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Después de dos años de tormentas en el manejo del poder, con una bancada supremamente radical y desconfiada en materia política y con el líder y fundador de su partido en prisión domiciliaria, no le queda otro camino al presidente Iván Duque en lo que resta de mandato que redefinir y transformar su gobierno tal como la pandemia les permitió a los colombianos descubrir un mandatario compasivo y con el pulso del país para atender una crisis con consecuencias inconmensurables. En otras palabras, este segundo tiempo, ojalá conozcamos al Duque redefinidor.
Me explico: si los primeros meses tuvimos que soportar el impacto, no de su discurso de posesión, sino el camorrero e inoportuno senador, en ese momento presidente del congreso, Ernesto Macías, en la mitad del periodo comenzamos a ver un presidente con una brújula real y con el foco en crear unas condiciones para que el “aterrizaje” de los colombianos postpandemia no sea una catástrofe. Me refiero a las medidas económicas que pretende implementar el gobierno como el endeudamiento para continuar con el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, sin descuidar a los sectores más desfavorecidos con la ampliación del Ingreso Solidario, entre otras medidas.
Pero el ejercicio que sugiero en este escrito es el realineamiento del gobierno. En estas semanas tiene el presidente la oportunidad de garantizar una especie de coalición de mitad de mandato que le permita hacer reformas de fondo como la de justicia y también soportar el embate de unas elecciones que serán complejas por el tono que comenzamos a ver. El hecho de las votaciones al interior del Congreso Nacional para elegir Defensor del Pueblo, además de Procurador General de la Nación y dos magistrados de la Corte Constitucional y la posibilidad de cambios en su gabinete, le darán mucha gobernabilidad para enfrentar con fortaleza los efectos económicos y sociales del coronavirus.
En nuestro país cuando se habla de coaliciones congresionales a todos se les ponen los pelos de punta. Pues bien, esa es la política de verdad. Por tanto, es mejor hacerla pública para ganar en transparencia y evitar los acuerdos oscuros y sorpresivos. Me atrevo a dar un ejemplo: la terna para la defensoría es una muestra de lo que puede ser un buen comienzo para que el gobierno tenga manejo político y logre redelinear su relación parlamentaria. De los tres nombres propuestos, a primera vista se podría decir que el opcionado en la Cámara de Representantes es el conservador Carlos Camargo. Sería el ideal para un partido cercano al gobierno, pero mucho me temo que la exsecretaria de la Comisión Tercera de la Cámara y apoyada por el Partido de la U, Elizabeth Martínez, le va a dar la pelea y duro. Recordemos que esa colectividad tiene en este momento ese cargo y quien pronto termina esas funciones, Carlos Negret, cumplió de manera eficiente esa labor. Cuando hay raíces en un puesto algo queda para el remplazo. La tercera es Myriam Martínez del partido de gobierno, a quien le queda una tarea difícil por ser pieza del Centro Democrático que debe buscar más aliados que concentrar el poder. Esta votación de ser bien manejada por la Ministra de Interior, podría ayudar en esa reconfiguración para bien de lo que queda de mandato. Si no atina el gobierno en estos espacios estatales donde se avecinan forcejeos, el descuadre de alguno de los sectores afectados puede ser parte, no de una redefinición, sino de una realinderamiento adverso a los intereses gubernamentales.
Queda el gabinete como instrumento de acción política. De repente mucho rezagado en las ternas pueda servir de fusible ministerial para ayudar a la consolidación de una guardia pretoriana que necesita el jefe de Estado. A veces pareciera que el Duque I tuvo una débil defensa parlamentaria de su partido. El Duque II requiere una protección más efectiva y cercana con una mezcla de agenda y buenos defensores, pero dentro de su propio consistorial.
