A SAMUEL MORENO SE LE ADELANTÓ la Navidad. La marcha a domicilio, envuelta en el verde y rojo vistoso de trajes paeces, no es un regalo que pueda pasar desapercibido para el alcalde. Corrijo: no debe.
Porque existe el prejuicio de que del actual alcalde se puede esperar hasta la peor torpeza, y su sonriente cara no le ayuda. La minga es la oportunidad de Samuel para bajarse un rato del metro que será y demostrar que es un tipo capaz de lidiar con conflictos sociales actuales y hacerle contrapeso político a Álvaro Uribe, dos condiciones para lograr su sueño de ser presidente en 2014.
Un Samuel ausente de la minga sería un mal presagio de lo que tememos muchos: que carece de la capacidad y el liderazgo para desempeñarse bien como gobernante de Bogotá, y eventualmente de Colombia. Esta afirmación sería bastante radical e injusta, de no ser por la gran oportunidad que presenta esta protesta, ante este gobierno y en esta ciudad. Vamos por partes.
No hay precedentes recientes para la marcha que conquistó la ciudad. Alrededor de 15.000 indígenas recorrieron 500 kilómetros para venir a hablar con el Presidente, después de que él les hizo el quite en Cali. La minga es una de las organizaciones sociales más compacta, disciplinada, masiva y poderosa que existe en Colombia. Atrae la atención y simpatía de los gobiernos y medios internacionales. Y, lo más importante, vienen a pedir que se hagan efectivos los derechos otorgados por la Constitución del 91 y las promesas de varios ex presidentes. Simbolismo, medios, poder y derechos humanos.
El proyecto político de Álvaro Uribe ha sido enemigo de aspectos fundamentales de la Constitución del 91. En los albores de su mandato, las zonas especiales –que recreaban una versión modificada del estado de sitio en ciertas regiones–, las capturas masivas, pago de recompensas, y más recientemente, la emergencia económica, conmoción interior y la ley de víctimas, son ítems en un estilo de gobierno para enfrentar desafíos sociales que sobreponen sus intereses a la garantía de los derechos fundamentales. Cosa vieja y sabida. Sin embargo, por estos días Uribe enfrenta sus peores horas por el agrietamiento de las columnas fundamentales de su gobernabilidad: seguridad y crecimiento económico. En el tema de la seguridad Uribe ha sido su propio verdugo: llevó la inseguridad a niveles tolerables, pero a un costo alto para su legitimidad política (parapolítica) y la de las Fuerzas Armadas (falsos positivos). Por lo tanto, sus éxitos y desmanes terminaron trocando de la agenda el tema de la seguridad por el de derechos humanos y justicia: lo que los indígenas vinieron a pedir a Bogotá.
A Samuel no sólo le llega la confrontación entre Uribe y la minga a la casa, sino que le llega en unas condiciones en las que está en una posición para influir de manera importante. Ambos actores del conflicto llegan a Bogotá con una actitud soberbia. Los indígenas han dicho que para empezar a hablar con el Presidente, “exigen” que se retracte de haberlos llamado “promotores del terrorismo”. Y bueno, Uribe es soberbio por naturaleza. Así las cosas, no es probable que haya avances en el corto plazo, por lo cual a los indígenas les aguarda una larga espera. Ellos sin duda tienen la paciencia, el problema son los recursos para tener a 15.000 personas sentadas esperando en Bogotá (y al menos otras 45.000 en su lugar de origen que dependen de los marchantes). Por lo tanto, el apoyo logístico y político de la Alcaldía es fundamental. Samuel se anota dos goles: hace posible que la minga resista el tiempo necesario para presionar al Gobierno, y se alza como una figura política con la autonomía y la coherencia ideológica para oponerse a Uribe en aspectos fundamentales.
Dicen por ahí que los asesores de Samuel tienen orden de no programar al alcalde para apariciones públicas de menos de mil personas. Dicen que la orden salió de “la casa Rojas”, donde manda la ‘Capitana’. Se supone que es la estrategia temprana para que el Marinero sume puntos para la Presidencia. Falta ver si Samuel se pellizca y ve en el verde y el rojo de la guardia indígena los colores de la Navidad. Si Samuel es bueno, tal vez la Mama Pacha le deje un gran regalo adelantado.