Duque: ¿aprendiz o inexperto?

Pablo Felipe Robledo
07 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Hoy se cumple un año de posesionado Iván Duque como presidente. Algunos dirían que se cumple un año de gobierno, pero otros preferirían decir, desgobierno. Muchos, han insistido en que él es el subpresidente y que quien gobierna en cuerpo ajeno es su jefe y mentor, Álvaro Uribe. Y los más sarcásticos, dicen que Colombia ha tenido buenos y malos presidentes, pero al fin y al cabo, siempre ha habido uno.

He venido opinando sobre la gestión de Duque. He aplaudido algunas de sus decisiones y criticado otras, primordialmente aquella que se convirtió en su mayor acto de torpeza jurídica, pero sobre todo política: las objeciones a la estatutaria de la JEP. Ellas lo desviaron del rumbo, lo regresaron al pasado, lo hicieron ver ante la opinión como un belicoso que se niega a la idea de aferrarse a la paz, es decir, alguien igualitico a Uribe. Y la verdad, en ese embeleco lo metió su propio partido el CD, que en este primer año se ha convertido, no en su aliado, sino en su peor enemigo.

Con esas objeciones Duque no ganó nada y perdió muchísimo: gobernabilidad, confianza, unidad y tiempo. Se le descuadernó la institucionalidad, y dejó ver su mayor debilidad: su sumisión y temor a Uribe y a esa caverna caudillista del CD.

Duque es un lento aprendiz del arte de ser presidente, pero no por joven como algunos lo han pretendido justificar, sino por falto de trayectoria, por inexperto. A la “corta edad” de Duque (42), ya estaban también gobernando Gaviria (43), Samper (43), Pastrana (44), pero con la diferencia de que estos sí tenían una trayectoria que les daba credenciales para mandar y aprender rápido. Estos, a diferencia de Duque, ya habían toreado en varias plazas de primera categoría. Todos fueron aprendices de ese duro oficio, luego ahí no está la diferencia. No elegimos a un presidente joven, elegimos a uno inexperto y hoy estamos pagando el precio. Duque llegó sin muchos méritos, salvo el de ocupar cargos de segunda categoría en el exterior, y un período senatorial alcanzado con votos del caudillo de moda, de quien, en épocas de juventud, hasta el propio Duque tenía la peor opinión.

A esa inexperiencia con difícil aprendizaje Duque le sumó en su contra su amalgama con el CD, sin quererse dar cuenta de algo evidente: en ese partido reina y manda Uribe; allí no quieren sino a Uribe y trabajan para él, pues al final de cuentas son todos ventrílocuos de Uribe y no voceros de Duque. Es un partido de obsesivos al servicio de un obsesivo.

Y esa es la razón por la cual a Duque no le salen bien las cosas. Por eso el país no le cree, las encuestas le desfavorecen y la gente no se emociona ni con sus logros. Por eso sus ministros son mal calificados y desconocidos. Duque se dejó meter en la agenda que le favorece políticamente al CD, y todos los días nos hace creer, aun más, que él es como cualquiera de ellos.

Mi recomendación para Duque, a quien quisiera le fuera bien, es que se aleje del CD. Si no lo logra, el próximo año estaremos justificando lo injustificable, su supuesta condición de aprendiz, que reitero, es más bien de inexperto.

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