Debo este titulo a Nayra Bello, española y miembro del Concejo de Camden por el Partido Laborista en Londres. Su referencia es al mensaje contenido en las fotos que nos llegan desde Washington, pero puede ser generalizado al propio Londres, a Madrid o a Bogotá. Es en este último sentido que cabe citar una entrada en redes sociales que debemos a la siempre incisiva Elena Sánchez: ‘La tiranía que se ha instalado en Colombia tiene dos cabezas: neoliberalismo y neofascismo … No se puede hablar de una coalición de centro-izquierda mientras una gran parte de lo que se autoproclama centro no salga del horizonte neoliberal que privilegia el mercado y los business sobre la vida.’
La afirmación de ambas es certera. Bello apunta a la contradicción de una democracia cuyo poder global se ha asentado en el ejercicio del monopolio de la violencia sobre otros pueblos cuando estos osan ‘elegir de manera irresponsable’ la liberación y alguien como Salvador Allende. Así ocurrió en África y el Chile de los setenta. Así ocurre a sus sucesores en Brasil, Bolivia y Venezuela este siglo. La contradicción consiste en justificar ese monopolio de la fuerza y su ejercicio bajo la premisa de que el mal y el enemigo están en el afuera, personificado en eso que de manera vaga llaman la izquierda y en personajes como Allende, Iglesias, Morales o Petro a quienes los Kissinger de ayer y los ultras de QAnon o el Centro Democrático hoy proclaman diabólicos. En realidad, el enemigo siempre ha estado adentro. Y no es otro que el uso de la fuerza con el fin de singularizar a la parte de un pueblo que resiste y vive a pesar de los muchos intentos para destruirlo.
Marcarlo como inferior negro, café latino, o indio, como hacen Bolsonaro en Brasil y los uribistas en Colombia, hasta convertirlo en mera herramienta o materia disponible para ‘competir’ en el mercado. En dicho escenario la economía es reducida al mercado único y el planeta a una reserva de recursos a la mano del mas fuerte. Y si ese pueblo resiste, someterle al terror y en últimas matarlo. Eso son el fascismo y su aliado neoliberal de los que habla Sánchez. El de hoy que no es igual al de Europa en los treinta ni tiene por que serlo. Se parece más al de la España falangista cuyo fascismo jamás fue derrotado, no del todo. A Chile tras el golpe del 11 de septiembre de 1973. Al del fracaso de la primera Reconstrucción en los EE. UU., el exterminio indígena, la mitología de frontera y el régimen Jim Crow, que es lo que personifica el personaje disfrazado con cuernos de búfalo a quien vimos el pasado 6 de enero en el Capitolio de Washington.
Por supuesto, nunca ha sido la personalidad del malvado lo que esta en juego, sino ‘el negocio que algunos han creado con nuestros derechos fundamentales’. Esa es la escena profanada, blindada, de la cual tendrían que alejarse los Biden y las López si es que no desean el retorno de ese monstruo de dos cabezas que hoy aterra al mundo.