Detrás del bajo crecimiento

Armando Montenegro
09 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

El país hizo todo lo que se recomendaba para impulsar el crecimiento: equilibró sus cuentas fiscales, adelantó la apertura económica, independizó al banco central, fomentó la competencia, privatizó empresas estatales ineficientes. Como resultado, aumentó la inversión y cayó la inflación, pero, en contra de lo esperado, el crecimiento del ingreso per cápita ha sido escaso, uno de los más bajos de América Latina. ¿Cuál es, entonces, el problema?

De esta forma, Santiago Levy, uno de los economistas más originales e influyentes de América Latina, nos introduce a su estudio sobre el mediocre crecimiento de México, cuyo diagnóstico, en alguna medida, se puede extender a Colombia. Levy señala que la solución no es regresar al pasado (nacionalizar y cerrar la economía, por ejemplo) y tampoco concentrarse únicamente en la inversión en educación, infraestructura física, ciencia, tecnología e innovación. Considera que esto es necesario, pero no suficiente, puesto que así no se ataca el principal problema: la masiva y persistente mala asignación de recursos de su país.

Los causantes de este problema, según Levy, son las normas, instituciones, impuestos y subsidios que atentan contra la productividad de empresas y trabajadores. En el mercado laboral, por ejemplo, los impuestos parafiscales y las contribuciones a la seguridad social (muchas de las cuales no benefician a los asalariados), al lado de los subsidios (tipo Sisbén y Familias en Acción), completan un cuadro de impuestos a la formalidad y subsidios a la informalidad laboral. De la misma forma, las empresas formales pagan más impuestos que las informales, las cuales, además, reciben estímulos y ayudas en forma de créditos y otros mecanismos. Así se impulsa la ineficiencia y se grava la eficiencia.

La maraña de impuestos, subsidios y normas hace que las empresas más productivas se estanquen y no crezcan, al tiempo que las ineficientes, en su mayoría informales, sobreviven y se expanden. Y logra también que las personas más capacitadas no trabajen en los sitios donde se necesitan y aquellas sin suficiente formación se mantengan en cargos que exigen mayor calificación. Como las empresas y los trabajos informales son mucho menos productivos, en conjunto, la productividad agregada de México (y también la de Colombia) no crece o crece muy poco. Así, sin aumento de la productividad, el crecimiento del PIB se mantiene reprimido.

Levy no propone reformas detalladas, pero sí bosqueja sus grandes lineamientos. Plantea una profunda transformación de la política social, para hacerla más eficaz y progresiva, eso sí, sin que contribuya a la mala asignación de recursos y frene el crecimiento. Considera necesario igualar las condiciones de los sectores formal e informal con reformas laborales, tributarias y de política social. Ante todo, defiende un nuevo y radical esquema de seguridad social, en el que el Estado debe financiar el costo de la cobertura de los riesgos básicos de la población (en forma gradual, a medida de sus capacidades financieras), de tal forma que la asunción de los riesgos adicionales dependerá del ahorro de los ciudadanos.

Bien valdría la pena que se tuvieran en cuenta los estudios de Levy al analizar ciertas propuestas que sobre estos temas ahora se discuten en Colombia.

Santiago Levy (2018), “Esfuerzos mal remunerados”. Washington, BID.

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