya y Rafael Lafont. Cualquiera de ellos sería un gran rector. Sin embargo, mis preferidos son Estrada y Parra.
Empiezo por Parra: fue mi profesor, jurista, estudioso y preparado. Conoce al Externado como ningún otro. Amable y honesto. Buen ser humano.
Sigo con Estrada: lo mismo que Parra, aunque no ha sido mi profesor, pero sí el de muchos. Me inclino por Estrada porque sé de sus enormes capacidades, su incansable forma de trabajar, sus sueños de ayudar a construir una sociedad más justa y sobre todo más honorable. Crecimos, estudiamos y trabajamos juntos, y por ende hemos sido compañeros en varias luchas. Estrada es liberal como ninguno y pertenece a mi generación. Sí, a esa generación a la que le llegó la hora de asumir responsabilidades con arrojo y decisión, sin alzarle la voz a nadie pero tampoco sin amedrentarse con los poderosos. Estrada tiene algo que pocos tienen: ímpetu e irreverencia.
Ojalá se escoja bien al nuevo rector. Bienvenida la democracia y, ahora sí, un Externado liberal de puertas para adentro y de puertas para afuera.
Recuerden: Estrada y Parra.