Después del escándalo periodístico en Alemania, los populistas en todas partes están celebrando

Columnista invitado EE
24 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Por Katrin Bennhold

Berlín — Este hombre relató la historia de un niño sirio que creía haber ayudado a comenzar la guerra civil del país con una broma. Escribió un artículo sobre una mujer estadounidense que viajaba por Estados Unidos para ver ejecuciones. Hizo que cobrara vida, de manera detalladísima, el sufrimiento de un terrorista en potencia en Irak.

Claas Relotius, escritor estrella en Der Spiegel, la revista noticiosa más respetada de Alemania, ganó muchos premios por sus reportajes sobre las historias más importantes del día.

Solo que resulta que la mayoría eran inventadas.

Der Spiegel despidió a Relotius y esta semana publicó una extensa disculpa dirigida a sus lectores. Sin embargo, el fracaso de una revista considerada desde hace mucho por los investigadores contundentes como líder en Alemania podría provocar una avalancha de consecuencias para los medios noticiosos, según analistas y periodistas de alto nivel.

El fenómeno “Spiegelgate”, como lo han llamado en las redes sociales, es uno de los escándalos periodísticos de posguerra más grandes en Alemania, y posiblemente durará varios años con muchas decenas de artículos. Difícilmente pudo haber llegado en un peor momento, en que la confianza pública en el periodismo de por sí es baja.

Las mentiras y las verdades a medias circulan con libertad en las redes sociales, y los populistas en ambos lados del Atlántico han estado tratando agresivamente de desacreditar e intimidar a los medios establecidos.

El presidente Donald Trump acusa de manera cotidiana a los medios de producir “noticias falsas”. En Alemania, los miembros del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, o AfD, describen a los medios establecidos como la “Lügenpresse”, o “prensa mentirosa”, un término utilizado por los nazis en la década de 1920 antes de que ascendieran al poder.

“Es un día oscuro para el periodismo alemán”, comentó Ines Pohl, editora en jefe de Deutsche Welle, una radiodifusora financiada públicamente. “Es devastador que pase algo como esto en el centro de Europa, y justo mientras vemos los ataques contra la prensa libre en lugares como Hungría y Turquía”.

“Trump y los populistas en todas partes estarán celebrando”, agregó.

No tomó mucho tiempo antes de que los activistas de extrema derecha recurrieran a las redes sociales para revelar la noticia.

Der Spiegel, la publicación que se ha autodeclarado un paladín adepto a hablar mal de Trump, de la AfD y otros, desde hace años ha publicado noticias falsas”, escribió en Twitter un legislador de la AfD.

Tino Chrupalla, otro legislador de la AfD, escribió en Facebook: “La acusación de ‘prensa mentirosa’ es evidentemente justa en este caso”.

“La pérdida de credibilidad es peligrosa en una época en la que la democracia depende más que nunca de la capacidad de los periodistas de hacer que los poderosos rindan cuentas”, comentó Pohl.

“Imaginen qué pasará si mañana un reportero de Der Spiegel dice que escuchó a los miembros de la AfD contar chistes antisemitas: ¿quién les creerá?”, agregó.

Ullrich Fichtner, quien en enero se convertirá en uno de los tres editores en jefe de Der Spiegel, dijo que la revista revisará en detalle qué salió mal.

No obstante, también prometió no permitir que el escándalo evitara que sus periodistas llevaran a cabo investigaciones agresivas sobre la gente en el poder.

“Sí, el periodismo está a la defensiva, con una crisis económica y con todos los ataques contra nosotros todos los días”, dijo Fichtner. “Pero no debemos ser sumisos”.

Fichtner dijo que Der Spiegel designará a un comité para que revise su departamento de verificación de hechos e investigación, que desde hace mucho ha sido una orgullosa institución de la revista. Se harán mejoras donde sea necesario, comentó.

Relotius, de 33 años, “había cometido sus engaños de manera intencional y metódica”, agregando a sus artículos diálogos inventados, gente que jamás conoció y “personajes compuestos de personas que sí existían, pero cuyas historias habían sido creadas por Relotius”, señaló Der Spiegel en su disculpa a los lectores.

Había estado escribiendo para la revista desde 2011, y ha admitido que inventó partes de por lo menos 14 artículos en Der Spiegel, dijo la revista. No obstante, aún no está claro el alcance de todo su fraude. Relotius escribió casi 60 artículos para Der Spiegel, y como trabajador independiente también escribió para algunos diarios y revistas respetados en alemán.

El jueves, se reveló que también había falsificado parte de por lo menos dos entrevistas que realizó para el Süddeutsche Zeitung, un gran diario con sede en Múnich.

Sus ficciones en ocasiones eran innecesarias y, a veces, impresionantes. En un artículo inventó toda una entrevista telefónica con los padres de Colin Kaepernick, una exestrella estadounidense del fútbol americano.

En otro inventó a “Gayle Gaddis”, una mujer religiosa de Missouri cuya misión en la vida era asistir a ejecuciones en todo el país. El artículo de cinco páginas fue inventado de principio a fin, señaló Der Spiegel.

Las mentiras en una historia acerca de Fergus Falls, Minnesota, fueron verificadas por dos residentes locales. Publicaron sus hallazgos en Medium esta semana bajo el título: “Los periodistas de Der Spiegel se metieron con el pueblo equivocado”.

El escándalo ha provocado un debate acerca del periodismo narrativo, un género que se ha vuelto más popular en años recientes y, según algunos, ha aumentado el alcance del fraude periodístico.

El artículo que terminó por provocar la caída de Relotius fue un perfil íntimo y hermosamente redactado sobre una milicia fronteriza en Arizona que jamás conoció. Un colega suyo, que coescribió la historia del otro lado de la frontera mexicana, comenzó a sospechar de él.

“La historia de Relotius terminaba con un disparo por parte de los hombres de la milicia”, dijo Juan Moreno, el colega, en una entrevista con Süddeutsche Zeitung. Sin embargo, el disparo apareció hasta el segundo borrador. “Si veo que alguien les está disparando a los mexicanos, no me lo guardo para el segundo borrador; es más probable que sea mi punto principal”.

Hubo otros elementos del artículo que no concordaban, pero cuando Moreno alertó a Der Spiegel sobre sus sospechas, en un principio lo ignoraron por completo.

Relotius no solo era un reportero apreciado. También se esforzó muchísimo en cubrir sus huellas. Abrió cuentas falsas de correos electrónicos para sus fuentes con el fin de demostrarles a sus editores que los había conocido. Les pidió a sus colegas que se abstuvieran de traducir ciertos artículos al inglés o de publicarlos en línea.

“En retrospectiva, había un patrón, pero, al mismo tiempo, no era discernible”, dijo Fichtner. “Lo más probable es que tengamos un sistema defectuoso”. Sin embargo, agregó, “también teníamos un perpetrador particular que estaba aprovechándose de manera brillante de las lagunas del sistema”.

(Christopher F. Schuetze colaboró con el reportaje desde Berlín. Alan Yuhas colaboró con el reportaje desde Nueva York).

(c)The New York Times 2018.

 

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