Duque: antítesis o síntesis

Alvaro Forero Tascón
10 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Desde la perspectiva histórica es útil saber si un gobierno es continuista, disruptivo o integrador. Más revelador que saber si Iván Duque será un presidente autónomo o no es si su gobierno será la antítesis del de Juan Manuel Santos, o la síntesis de ese gobierno y el de Álvaro Uribe.

No es fácil determinarlo aun cuando los gobiernos han terminado. Juan Manuel Santos ha sostenido que preservó los tres “huevitos” (da hasta pena repetir esa expresión populista para explicar el legado de un gobierno) que le encomendó el expresidente Uribe, y es cierto que continuó mejorando la seguridad, la inversión extranjera y el gasto en subsidios sociales.

Determinarlo es menos fácil aún cuando un gobierno lleva un mes y ha enviado señales contradictorias que algunos califican de improvisadas, y otros, como prueba de que el presidente Duque es de centro. La Silla Vacía lo definió bien: no se sabe si es equilibrado o equilibrista. Aunque, siendo justos, para ser equilibrado hay que hacer equilibrismo. La cultura colombiana reciente tiende a preferir al líder coherente, “pantalonudo”, visceral, y a desconfiar del que combina ideas y políticas diferentes, y que no muestra sus emociones. Lo atractivo de Angela Merkel para los alemanes es que tiene equilibrio, toma en consideración puntos de vista distintos y solo en algunos temas esenciales toma posiciones fuertes.

La diferencia entre si la presidencia de Duque será el contrario de la tesis del gobierno de Santos o una síntesis entre ésta y la antítesis uribista no se limita a si implicará un rompimiento con la hegemonía caudillista que pretende imponer el expresidente Uribe. Tiene importancia porque el gobierno Santos, así no lo parezca por la proximidad histórica, rompió la tradición de 70 años sobre la cual se basaba la legitimidad del sistema político: el anticomunismo. Combatir a las guerrillas les bastó a los partidos gobiernistas para mantener el monopolio de la centroderecha sobre el poder, y así evitar la competencia que los habría obligado a morigerar las prácticas corruptas y hacer las reformas para combatir las cuatro plagas: ilegalidad, inequidad, impunidad e informalidad, que se hicieron estructurales. El secuestro en que tuvo el anticomunismo al sistema político implicó un retraso institucional para Colombia de casi 30 años, pues es tal vez el último país en salir del periodo de la Guerra Fría. Otros conflictos como los del Medio Oriente no obedecen a dinámicas anticomunistas propiamente. Una de las peores consecuencias de ese atraso es que no ha podido aplicarse la Constitución del 91 en su plenitud.

Si el gobierno Duque es la antítesis del de Santos, tenderá a regresar a los lineamientos del periodo uribista, y por ende tendrá una tendencia retardataria para frenar la transición del sistema político. Buscará impedir la competencia efectiva de la oposición y avanzar en reformas de fondo. Buscará diluir los efectos políticos del proceso de paz con las Farc, para que la lógica anticomunista siga distorsionando al sistema político y que el país no se modernice en lo político.

Si es la síntesis de los periodos uribista y santista, acelerará la modernización del país y lo fortalecerá para enfrentar el populismo de derecha y de izquierda, que son su peor amenaza.

 

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